El anuncio de la Pasión

Posted by: Laudem Gloriae

Crucifixión 04 (12)

¡Oh Jesús! Dame luz para comprender el misterio del sufrimiento y su valor.

Ante la proximidad de la Cuaresma, tiempo penetrado totalmente por el recuerdo de los padecimientos de Jesús, el Evangelio del Domingo de Quinquagésima (Lc. 18,31-43), (según el calendario antiguo del rito romano), nos anuncia ya su Pasión.
La predicción es bien clara.
“El Hijo del hombre será entregado a los gentiles y escarnecido e insultado y escupido, y después de haberle azotado le quitarán la vida y al tercer día resucitará”; pero, igual que otras veces, los apóstoles “no entendían nada de esto, eran cosas inteligibles para ellos”.
No entendían porque creían que la misión de Jesús era la de un conquistador terreno que venía a establecer de nuevo el reino de Israel; por eso no soñaban más que en triunfos y, al estar preocupados solamente por ocupar los primeros puestos en el nuevo reino, cualquier alusión a la Pasión los asustaba y escandalizaba.

Para los que sólo piensan en la prosperidad y en la gloria terrena, el lenguaje de la cruz es incomprensible. Para los que tienen una visión material de las cosas resulta muy duro el entender el significado espiritual y aún más difícil comprender el significado del sufrimiento. Ya San Pablo decía que Cristo crucificado era
“escándalo para los judíos y locura para los gentiles” (I Cor. 1,23). Y cuando San Pedro, ante el primer anuncio de la Pasión, exclamó: “No quiera Dios, Señor, que esto suceda”, Jesús le reprendió diciéndole sin más: “Vete de ahí, quítateme de delante, Satanás…, pues tus miras no son la de Dios, sino la de los hombres” (Mt. 16, 22-23).
Para la sabiduría de los hombres el sufrimiento es locura incomprensible, es cosa que desconcierta, hasta hacerles perder su confianza en Dios e inducirles a murmurar de la Divina Providencia. Por el contrario, para la sabiduría según Dios, el sufrimiento es un medio de salvación y de redención. Y así como fue
“necesario que el Mesías padeciese para entrar en su gloria” (Lc. 24,26), del mismo modo es necesario que el cristiano pase por el crisol del sufrimiento y del dolor para llegar a la santidad y a la vida eterna.

“¡Oh Hijo del Padre Eterno, Jesucristo, Señor Nuestro, Rey verdadero de todo! ¿Qué dejasteis en el mundo que pudimos heredar de Vos vuestros descendientes? ¿Qué poseísteis, Señor mío, sino trabajos y dolores y deshonras y aún no tuvisteis sino un madero en que pasar el trabajoso trago de la muerte? En fin, Dios mío, que los que quisiéremos ser vuestros hijos verdaderos y no renunciar la herencia no nos conviene huir del padecer. Vuestras armas son cinco llagas. Ea, pues, hijas mías, esta ha de ser vuestra divisa, si hemos de heredar su reino; no con descansos, no con regalos, no con honras, no con riquezas se ha de ganar lo que Él compró con tanta sangre. ¡Oh, gente ilustre, abrid por amor de Dios los ojos; mirad que los verdaderos caballeros de Jesucristo y los príncipes de su Iglesia, un San Pedro y un San Pablo, no llevaban el camino que lleváis! ¿Pensáis por ventura que ha de haber nuevo camino para vosotros? No lo creáis” (Santa Teresa de Jesús).

Fuente: Cf. P. Gabriel de S. M. Magdalena, o.c.d, Intimidad Divina