Pecado Mortal

Siete consideraciones para cada día de la semana (II)

Posted by: Ioseph

Alegoría de los placeres 01 (01)
Alegoría de los placeres

LUNES: El pecado mortal

1. ¡Si supieses, hijo mío, lo que haces cometiendo un pecado mortal! Vuelves las espaldas al Dios que te ha creado y colmado de beneficios; desprecias su gracia y su amistad. Dices con los hechos al Señor: “Alejaos de mí, Señor; no quiero ya obedeceros, no quiero serviros, ni reconoceros ya por mi Dios: Non sérviam. He elegido para mi dios aquel placer, aquella venganza, aquella cólera, aquella mala conversación, aquella blasfemia”. ¿Es posible imaginar una ingratitud más monstruosa? Y no obstante, he ahí lo que haces ofendiendo a tu Dios.

2. Es tanto más negra esta ingratitud, cuanto que para pecar te has servido de los mismos bienes que Dios te ha dado. Oídos, ojos, boca, lengua, pies y manos, todo te fue dado por Dios, y los has empleado para ofenderle. Escucha lo que te dice el Señor:
“Hijo mío, te he creado de la nada, te he dado todo cuanto tienes, te he hecho nacer en la verdadera Religión, te he concedido la gracia del bautismo, podía haberte dejado morir cuando estabas en el pecado, y te conservé la vida para no enviarte al infierno, ¿y tú, olvidando tantos beneficios, quieres aún servirte de esos mismos dones míos para ofenderme?” ¿Quién no experimentará dolor, a la vista de una injuria tan enorme hecha a un Dios tan bueno, por criaturas tan miserables como nosotros?

3. Considera, además, que este Dios de bondad no deja de estar justamente irritado por tus ofensas, y que cuanto más continúas viviendo en el pecado, tanto más excitas contra ti la cólera de Dios: por lo cual debes temer que si multiplicas tus faltas, el Señor te abandonará.
In plenitúdine peccatárum púniet. No porque te falte su misericordia, sino porque te faltará tiempo para implorarla, porque el que abusa de las gracias de Dios, no merece que se las conceda. Grande es el número de los pecadores que vivieron en pecado con la esperanza de convertirse; pero la muerte llegó cuando menos la esperaban y no les dio tiempo para que pusieran en orden su conciencia, y ahora, helos ¡ay! eternamente perdidos. ¿No tiemblas al pensar que puede sucederte igual desgracia? Después de tantas culpas como Dios te ha perdonado, ¿no podría castigarte al primer pecado mortal que cometieras y precipitarte en el infierno?

Dale gracias por haberte esperado hasta ahora y toma una firme resolución, diciéndole:
“¡Dios mío! demasiado os he ofendido hasta ahora; quiero emplear la vida que me resta en amaros y llorar mis pecados, de los que me arrepiento de todo corazón. Jesús mío quiero amaros; Santísima Virgen, Madre de Dios, ayudadme. Así sea”.

Fuente: San Juan Bosco, La juventud instruida

Siete consideraciones para cada día de la semana (I.a)

Posted by: Ioseph

Alegoría de la muerte 01 (01)
Alegoría de la muerte

l. Domingo: Fin del hombre.
2. Lunes: El pecado mortal.
3. Martes: La muerte.
4. Miércoles: El juicio.
5. Jueves: El infierno.
6. Viernes: La eternidad de las penas.
7. Sábado: El Paraíso.

Como deseo mucho, hijos míos, que todos los días tengáis un rato de lectura piadosa, os ofrezco una corta consideración para cada día de la semana, y espero que la leeréis atentamente, dado caso que no tengáis otro libro más apropiado para ello.
Después de haberos arrodillado decid lo siguiente:
Dios mío, me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; concededme la gracia de conocer bien las verdades que voy a meditar y abrasadme de amor a Vos. Virgen Santísima, Madre de Jesús, rogad por mí.


DOMINGO: Fin del hombre

1. Considera, hijo mío, que Dios te ha creado a su imagen, que te ha dado un alma y un cuerpo, sin el menor mérito de tu parte. Además, por el bautismo te ha hecho hijo suyo, te ha amado siempre, y te ama aún como tierno padre, y no te ha creado para otro fin que para amarle y servirle en este mundo y merecer así algún día ser eternamente feliz en el Paraíso.
No estás, pues, en este mundo sólo para divertirte, enriquecerte, comer, beber y dormir como los animales privados de razón: infinitamente más noble y más sublime es el fin para el cual fuiste creado, a saber: amar y servir a Dios y salvar así tu alma.
Si durante tu vida, tienes siempre presente este pensamiento, ¡qué consuelo experimentarás en la hora de la muerte! Pero si al contrario no piensas seriamente en servir a Dios, ¡qué remordimientos experimentarás en aquel instante en que conocerás claramente que las riquezas y los placeres de que has gozado en la tierra de nada sirven si no es para llenar de amargura tu corazón, y hacerte conocer el daño que has causado a tu alma!

