Prerrogativas de la Madre de Dios (I)

Posted by: Ioseph

Virgen María 03 (14)

Considera que, como dice san Buenaventura, Dios puede hacer una infinidad de mundos más hermosos y admirables que el que ha creado pero, por más que sea omnipotente, no puede hacer una madre más noble, más excelente, más digna de nuestra veneración y devoción que la Madre de Dios. Así es que el Evangelio, para formar todo su elogio, se contenta con decir que María es la Madre de Jesucristo.

¿Qué puedo yo decir, oh bienaventurada Virgen, de vuestra persona y de vuestras grandezas -exclama San Agustín- en vista de que todo lo que podría decir es inferior a las alabanzas que merece vuestra dignidad?
¿Queréis saber cuál es la excelencia, el mérito, la sublime dignidad de la madre?
Dice San Euquerio, concebid, si es posible, el mérito y la excelencia del Hijo.
Con sólo decir que la bienaventurada Virgen María es Madre de Dios -dice San Anselmo- basta para elevarla sobre todas las grandezas que pueden decirse o imaginarse después de Dios. En fin, todo cuanto podéis imaginar de grande, de sublime, de excelente, es inferior a la Santísima Virgen.

De aquí todos los títulos pomposos que le da la Iglesia, de
Reina de los hombres y de los ángeles; de medianera cerca de su Hijo; de abogada omnipotente de los pecadores para con el eterno Padre; de estrella de la mañana, puerta del Cielo, arca de la alianza.

Cuando Dios escogió a María para elevarla a la divina maternidad, no consideró en ella ni la grandeza de su nacimiento, ni los talentos de su espíritu ni las perfecciones de su persona. Lo que decidió, pues, en favor de María fue su santidad, y las eminentes virtudes que poseía por encima de todas las demás: aquella
pureza sin par, aquella bondad sin tacha, aquella humildad sin límites, aquella caridad, aquel amor puro de Dios. ¿No tiene razón para exclamar la mujer del Evangelio: dichosas las entrañas que te han llevado y felices los pechos que te han amamantado?
Después de Dios ¿Hay un objeto más digno de nuestra admiración, de nuestros profundos respetos, de nuestra ternura? Y después del culto debido a Dios, ¿qué veneración, qué culto no debemos a la Madre de Dios?

María, Madre de gracia, Madre de misericordia, defiéndenos de continuo contra nuestros enemigos y recíbenos bajo tu protección en la hora de la muerte. Amén.

Fuente: Cfr. J. Croisset, sj, Año Cristiano