¿Sirven los sufrimientos?
Posted by: Nycticorax
Job y sus amigos
Es muy común oír decir esta objeción contra Dios –u objeciones similares–: “¿Qué he hecho yo a Dios, para que me mande tantos males?...” Dios podría reducir al silencio, poniendo ante los ojos atemorizados de ellos, la larga serie de pecados que sólo la indiferencia religiosa oculta a sus miradas, y los dolores eternos del infierno a que esas faltas son acreedoras.
Dios podría siempre contestar recordando las terribles penas del purgatorio, destinadas a hacer expiar los pecados veniales. Las penas de la presente vida son bien poca cosa comparadas con las expiaciones de la futura.
¿Qué han hecho a Dios?, preguntan. ¿Acaso los mártires y los santos que han sufrido tanto le habían hecho algo? Sus sufrimientos no eran para ellos un castigo, sino una prueba; y porque salieron victoriosos de esas pruebas Dios los ha coronado con corona inmortal en el cielo.
Dios no ha hecho el dolor, que fue introducido en la tierra por el pecado, causa de todos los males que se sufren en esta vida o en la otra. Pero Dios saca bien del mal, y se vale del sufrimiento para salvarnos. El sufrimiento sirve para convertirnos, para hacernos expiar nuestros pecados, para hacernos adquirir méritos.
Dadme muerte, dadme vida:
dad salud o enfermedad,
honra o deshonra me dad,
dadme guerra o paz crecida,
flaqueza o fuerza cumplida,
que a todo digo que sí:
¿qué mandáis hacer de mí?
Dadme riqueza o pobreza,
dad consuelo o desconsuelo,
dadme alegría o tristeza,
dadme infierno o dadme cielo,
vida dulce, sol sin velo,
pues del todo me rendí:
¿qué mandáis hacer de mí?
Dadme Calvario o Tabor,
desierto o tierra abundosa;
sea Job en el dolor,
o Juan que al pecho reposa;
sea viña fructuosa
o estéril, si cumple así:
¿qué mandáis hacer de mí?
Fuentes: P. A. Hillaire, La religión demostrada
Santa Teresa de Jesús, Qué mandáis hacer de mí