Santa Mónica, modelo de madre cristiana

Posted by: Ioseph

San Agustín 02 (10)
Santa Mónica y San Agustín

La Iglesia celebra en este día la memoria de Santa Mónica, madre de San Agustín, la cual, con sus lágrimas y oraciones, alcanzó para su hijo la gracia de la conversión. Transcribimos a continuación un fragmento del libro abajo citado, en el que queda de manifiesto el amor y el celo de esta mujer ejemplar en pro del bien espiritual de su hijo.

“Frente a la pasiva actitud de su marido, Mónica, en cambio, no puede dejar de lado los problemas religiosos y morales de su hijo, y se sobresalta e inquieta. Se ha dado cuenta de que Agustín, al volver de Madaura, no es el mismo que el que tres o cuatro años antes saliera de su lado, de que ha experimentado un gran cambio, y no hacia el bien, y ve peligrar lo logrado con él en la infancia.
Ahora le ve ocioso, alternando con los compañeros de su edad, y de vida muy libre, pensando únicamente en diversiones o cosas más peligrosas. Teme, dice él mismo, que siga «las torcidas sendas por donde andan» los que vuelven la espalda al Señor. De ahí que le llame aparte y le advierta de los peligros que está corriendo y de lo que, según ella, debería evitar como más peligroso y perjudicial.

“He aquí una lección de Santa Mónica que nos vemos obligados a señalar y que las madres no pueden pasar por alto: la fortaleza de hablar con claridad a un hijo cuando se le ve en peligro. Posiblemente lo pensaría mucho, buscaría y rebuscaría el momento oportuno, temería la reacción o el rechazo del hijo, pero se decidió a enfrentarse a él. Son los tragos amargos que, a veces, acompañan a la maternidad y que es preciso afrontar con valentía y decisión. Su fe, su religiosidad y su gran amor al hijo le dan fuerzas para encarar la situación. Juzgará, además, el hacerlo un deber ineludible.

“Escribe San Agustín: «Mi padre era catecúmeno, y de esto hacía poco. De aquí el sobresaltarse ella con un santo temor y temblor, pues, aunque yo no era todavía cristiano, temió que siguiese las torcidas sendas por donde andan los que te vuelven la espalda y no el rostro». Pone de manifiesto, según se ve, la intranquilidad de la madre y, a través de ella, ve al Señor actuando en él: «¡Ay de mí! ¿Y me atrevo a decir que callabas entonces conmigo? ¿Y de quién eran, sino de Ti, aquellas palabras que por medio de mi madre, tu creyente, cantaste en mis oídos, aunque ninguna de ellas penetró en mi corazón para ponerlas por obra?».

“Adelanta que las palabras de su madre resbalaron en él, pero recuerda cómo y acerca de qué le advirtió: «Quería ella -y recuerdo que me lo amonestó en secreto con grandísima solicitud- que no fornicase y, sobre todo, que no adulterase con la mujer de nadie». Se decide Mónica a amonestarle, pero no lo hace ante los demás, sino «en secreto y con grandísima solicitud». Comprende la madre que corregirle ante los demás supondría, posiblemente, humillarle y exacerbarle. Y escoge el mejor modo posible: a solas los dos.
¡Qué hermosura en ese aparte entre madre e hijo y qué lección sobre el modo de actuar para tantas madres que están viviendo los mismos o parecidos problemas por los que Mónica pasó!”

Concluimos con la Oración colecta de la Misa en honor de la Santa:
“Oh Dios, consolador de los afligidos y salvación de los que en Ti esperan, que aceptaste las piadosas lágrimas de la bienaventurada Mónica por la conversión de su hijo Agustín, concédenos con tu gracia y por la intercesión de ambos que lloremos nuestros pecados y alcancemos el perdón”.

Fuente: Cf. Ulpiano Álvarez, Santa Mónica. Retrato de una madre