La Gracia, el medio necesario para salvarse

Posted by: Nycticorax

Cielo 02

El fin asignado al hombre es la felicidad de ver a Dios en la vida futura. Pero como este fin es sobrenatural, es decir, superior a la naturaleza humana, el hombre no puede conseguirlo con sus solas y propias fuerzas: necesita del socorro divino, que se llama gracia. Por ella, Dios eleva al hombre hasta sí y le hace capaz de participar de su vida, de su gloria y de su felicidad infinita. La gracia es, pues, el medio indispensable para la salvación.
Y los medios ordinarios establecidos por Jesucristo para conferir la gracia son los
sacramentos y la oración.
Es sumamente importante que nos preocupemos por comprender cada vez más qué es la gracia, lo que significa que estemos en gracia, y consecuentemente qué cosas son las que hacen perder y acrecentar este don dado por Dios a todo bautizado, para que llevemos a cabo aquello que le dijo el Señor Jesús a la mujer samaritana: “
¡Si conocieras el don de Dios!” Porque de nuestra fidelidad a la gracia depende la salvación eterna, ya que sólo quien se halle en este estado se salvará.
 
Ahora recordemos qué es la Gracia
“La gracia, dice el P. Leonardo Castellani, es una cualidad del alma, no extrínseca sino intrínseca – interior, íntima -, procedente de la inhabitación de Dios en nosotros…ella es invisible, benéfica y permanente…Si es que la recibimos libremente y no la perdemos libremente, porque supone la aceptación por parte del alma y después la conservación de la gracia, es decir no hacer nada que la haga perder”.
Esta gracia se llama
santificante o habitual, distinta de la gracia actual, y comienza a existir presente en el alma con el Bautismo; y dice el Catecismo que sus efectos principales son la justificación y el mérito, porque ella nos justifica de todo pecado mortal -nos hace santos, por hacernos hijos de Dios- y, además, nos obtiene la posibilidad de alcanzar la bienaventuranza eterna. Por eso leemos en la Imitación de Cristo: (…) “la gracia o la caridad es don propio de los escogidos, y con ella se hacen dignos de la vida eterna”. Y continúa: “Tan encumbrada es esta gracia, que ni el don de la profecía, ni el hacer milagros o algún otro saber, por sutil que sea, es estimado en algo sin ella”.

La gracia
santificante es una cualidad divina que transforma el alma. Como el hierro en la fragua participa de las propiedades del fuego; como el cristal atravesado por los rayos solares participa de las propiedades de la luz (cfr. Santa Teresa, Castillo interior, Moradas primeras, Cap. II), así el alma, adornada con la gracia, participa de la naturaleza divina: queda deificada; vive de la vida de Dios.
Los teólogos enseñan que todos los bienes de este mundo son nada comparados con el menor grado de gracia santificante.
“Dios, dice Santo Tomás de Aquino, prefiere un alma en estado de gracia a todos los mundos, como un padre prefiere a su hijo a todas las riquezas”.

El hombre, por la gracia, hace obras divinas. Una acción de esta especie, por insignificante que sea, vale más que las obras más brillantes de un hombre que no posee la gracia y que obra por un principio natural.

¿Cómo se adquiere la gracia santificante? Se adquiere, decíamos mas arriba, por primera vez mediante el
Bautismo, o por la caridad perfecta con el deseo del Bautismo – en aquellos casos en donde sobreviene la muerte antes de poder realizar el rito del Bautismo sobre la persona.
¿Cómo se aumenta? Se aumenta por la
oración, la recepción de los sacramentos y todas las buenas obras.
¿Cómo se conserva? Se conserva por la fiel observancia de la
ley de Dios, es decir, los Mandamientos.
¿Cómo se pierde? Se pierde por el
pecado mortal, que causa la muerte del alma. Esta muerte del alma es la mayor de las desgracias.
¿Cómo se recobra? Se recobra la gracia santificante mediante una buena
Confesión o por un acto de contrición perfecta con el deseo de confesarse.
 
De este modo por la gracia de Dios en nosotros participamos de la vida divina, es por eso que todos los santos pusieron todo su empeño y sus fuerzas en guardar esta amistad con Dios, teniendo, como ellos lo tenían, bien en claro qué significaba estar en gracia. De ahí, por ejemplo, la frase tan conocida de un Santo como Santo Domingo Savio, pequeño en edad, pero gigante en gracia delante de Dios, decía él:
"Morir antes que pecar".

Fuentes: P. Leonardo Castellani, Catecismo para adultos, p. 122
Tomás de Kempis,
La imitación de Cristo, L. III, c. 55
P. A. Hillaire,
La religión demostrada