A quién buscas
Posted by: Laudem Gloriae
“Es de saber que si el alma busca a Dios, mucho más la busca su Amado a ella” (San Juan de la Cruz). María ha buscado con intenso amor y he aquí que también el Señor la busca y la llama “¡María!”. Aunque resucitado y glorioso, Jesús es siempre el buen Pastor que conoce a sus ovejas una a una y “las llama por su nombre…, y las ovejas le siguen porque conocen su voz” (Jn 10, 3-4). Al oír su nombre, María reconoce al Señor y exclama: “¡Rabboni!”, que quiere decir: “¡Maestro!”.
Ya está María otra vez a los pies de Jesús, su posición preferida. Nuestros ojos la contemplaron en la misma actitud en Betania, mientras Marta se afanaba por preparar la comida; en casa de Simón el leproso el sábado antes de la Pasión, cuando rompe el vaso del ungüento sobre los pies de Jesús y después los baña con sus lágrimas y los enjuga con sus cabellos; al pie de la Cruz, cuando no quiere apartarse del divino Crucificado. Siempre con el mismo ardiente amor, con ese amor que la hace olvidarse y despreocuparse de todo. María sólo busca al Señor y no quiere nada fuera de Él; lo demás no le interesa ni tiene relación con ella. Ahora quisiera abrazarse otra vez a esos pies benditos y estarse así en amorosa contemplación, pero Jesús le dice suavemente: “No me toques”.
El Señor se manifiesta y se da al alma que le busca; pero, aún así, será siempre el Dios Altísimo e Inaccesible: “No me toques”. Aunque admitida a la divina intimidad, el alma no debe perder la conciencia de la trascendencia de Dios ni de la infinita distancia que media entre la criatura y el Criador, entre ella, que no tiene en sí la razón de su existencia, y Él, que es el Ser por esencia; al contrario, cuanto más se acerca a Dios, más perfectamente percibe esta distancia infinita. De esta manera se va formando en ella, paralelo al amor y a la confianza, un profundo sentimiento de reverencia frente a la infinita majestad de Dios.
“¿A quién buscas?” Alma devota, también a ti, como a María Magdalena, dirige hoy Jesús esta pregunta. ¿Le podrás responder que no buscas otra cosa sino a Él? Jesús se apareció a María antes que a las demás piadosas mujeres porque “le amaba mucho”. Si quieres hallar pronto al Señor, ámale intensamente y búscale con grande amor.
“¡Oh Señor mío Jesucristo, qué cosa tan buena y feliz, tan sabrosa es sentir la violencia de tu amor! Abraza cada día mi pecho con los rayos de tu santo amor, disipa las tinieblas de mi mente, ilumina los secretos del corazón, robustece mi voluntad, enciéndela, y alegra y fortalece mi alma. ¡Oh cuán dulce es tu misericordia, cuán grande es la suavidad de tu amor, de ese amor que das con abundancia, Señor mío Jesucristo, y cuya suavidad gozan sólo aquellos que no aman ni quieren pensar en otra cosa fuera de ti! ¡Tú te has anticipado a nosotros en el amor; por eso ahora nos invitas, nos atraes y nos arrebatas; tan grande es la violencia de tu amor! Ciertamente, nada hay que invite, atraiga e impulse tanto a amar como el anticiparse en el amor, como amar antes de pedir amor; entonces el alma, que antes se arrastraba lánguida y perezosa, al sentirse amada, recibe una fuerza especial; y si, por el contrario, ya amaba fervorosamente, al tener conciencia ahora de ser amada y de haber sido amada antes que ella amase, se enciende mucho más en el amor.” (Venerable R. Jordán).
Fuente: P. Gabriel de Santa María Magdalena, O.C.D., Intimidad Divina