Candelaria

La presentación del Niño Jesús y la Purificación de María Santísima

Posted by: Laudem Gloriae

Presentación de Jesús en el Templo 02 (09)

¡Oh Señor! Te suplico, por intercesión de María Santísima, que te dignes purificar mi alma.
La fiesta de hoy, que cierra el ciclo litúrgico natalicio, es al mismo tiempo fiesta de Jesús y de María; de Jesús, que, al cumplirse los cuarenta días de su nacimiento, es presentado en el templo por su Madre, según lo prescribía la ley; de María, que se somete al rito de la purificación.
La liturgia celebra ante todo la primera entrada de Jesús Niño en el Templo:
“He aquí que viene a su templo el Dominador, el Señor; gózate y alégrate, oh Sión, saliendo al encuentro de tu Dios” (Breviario Romano).
Salgamos también nosotros a su encuentro, emulando los sentimientos del anciano Simeón, quien, “movido por el Espíritu Santo, fue al templo” (Lc. 2, 22-23) y, lleno de alegría tomó en sus manos al Niño Jesús.

Para hacer más festivo este encuentro, la Iglesia bendice las candelas y las pone en nuestras manos, y así, con los cirios encendidos, entramos procesionalmente en el templo. La candela encendida es símbolo de la vida cristiana, de la fe y de la gracia que deben resplandecer en nuestra alma. Pero también es símbolo de Cristo, luz del mundo,
“luz puesta para iluminar las naciones”, como le saluda Simeón. La candela encendida nos recuerda que debemos llevar siempre con nosotros a Cristo, fuente de nuestra vida, autor de la fe y de la gracia, y que el mismo Cristo es quien nos dispone con su gracia para que corramos hacia Él con más fe y con más amor. Que nuestro encuentro con Él sea hoy lo más íntimo y santificador posible.
Jesús es presentado en el templo para ser ofrecido al Padre. El rescate que se pagaba por los primogénitos de los hebreos en su presentación en el templo, no tiene en Jesús ningún efecto. Él es la Víctima que deberá ser inmolada por la salvación del mundo. Su presentación en el templo es como el ofertorio de su vida; el sacrificio se consumará más tarde en el Calvario. Ofrezcámonos juntamente con Jesús.

“¡Oh Jesús! Por las manos de María quiero hoy ofrecerme al Eterno Padre juntamente contigo. Más Tú eres Hostia purísima, santa, inmaculada, y yo me encuentro lleno de manchas, de miserias y de pecados. ¡Oh Madre mía, María! Ya que, a pesar de estar exenta de toda sombra de imperfección, quisiste ser purificada, te pido que limpies mi pobre alma, para que pueda ser ofrecida menos indignamente al Padre en unión con tu Jesús. ¡Oh Virgen purísima! Introdúceme en el camino de una seria y profunda purificación, y después acompáñame Tú misma, para que por mi pusilanimidad no desfallezca ante la aspereza del camino.

Fuente: Cf. P. Gabriel de S. M. Magdalena, o.c.d, Intimidad Divina