El triunfo de Jesús

Posted by: Laudem Gloriae

Pasión de Jesucristo 03 (09)

“La semana comprendida entre el Domingo de Ramos y el de Resurrección, se llama SEMANA SANTA o ‘Semana Mayor’, porque se conmemoran en ella los misterios más santos, más augustos de nuestra religión. Son días de luto, pero de un luto reconfortador; pues recuerdan la muerte afrentosísima del Hombre-Dios, y por ella nuestra redención. ¡Cuán al vivo nos pintan las Misas y los Oficios de estos días la perversidad y la ingratitud de los hombres para con Dios y la mansedumbre y el amor entrañable de Jesús para con la pobre humanidad! Es una semana de santas e íntimas emociones y muy apropiada para la conversión de los pecadores. Los ayunos y las abstinencias, los sermones especiales, los via crucis, las visitas a los templos, los lutos de los mismos, todo nos convida a la compunción del corazón. Una buena y reformadora confesión, con una fervorosa comunión, serán el fruto inmediato más precioso de esta semana.” (Misal de Azcárate)
 
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¡Oh Jesús! Quiero acompañarte hoy en tu triunfo, para seguirte después hasta el Calvario.
La Semana Santa se abre con el recuerdo de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, acaecida el domingo que precede a su Pasión. Jesús, que siempre se había opuesto a toda manifestación pública y que se había escondido cuando las multitudes habían querido hacerlo rey (Jn. 6,15), hoy permite que le lleven triunfalmente. Solamente ahora, cuando se dirige hacia la muerte, acepta ser aclamado públicamente Mesías, porque precisamente muriendo sobre la Cruz, Jesús será de la manera más plena el Mesías, el Redentor, el Rey, el Vencedor. Acepta ser reconocido Rey, pero un Rey que reinará sobre la Cruz, que triunfará y vencerá mediante la muerte de Cruz.
 
Esa misma multitud que ahora le aclama, dentro de unos días le maldecirá y lo llevará al Calvario; así el triunfo de hoy dará más publicidad y resalte a la Pasión de mañana. Jesús entra triunfante en la ciudad santa, pero es para sufrir, para morir. Esto explica el doble significado de la Procesión de los Ramos: acompañar a Jesús en el triunfo, para acompañarlo después en la Pasión, estando dispuesto a condividirla con Él, procurando, según nos exhorta San Pablo (Flp. 2,5-11) en la Epístola de la Misa, hacer nuestros los sentimientos de Jesús: sentimientos de humildad y de inmolación total, sentimientos que han de impulsarnos a caminar con Él y como Él,
“hasta la muerte y muerte de Cruz”.
 
Las palmas, los ramos de olivo bendecidos que hoy nos entrega el sacerdote, no sólo tienen un significado de fiesta y alegría, sino que
“simbolizan la victoria que Jesús ha de conseguir sobre el príncipe de la muerte” (Misal Romano). También en nuestras manos tienen que significar nuestra victoria; si queremos merecer la palma de la victoria, antes hemos de vencer el mal, el mal que existe en nosotros, en nuestras tendencias pecaminosas, y el mal que reina fuera de nosotros. Cuando recibamos la palma bendecida, renovemos nuestra promesa de querer vencer con Jesús, pero no olvidemos que Él ha vencido sobre la Cruz.
 
“¡Oh Jesús! Te contemplo en tu entrada triunfante en Jerusalén; previendo la enorme muchedumbre que había de salir a tu encuentro, te montaste sobre un jumentillo. Me confundo al verte tan humilde en medio de los aplausos del pueblo que cortaba ramas de árboles y alfombraba el camino con vestiduras. Mientras la gente canta himnos de alabanza, Tú, lleno de compasión, lloras sobre Jerusalén… Levántate alma mía, esclava del Salvador, y vete con las hijas de Sión, a ver a tu Rey. Acompaña al Señor del cielo y de la tierra, que viene sentado en un jumentillo, síguele siempre con ramos de olivo y con palmas, con obras de piedad y virtudes de victoria” (San Buenaventura)

Fuente: Cfr. P. Gabriel de Santa María Magdalena, O.C.D., Intimidad Divina