Pacifismo y paz

Posted by: Lotario de Segni

Cristo Redentor 01 (01)

Se habla mucho de paz. Para el cristiano, la paz tiene dos aspectos: el interior y el exterior. La paz interior -“la carne codicia contra el espíritu” (Gál. 5,17)- se consigue venciendo las concupiscencias humanas. Jesucristo, el Señor de la paz, también ha dicho: “no he venido a traer la paz, sino la guerra” (Mt. 10,34). Luego la paz interior no es entreguismo a las pasiones desatadas, ni es resultado de una naturaleza limpia. En este orden de la naturaleza humana caída en el pecado original, la paz se consigue por la fidelidad a la gracia que Cristo nos alcanzó con su Pasión.

De una manera paralela, la paz social, la paz exterior, si es justa y verdadera tiene también sus leyes.
“Ella, en verdad, se puede conseguir tan solo mediante los principios y las normas dictadas por Cristo, llevados a la práctica con sincera piedad”, decía Pío XII. La paz exterior no se consigue gratuitamente en las sociedades. El derecho natural, la justicia -con todas sus exigencias coactivas- tienen mucho que ver con la verdadera paz.
En el orden privado, la paz es fruto de la virtud. En la vida pública, del respeto al derecho y a la justicia.

Otra cosa muy distinta es lo que se llama pacifismo. En el orden privado la renuncia a la ascética es la tibieza, la relajación, la apostasía. En el orden exterior, para las colectividades tiene fatales consecuencias. La paz por la paz, la paz renunciando a la lucha y a la defensa de la justicia, es el tópico con que se narcotizan las sociedades decadentes. Decía Pío XII:
“la Iglesia debe tener en cuenta los poderes ocultos que siempre han operado en la historia. Ese es también el motivo por el que desconfía de cualquier propuesta pacifista en la que se abusa de la palabra paz para ocultar fines inconfesables.” Lo mismo repitió Pablo VI: “es necesario educar al mundo para que ame la paz y la defienda… contra las insidias de una táctica de pacifismo que adormece al adversario o debilita en los espíritus el sentido de la justicia, del deber y del sacrificio.”

Ideal cristiano es la paz verdadera. No basta invocarla líricamente. La Iglesia, sociedad perfecta fundada por Jesucristo, tiene plena potestad para defender la paz en su interior. No son
“pacificadores” (Mt. 5,9) según Cristo, los que prácticamente renuncian al ejercicio de la autoridad de delimitar y separar del seno del Pueblo de Dios a los que perjudican las almas con sus doctrinas perversas, con sus escándalos, con la perturbación de las conciencias. Practicar aquí el neutralismo y el pacifismo es lo contrario del ideal evangélico de la paz.
La tentación diabólica se presenta falsamente atractiva y halagadora para seducir, como la serpiente del paraíso. El resultado de aquella seducción pacifista ya lo conocemos. La Reina de la paz, María Inmaculada, con su pie virginal, quebranta la cerviz del dragón. Éste es el símbolo de la paz. No las falsas tolerancias que causan la corrupción de las familias, comunidades y pueblos. No hay otra paz sino la que resulta de la lucha radical contra la serpiente, ya en sus tentaciones particulares, ya en sus seducciones colectivas, también dentro de la Iglesia.

Fuente: Nota editorial, Revista Roca viva, agosto-septiembre, Madrid, 1968