Solemnidad de San José, Patrono de la Iglesia II

Posted by: Laudem Gloriae

San José 04 (26)

La elección de San José para ser custodio y guardián de la familia de Nazaret, significó también para él la vocación a la intimidad divina. No debemos olvidar que San José se encuentra en el punto de división entre el antiguo y nuevo testamento; la primera parte de su vida pertenece al antiguo, la segunda al nuevo testamento.
 
Antes de la venida de Jesús la vida de San José, lo mismo que la de los demás patriarcas de la antigua alianza, estaba regulada por el espíritu del antiguo testamento, y sus relaciones con Dios estarían informadas por ese sentido de sagrado temor reverencial que animaba la vida espiritual de los tiempos premesiánicos. Pero desde el momento en que el ángel le revela el misterio de la Encarnación y viene a saber que María, su esposa, es la Madre del Redentor, todo cambia en su vida. Dios, adorado por él siempre como el Altísimo, el Inaccesible, el tres veces Santo, ahora se abaja y se acerca tanto a él, que se encarna en el seno de su Esposa y se fija en él para que sea su padre nutricio.
 
Apenas nacido, Jesús es puesto en sus brazos y confiado a su cuidado; irá creciendo bajo sus miradas, comerá a su mesa y dormirá bajo su mismo techo. ¡Oh qué vida de intimidad! Pero una intimidad que no sólo se manifiesta en estas relaciones externas de familia, sino que principalmente vive en relaciones interiores y espirituales, porque José conoce por fe que Jesús es su Dios. De esta manera el Santo Patriarca fue el primero en penetrar, juntamente con María, en aquella vida de amor e intimidad con Dios que Jesús nos vino a enseñar. En este panorama San José se nos presenta cumpliendo su misión no sólo con una entrega externa total, sino con el corazón lleno de Jesús, con un corazón donde florece una vida riquísima de intimidad divina. Al mismo tiempo que se da externamente a los deberes de su oficio de padre nutricio, en el centro íntimo de su alma vive en continuo contacto de amor con su Dios, Verbo Encarnado.
 
Cada uno de nosotros tiene en la Iglesia una pequeña misión que cumplir para bien de las almas y para gloria de Dios. Misión que exige trabajos, a veces quizá duros, sacrificios y actividad intensa. A imitación de San José, debemos darnos con absoluta generosidad, sin reserva, sin perdonar fatiga, a ese trabajo apostólico; pero al mismo tiempo tenemos que cumplir las obras divinas y los ejercicios que nos ponen en contacto con Dios, con un corazón lleno de Dios, con un corazón que viva en intimidad con Él, vivificando y fortaleciendo esa intimidad mediante el ejercicio constante de la oración. Que San José nos enseñe el dulce secreto de su vida al mismo tiempo activa y contemplativa, para que sepamos, como él, darnos a la acción sin descuidar nuestra vida de íntima unión con Dios.
 
“Querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso Santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios, que no la vea más aprovechada en la virtud; porque aprovecha en gran manera a las almas que a él se encomiendan. Paréceme ha algunos años que cada año en su día le pido una cosa, y siempre la veo cumplida. Si va algo torcida la petición, él la endereza para más bien mío.
 Si fuera persona que tuviera autoridad de escribir, de buena gana me alargara en decir muy por menudo las mercedes que ha hecho este glorioso Santo a mí y a otras personas (…). Sólo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción.” (Santa Teresa de Jesús)
 
“Estáse ardiendo el mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo, como dicen, pues le levantan mil testimonios, quieren poner su Iglesia por el suelo” (Santa Teresa de Jesús) ¡Oh José, haz que bajo tu patrocinio crezca y prospere la vida de la Iglesia entera y la vida interior de cada cristiano! Yo pongo bajo tu protección mi vida espiritual; tú que viviste tan cerca de Jesús, introdúceme en tu intimidad y haz que pueda servirle como tú, con un corazón lleno de amor.

 Fuente: Cfr. P. Gabriel de Santa María Magdalena, O.C.D., Intimidad Divina