Vivir para Dios

Posted by: Laudem Gloriae

Custodia Adoración 02 (02)

«Obrar con el fin purísimo de agradar únicamente a Dios, no queriendo, si fuera posible, que jamás el ojo humano fuera testigo», fue el programa de Santa Teresa Margarita del Corazón de Jesús, la Santa de la vida oculta. Queriendo reservar sólo para Dios la donación completa de sí misma, fue celosísima en esconder a los ojos de las criaturas la riqueza de su vida interior, el heroísmo de sus virtudes, de tal modo que su vida fue la realización plena de aquella fórmula: «vivir sola con Dios solo».
El alma que busca la aprobación, la alabanza y la estima de las criaturas, no vive sola con Dios solo, su vida interior no podrá ser profunda, sus relaciones con Dios no podrán ser muy íntimas. Es un alma que vive aún en la superficie. Estando preocupada todavía de las apariencias externas, del qué pensarán o dirán de ella, fácilmente se dejará arrastrar en su manera de obrar por el respeto humano, por el deseo de conquistarse la benevolencia y la estima ajenas. Por eso en sus acciones faltará muchas veces la simplicidad, la pureza de intención, y tal vez la sinceridad. Su vida sobrenatural está aún muy cargada de humanidad para que el espíritu de Dios pueda dominar toda su actividad, y de ahí que frecuentemente obra, no para agradar a Dios, para darle gloria, sino para agradar a los hombres, para ganarse su afecto, para alcanzar un puesto más o menos honroso.

Cuando
«sorprendamos en nosotros este deseo de gloria -decía Santa Teresa del Niño Jesús- alistémonos humildemente en las filas de los imperfectos y pensemos que somos almas débiles, a quienes Dios tiene que sostener en todo momento». La misma Santa hacía para sí esta petición: «¡Oh Jesús!... Que nadie se ocupe de mí; que me vea pisada y olvidada como un granito de arena». El alma de vida interior sólo quiere ser conocida y amada por Dios: por eso se oculta a las criaturas.

¡Oh Señor! Ser olvidado por las criaturas, trabajar sin que mi trabajo sea reconocido, pasar en el silencio y en la oscuridad de una vida humilde, donde nada sobresalga, nada sea digno de atención, he aquí algo que mata hasta en sus raíces mi orgullo; he aquí, Señor, una cura enérgica a ese deseo innato que yo tengo de hacerme valer.
Señor, lo confieso y Tú lo sabes ya; estoy muy lejos de desear, como los Santos, el olvido, el descuido de las criaturas, yo que muchas veces espontáneamente me industrio en mil pequeños detalles para hacerme notar, para aparecer a la vista de los demás. Tú sabes, Jesús mío, que estoy enfermo, pero Tú sabes también que quiero sanar, plasmando mi vida según el molde de la tuya. Solamente porque deseo asemejarme a ti, puedo aceptar y amar el ocultamiento; solamente para merecer tu amor, tus miradas, tu intimidad, puedo renunciar a la benevolencia y a la estima de las criaturas. ¡Oh Jesús! Acrecienta mi deseo de vivir sólo para ti, y me será dulce vivir ignorado de los hombres.

Fuente: Cf. P. Gabriel de S. M. Magdalena, o.c.d, Intimidad Divina