La Fe de María (II)

Posted by: Laudem Gloriae

Sagrada Familia 04 (12)

Muy lejos estaría de la verdad quien pensase que los misterios divinos fueron totalmente manifiestos a la Virgen y que la divinidad de Jesús fuese para Ella tan evidente que no tuviese necesidad de creer. Exceptuada la Anunciación y los hechos que rodearon el nacimiento de Cristo, no encontramos en su vida manifestaciones sobrenaturales de carácter extraordinario. Ella vive de pura fe, exactamente como nosotros, apoyándose en la palabra de Dios.
Los mismos divinos misterios que en Ella y en torno suyo se verifican, permanecen habitualmente envueltos en el velo de la fe y toman al exterior el giro común a las varias circunstancias de la vida ordinaria; más aún: frecuentemente se ocultan bajo aspectos muy oscuros y desconcertantes. Así por ejemplo, la extrema pobreza en que nació Jesús, la necesidad de huir al destierro para salvarle a Él -Rey del cielo- de la furia de un rey de la tierra, las fatigas para procurarle lo estrictamente necesario y, a veces, hasta la falta de ello.

Pero María no dudó jamás de que aquél Niño débil e impotente, necesitado de cuidados maternos y de defensa como cualquier otro niño, fuese el Hijo de Dios. Creyó siempre, aún cuando no entendía el misterio. Así fue, por ejemplo, en la repentina desaparición de Jesús, cuando, a la edad de doce años, se quedó en el templo sin ellos saberlo. San Lucas advierte que cuando el Niño explicó el motivo alegando la misión que le había confiado el Padre Celestial, María y José
“no comprendieron lo que les decía” (Lc. 2, 50). Si María sabía con certeza que Jesús era el Mesías, no sabía, sin embargo, el modo como cumpliría Él su misión. De ahí que por el momento no entendió la relación que había entre su permanencia en el templo y la voluntad de Dios. Con todo, no quiso saber más: sabía que Jesús era su Dios y esto le bastaba, estaba segura, totalmente segura de Él.

El alma de fe no se detiene a examinar la conducta de Dios y, aun no comprendiendo, se lanza a creer y a seguir ciegamente las disposiciones de la voluntad divina. Algunas veces en nuestra vida espiritual nos detenemos porque queremos entender demasiado, indagar demasiado los designios de Dios sobre nuestras almas; no, el Señor no nos pide entender, sino creer con toda nuestra fuerza.

Sí, ¡oh María! Condúceme por el breve atajo de la plena confianza en Dios. ¡Oh! Tú, que eres bienaventurada por haber creído, aumenta mi fe, dame una fe firme, indefectible, invencible. Debemos a tu fe el cumplimiento de las promesas del Señor; hazme partícipe de esta fe, para que le crea; crea sus palabras, sus promesas, sus llamamientos, sin duda, sin titubeo, sin incertidumbres. La duda me detiene, la perplejidad me paraliza, la incertidumbre me recorta las alas. ¡Oh María! Haz que yo crea totalmente, para que pueda totalmente darme a Dios, asociándome a todos sus planes, aceptando a ojos cerrados todas las disposiciones de su divina Providencia; haz que yo crea a fin de que pueda desafiar con valor las tempestades; haz que yo crea para que pueda abandonarme de lleno a la acción del Señor y correr con confianza el camino de la santidad. Si Tú estás conmigo, ¡oh María!, no temeré por nada; la fortaleza de tu fe será el sostén y el refugio de la mía, tan débil y tan lánguida.

Fuente: Cf. P. Gabriel de S. M. Magdalena, o.c.d, Intimidad Divina