Necesidad de la castidad y pobreza sacerdotal (I)

Posted by: Lotario de Segni

Pío XII 06 (18)
S.S. Pío XII

Importantes moniciones del Papa Pío XII dirigidas a los sacerdotes, pero que bien pueden aplicarse, proporcionalmente, a todo fiel.
(Primera parte: Castidad)


La actividad del sacerdote se ejercita en todo cuanto al orden de la vida sobrenatural se refiere, pues le corresponde fomentar el crecimiento de la misma y comunicarla al Cuerpo Místico de Cristo. Por ello ha de renunciar a todas las ocupaciones «que son del mundo», cuidarse tan sólo de «las que son de Dios» (1Co 7, 32, 33).
Y porque ha de estar libre de las solicitudes del mundo y consagrado por completo al divino servicio, la Iglesia instituyó la ley del celibato, para que cada vez se pusiera más de relieve, ante todos, que el sacerdote es ministro de Dios y padre de las almas. Y gracias a esa ley de celibato, el sacerdote, lejos de perder por completo el deber de la verdadera paternidad, lo realza hasta lo infinito, puesto que engendra hijos no para esta vida terrenal y perecedera, sino para la celestial y eterna.

Cuanto más refulge la castidad sacerdotal, tanto más viene a ser el sacerdote, junto con Cristo, «hostia pura, hostia santa, hostia inmaculada». Mas para conservar con todo cuidado y en toda su integridad esta castidad sacerdotal, cual tesoro de valor inestimable, necesario es de todo punto atenerse con toda fidelidad a aquella exhortación del Príncipe de los Apóstoles, que repetimos a la hora de Completas: «Sed sobrios y vigilad» (
1P 5, 8).
Sí, mis amados hijos, estad muy vigilantes, porque vuestra castidad ha de enfrentarse con tantos peligros, así por la plena ruina de la moralidad pública, como por los atractivos de los vicios, que hoy con tanta facilidad os asedian, ya finalmente por aquella excesiva libertad de relaciones entre personas de distinto sexo, tan corriente en la actualidad, y que a veces llega audaz a querer penetrar aun en el ejercicio del ministerio sagrado.

«Vigilad y orad» (
Mc 14, 38), acordándoos de que vuestras manos tocan las cosas más santas; acordaos asimismo de que estáis consagrados a Dios, y de que sólo a El habéis de servir. Hasta el hábito mismo que lleváis os advierte que no debéis vivir para el mundo, sino para Dios. Empeñaos, pues, con ardor y valentía, confiando en la protección de la Virgen Madre de Dios, en conservaros cada día «nítidos, limpios, puros, castos, como conviene a ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios».

Y a este propósito juzgamos oportuno exhortaros de modo especial para que, en la dirección de asociaciones y cofradías femeninas, os mostréis tales como corresponde a los sacerdotes: evitad toda familiaridad; y, siempre que fuere necesaria vuestra actuación, sea ésta como de ministro sagrado. Y en la misma dirección de tales asociaciones encerrad vuestra actividad en aquellos límites que vuestro ministerio sacerdotal exige.

Fuente: S.S. Pío XII, Exhortación Apostólica “Menti Nostrae” sobre la santidad de la vida sacerdotal, 23 de septiembre de 1950