Despierta, Dios se hace hombre por ti

Posted by: Corim

Nacimiento 01 (01)

Al correr de los años volvemos a celebrar la Natividad de nuestro Salvador Jesucristo; éste es el día en que la verdad nace en la tierra, Luz de la Luz que nació para Luz nuestra. Alegrémonos y gocémonos...
Con razón lo anunciaron los profetas antes de nacer y los cielos y los Ángeles cuando había nacido. Yació en el pesebre el que contiene al mundo y era niño sin habla el que era la palabra. Aquel que no cabe en los cielos lo llevó el seno de una Mujer. ¡Oh admirable humildad en que se esconde toda la Divinidad!

La Verdad que sostiene al mundo nace de la tierra para ser sostenida por las manos de una Mujer. La Verdad que alimenta incorruptible la felicidad de los Ángeles ha nacido de la tierra para ser amamantada por una Mujer. La Verdad para la que el cielo no basta, nace de la tierra para ser colocada en un pesebre...
¿A quién aprovecha humildad tan sublime? De ninguna manera le aprovecha a Él, pero mucho nos aprovecha a nosotros, si tenemos fe.
Despiértate pues, ¡oh hombre! Dios se hace hombre por ti. Levántate, tú que duermes, levántate de la muerte y te iluminará Cristo. Por ti, Dios se hizo hombre. Habríamos muerto para la eternidad si no hubiese nacido Él en el tiempo. Nunca te hubieras visto libre de esta carne de pecado si no la hubiera recibido Él. Hubieras gemido en miseria perpetua de no aparecer tal Misericordia. No hubieras resucitado si no hubiese salido al encuentro de tu mortalidad. Hubieras caído si no te ayudara. Hubieras perecido de no venir.

¡Qué alabanzas entonaremos al Amor de Dios y qué gracias le daremos! Nos amó en forma tal que nació en el tiempo el que creó los tiempos, y el que era más antiguo que el mundo fue menor en edad que muchos de sus siervos. Aprende la lección de tan grande humildad, aunque sea de los labios de un maestro que no habla todavía.
En el paraíso hablaste tú con tal facilidad que impusiste nombre a todos los animales, y ahora, por ti, tu Creador yace sin palabras en un pesebre, incapaz de llamar por su nombre ni siquiera a su madre. En aquel hermoso y amplio jardín de bosques te perdiste por desobediente, y éste, por obedecer, viene en carne mortal a una estrecha posada, para buscar, muriendo, al que estaba muerto. Tú, hombre, quisiste ser dios y pereciste, Él, Dios, quiso ser hombre para salvarte. Tanto te hundió la soberbia humana que no pudo alzarte sino la Humildad Divina.

Fuente: San Agustín, La fiesta de la santa liberación, Verbum Vitae, tomo IX