El amor hace igualdad y semejanza
Posted by: Laudem Gloriae
San Juan de la Cruz
¡Oh Jesús! Postrado al pie de tu cruz, te ruego me hagas comprender la necesidad del padecimiento para hacerme semejante a ti.
Para el alma que aspira a la unión con Dios, la penitencia no es sólo un medio de sujetar la carne al espíritu, es también el medio de asemejarse a Cristo Crucificado reproduciendo y prolongando en su propio cuerpo la Pasión del Señor. “El amor hace igualdad y semejanza” (S. Juan de la Cruz); quien ama de verdad desea espontáneamente tomar parte en los sufrimientos de la persona amada; así sucede con los verdaderos amadores del Crucificado. Santa María Magdalena de Pazzis exclamaba: “Bajo una cabeza coronada de espina y crucificada, no se concibe un miembro delicado, ni junto al esposo que sufre, una esposa inmortificada”.
El honor de la esposa está en condividir en todo la vida del esposo; un alma consagrada a Dios tiene a honor el poder participar, aunque no sea más que en una medida muy restringida, de la pasión de Cristo: “Cuanto a mí, jamás me acaezca gloriarme sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo” (Gál. 6,14).
Aunque la mortificación del espíritu sea ciertamente más importante que la del cuerpo, no debemos olvidar que, para salvar al mundo, quiso Jesús abrazarlas entrambas, y en modo más completo. Toda su vida no fue más que cruz y martirio; y tuvo su término con el sacrificio del Calvario, donde la inmolación espiritual y física llegó al máximo grado.
Cuanto a la mortificación de la sensibilidad, dice San Juan de la Cruz hablando de Cristo, “cierto está que Él murió a lo sensitivo, espiritualmente en su vida, y naturalmente en su muerte. Porque… en la vida no tuvo donde reclinar su cabeza y en la muerte lo tuvo menos”. “De donde –concluye el Santo- todo espíritu que quiere ir por dulzuras y facilidad y huye de imitar a Cristo, no lo tendría por bueno”.
“¡Oh Dios mío, amor mío! Una cosa te pregunto: cuando el mundo yacía enfermo, le enviaste a tu Hijo Unigénito como médico… Y ahora, que el mundo yace de nuevo en la muerte, ¿qué medio emplearás para volverlo otra vez a la vida? ¡Oh! Yo veo que llamas cristos a tus siervos y por medio de ellos quieres expulsar la muerte y dar de nuevo la vida al mundo. ¿Y de qué manera? Es necesario que caminen varonilmente por la senda del Verbo, con ardorosas y encendidas ansias, buscando tu honor y la salvación de las almas: y para esto tienen que soportar con paciencia toda clase de penas, tormentos, oprobios, reproches… ¡Oh maravilloso Remediador nuestro! Danos muchos de estos Cristos, que vivan velando, gimiendo y orando continuamente por la salvación del mundo” (Santa Catalina de Sena).
Fuente: Cfr. P. Gabriel de Santa María Magdalena, O.C.D., Intimidad Divina