El Exámen de conciencia (II)

Posted by: Laudem Gloriae

Santo Domingo de Guzmán 02 (08)
Santo Domingo rezando (El Greco, detalle)

Un alma de vida interior, libre ya del pecado mortal, en sus exámenes de conciencia más que ir en busca de todas las faltas cometidas, buscará el grado de voluntariedad que hubiere en ellas, aunque se trate de solas imperfecciones, porque lo que precisamente impide el progreso espiritual y la unión con Dios son las faltas deliberadas. El alma tratará de indagar con todo cuidado la causa y el motivo de tales faltas, y así frecuentemente llegará a concluir que, aunque sus culpas externamente son diversas -faltas contra la caridad, contra la paciencia, contra la obediencia, contra la sinceridad-, en realidad provienen de una sola causa y tienen una raíz común, por ejemplo, el orgullo o la pereza.
Nuestros esfuerzos deben dirigirse precisamente contra estas últimas raíces de nuestros pecados e imperfecciones; hay que combatirlas directamente no sólo embotándolas por medio de la mortificación, sino también desarrollando en nosotros las virtudes contrarias. Se trata, en otros términos, de la lucha contra el defecto o la pasión dominante; lucha importantísima porque, destruir el mal en su misma raíz, es eliminar ya de por sí innumerables faltas actuales.

Más adelante cuando el alma no tenga ya pecados ni imperfecciones propiamente deliberadas, dirigirá su atención a los cometidos con advertencia semiplena, de los cuales no obstante tener de ellos una conciencia confusa o semiconciencia, no llega a corregirse, a pesar de sus continuos y sinceros propósitos.
En semejantes casos, más útil que seguir combatiendo contra las raíces de las propias faltas, será fortificar cada vez más el propósito de vencerse, porque, a medida que la voluntad se decide a corregirse, las faltas que se nos escapan, son cada vez menos voluntarias, y, por lo tanto, más leves, hasta que llegue el momento de considerarlas únicamente como meros residuos naturales de hábitos contraídos, pero ya detestados.

Otro punto importante que hay que tener en cuenta en el examen de conciencia es el de tener siempre despierta y vigilante nuestra tendencia a la santidad y nuestro deseo de cumplir siempre lo que más agrade a Dios. Este es el verdadero resorte de la vida espiritual y de la generosidad. También es un excelente método examinarse más bien desde el punto de vista de Dios que desde el nuestro, es decir, preguntarse si el Señor puede estar contento de nosotros y cuál será su juicio sobre nuestra conducta.

¡Oh Dios mío, que con solo un acto de tu voluntad creaste la luz y la luz existió! Repite de nuevo tu omnipotente palabra creadora: “fiat lux”, y mi alma será iluminada y al resplandor de tu luz podré ver quién soy realmente delante de tus ojos. Pero no me basta sólo la luz, pues soy débil y flaco; necesito fuerza, Señor; necesito una voluntad fuerte y decidida para detestar toda especie de mal, para detestar mi egoísmo, mi orgullo, mi pereza, para renovar y avivar el propósito de vencerme por tu amor. Sí, Señor, con tu ayuda quiero vencerme, no por la vana satisfacción de sentirme mejor, sino únicamente por darte gusto, para evitar cualquier cosa, aun la más mínima, que te pueda desagradar, para crecer en tu amor y adentrarme más profundamente en tu divina unión.
¡Oh Dios mío, Perfección infinita! Envuelve mi alma con los resplandores de tu santidad, y así como el sol ilumina, purifica y fecunda la tierra con sus rayos, Tú también ilumina, purifica y santifica todo mi ser. Enséñame a mirarme en ti, a conocerme en ti, a considerar mis miserias al reflejo de tu perfección infinita, a abrir de par en par mi alma a la invasión de tu luz purificadora y santificadora.

Fuente: Cf. P. Gabriel de S. M. Magdalena, o.c.d, Intimidad Divina