Por eso, hijo mío, guárdate bien de ser de aquellos que sólo piensan en procurarse placeres y satisfacer sus pasiones; pues estos al fin de la vida se encontrarán en gran peligro de perderse eternamente.
El secretario de un rey de Inglaterra, moría exclamando:
"¡Desdichado de mí, he empleado tanto papel en escribir las cartas de mi señor, y no he sabido emplear una sola hoja para escribir mis pecados y hacer una buena confesión!"

2. Sube de punto la importancia de tu fin, si consideras que tu salvación eterna o tu eterna condenación depende de ella. Si salvas tu alma, todo te irá bien y serás feliz para siempre; pero si la pierdes, pierdes al mismo tiempo a Dios y el Paraíso, y te condenas por toda la eternidad.
No imites la locura de los desventurados que dicen:
"Cometo este pecado, y después me confesaré"; no te dejes engañar por estas palabras, porque el Señor maldice al que peca con la esperanza de obtener el perdón: Maledíctus homo qui péccat in spe. Acuérdate de que todos los condenados tenían la intención de convertirse más tarde, y a pesar de eso se han perdido por toda la eternidad. ¿Estás cierto, acaso, de tener tiempo para confesarte? ¿Quién te asegura, que no morirás inmediatamente después del pecado? Además, ¿no es una locura herirte gravemente con la esperanza de encontrar un médico que te cure?
Renuncia, pues, al pensamiento falaz de entregarte más tarde a la virtud y al servicio de Dios; hoy mismo detesta y abandona para siempre el pecado, que es el mayor de todos los males, y que alejándote de tu fin, te priva de todos los bienes.

Fuente: San Juan Bosco, La juventud instruida

Visión de una persona que muere en pecado

Posted by: Laudem Gloriae

Muerte 01 (01)

Santa Teresa cuenta así la visión que tuvo de una persona que murió en pecado mortal:

Otra vez me acaeció otra cosa que me espantó muy mucho. Estaba en una parte adonde se murió cierta persona que había vivido harto mal, según supe, y muchos años; más hacía dos años que tenía enfermedad y en algunas cosas parece estaba con enmienda. Murió sin confesión, mas, con todo esto, no me parecía a mí que se había de condenar. Estando amortajando el cuerpo, vi muchos demonios tomar aquel cuerpo, y parecía que jugaban con él, y hacían también justicias en él, que a mí me puso gran pavor, que con garfios grandes le traían de uno en otro.
Como le vi llevar a enterrar con la honra y ceremonias que a todos, yo estaba pensando la bondad de Dios cómo no quería fuese infamada aquel alma, sino que fuese encubierto ser su enemiga.

Estaba yo medio boba de lo que había visto. En todo el Oficio no vi más demonio. Después, cuando echaron el cuerpo en la sepultura, era tanta la multitud que estaban dentro para tomarle, que yo estaba fuera de mí de verlo, y no era menester poco ánimo para disimularlo. Consideraba qué harían de aquella alma cuando así se enseñoreaban del triste cuerpo. Pluguiera al Señor que esto que yo vi ¡cosa tan espantosa! vieran todos los que están en mal estado, que me parece fuera gran cosa para hacerlos vivir bien.

Fuente: Cf. Santa Teresa de Jesús, Libro de la Vida, Cap. 38, 24 y 25.

El castillo interior (IV)

Posted by: Laudem Gloriae

Cárcel 01 (01)

Prosigue declarando la fealdad de un alma en pecado mortal y dice cómo toda cosa buena que hagamos viene de esta fuente o sol que es Dios.

Es de considerar aquí que la fuente y aquel sol resplandeciente que está en el centro del alma no pierde su resplandor y hermosura que siempre está dentro de ella, y cosa no puede quitar su hermosura. Mas si sobre un cristal que está al sol se pusiese un paño muy negro, claro está que, aunque el sol dé en él, no hará su claridad operación en el cristal.

¡Oh almas redimidas por la sangre de Jesucristo! ¡Entendeos y habed lástima de vosotras! ¿Cómo es posible que entendiendo esto no procuráis quitar esta pez de este cristal? Mirad que,
si se os acaba la vida, jamás tornaréis a gozar de esta luz. ¡Oh Jesús, qué es ver a un alma apartada de ella! ¡Cuáles quedan los pobres aposentos del castillo! ¡qué turbados andan los sentidos, que es la gente que vive en ellos! Y las potencias, que son los alcaides y mayordomos y maestresalas, ¡con qué ceguedad, con qué mal gobierno! En fin, como adonde está plantado el árbol que es el demonio, ¿qué fruto puede dar?

Oí una vez a un hombre espiritual que no se espantaba de cosas que hiciese uno que está en pecado mortal, sino de lo que no hacía.
Dios por su misericordia nos libre de tan gran mal, que no hay cosa mientras vivimos que merezca este nombre de mal, sino ésta, pues acarrea males eternos para sin fin. Esto es, hijas, de lo que hemos de andar temerosas y lo que hemos de pedir a Dios en nuestras oraciones; porque, si El no guarda la ciudad, en vano trabajaremos (cf. S. 126,1-2), pues somos la misma vanidad.

