Los Magos de Oriente

Posted by: Lotario de Segni

Adoración de los Magos 01 (02)

El Evangelio califica a los adoradores de Jesús de “magos”, palabra que sabe a primera vista a encantamiento y hechicería, a artes esotéricas y ocultas, a brujería y sortilegio.
Pero no. El nombre de mago especifica también en Oriente al sabio, al filósofo, al perito en astrología (estudio de los cuerpos celestes). En su origen parece ser una palabra persa, vinculada a las figuras y a las enseñanzas de Zoroastro.
Magos fueron sus discípulos, agrupados en poderosa clase, como consejeros y tutores de los príncipes. Cultivaban la ciencia de la naturaleza, la astrología y la teología, y actuaban, al decir de Herodoto, con doble prestigio en los asuntos del Estado. Sacerdotes y maestros a la vez, profesaban la teología avéstica de la eterna lucha entre el bien y el mal, de la que había de triunfar el primero, como subraya Ricciotti, merced a la intervención de un “socorredor” o “verdad encarnada” en el que se cifraban todas las esperanzas, pues había de devolver a la humanidad su primitiva condición feliz.

Esta doctrina teológica se puso en contacto con la hebraica de un Mesías redentor, y así nada tiene de extraño que algunos magos, los del Evangelio, al refulgir en el abismo negro y aterciopelado del cielo de Oriente la nueva estrella, rutilante como una pupila, ellos, avezados en la observación astrológica desde sus “
zigurah”, creyeran llegado el momento de la venida del “socorredor”.

Los Magos ofrecen oro, incienso y mirra; el oro conviene al rey; el incienso se usaba en los sacrificios ofrecidos a Dios; con la mirra eran embalsamados los cuerpos de los difuntos. Por consiguiente, con sus ofrendas místicas, predican los Magos al que adoran con el oro, como rey; con el incienso, como Dios; con la mirra, como hombre mortal...

Ofrezcamos nosotros oro al Señor recién nacido, confesando que reina en todas partes; ofrezcámosle incienso, creyendo que aquel que se dignó aparecer en el tiempo era Dios antes de todos los siglos; ofrezcámosle mirra, afirmando que, si es impasible en su divinidad, también fue mortal por haber tomado nuestra carne.

Fuente: S.E.R. Mons. Ángel Herrera Oria, Obispo de Málaga, Verbum Vitae - La palabra de Cristo, tomo IX, B.A.C. 1957