Decía aquella persona que había sacado dos cosas de la merced que Dios le hizo: la una, un
temor grandísimo de ofenderle, y así siempre le andaba suplicando no la dejase caer, viendo tan terribles daños; la segunda, un espejo para la humildad, mirando cómo cosa buena que hagamos no viene su principio de nosotros, sino de esta fuente adonde está plantado este árbol de nuestras almas, y de este sol que da calor a nuestras obras. Dice que se le representó esto tan claro, que en haciendo alguna cosa buena o viéndola hacer, acudía a su principio y entendía cómo sin esta ayuda no podíamos nada; y de aquí le procedía ir luego a alabar a Dios y, lo más ordinario, no se acordar de sí en cosa buena que hiciese. No sería tiempo perdido, hermanas, el que gastaseis en leer esto ni yo en escribirlo, si quedásemos con estas dos cosas.

Fuente: Cf. Santa Teresa de Jesús, Castillo Interior, Moradas primeras, Cap. 2.

El castillo interior (III)

Posted by: Laudem Gloriae

Gollum 01 (01)

Trata de cuán fea cosa es un alma que está en pecado mortal.

Antes que pase adelante, os quiero decir que consideréis qué será ver este castillo tan resplandeciente y hermoso, esta perla oriental, este árbol de vida que está plantado en las mismas aguas vivas de la vida, que es Dios, cuando cae en un pecado mortal: no hay tinieblas más tenebrosas, ni cosa tan oscura y negra, que no lo esté mucho más. No queráis saber más que, con estarse el mismo sol que le daba tanto resplandor y hermosura todavía en el centro de su alma, es como si allí no estuviese para participar de Él, con ser tan capaz para gozar de Su Majestad como el cristal para resplandecer en él el sol. Ninguna cosa le aprovecha; y de aquí viene que todas las buenas obras que hiciere, estando así en pecado mortal, son de ningún fruto para alcanzar gloria; porque no procediendo de aquel principio, que es Dios, de donde nuestra virtud es virtud, y apartándonos de Él, no puede ser agradable a sus ojos; pues, en fin, el intento de quien hace un pecado mortal no es contentarle, sino hacer placer al demonio, que como es las mismas tinieblas, así la pobre alma queda hecha una misma tiniebla.

Yo sé de una persona a quien quiso nuestro Señor mostrar cómo quedaba un alma cuando pecaba mortalmente. Dice aquella persona que le parece si lo entendiesen no sería posible ninguno pecar, aunque se pusiese a mayores trabajos que se pueden pensar por huir de las ocasiones. Y así le dio mucha gana que todos lo entendieran; y así os la dé a vosotras, hijas, de
rogar mucho a Dios por los que están en este estado, todos hechos una oscuridad, y así son sus obras; porque así como de una fuente muy clara lo son todos los arroyicos que salen de ella, como es un alma que está en gracia, que de aquí le viene ser sus obras tan agradables a los ojos de Dios y de los hombres, porque proceden de esta fuente de vida, adonde el alma está como un árbol plantado en ella, que la frescura y fruto no tuviera si no le procediere de allí, que esto le sustenta y hace no secarse y que dé buen fruto; así el alma que por su culpa se aparta de esta fuente y se planta en otra de muy negrísima agua y de muy mal olor, todo lo que corre de ella es la misma desventura y suciedad.

Fuente: Cf. Santa Teresa de Jesús, Castillo Interior, Moradas primeras, Cap. 2.

La Confesión (II)

Posted by: Laudem Gloriae

Confesión Sacramental 03 (05)
Nuestro Señor y San Dimas

Cuando, al acercarse al tribunal de la Penitencia, no encuentra el alma más que pecados veniales de que acusarse, no debe preocuparse de la integridad de la confesión –es decir, que sea completa-, como tiene que hacerlo, por el contrario, cuando se trata de pecados mortales. No es necesario que enumere todas las faltas veniales que haya cometido durante la semana; es mucho más provechoso que fije la atención en primer lugar sobre las deliberadas, y después sobre las semi-deliberadas, aunque no pasen de simples imperfecciones, y manifieste no sólo su aspecto exterior, sino también su motivo íntimo.

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La Confesión (I)

Posted by: Laudem Gloriae

Confesión Sacramental 02 (03b)

A los pies de tu cruz, Jesús mío, confieso mis pecados y te pido que derrames sobre mí tu Sangre preciosa para que mi alma sea purificada.

La Confesión es el Sacramento de la Sangre de Cristo, con la cual -según la expresión gráfica de Santa Catalina de Siena- “ha querido prepararnos un baño para purificar de la lepra del pecado la cara de nuestras almas”.

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La confesión íntegra, medio de liberación II

Posted by: Ioseph

Confesionario 01 (01)

Doctrina de la Iglesia
La confesión, además, debe ser íntegra, en el sentido de que debe enunciar «omnia peccata mortalia» –“todos los pecados mortales”–, como afirma expresamente el concilio de Trento, que explica esta necesidad no como una simple prescripción disciplinar de la Iglesia, sino como exigencia de derecho divino, porque en la misma institución del sacramento así lo estableció el Señor:

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