Reyes Magos

Aquellos niños mueren por Cristo

Posted by: Thomas

Niños Inocentes 01 (01b)

El gran Rey nace como un niño pequeño, Vienen los magos desde tierras lejanas; vienen para adorar al que está todavía acostado en un pesebre, pero que reina ya en el cielo y en la tierra. Cuando los magos hacen saber a Herodes que ha nacido el Rey, Herodes se altera y, para no perder su reino, quiere matar al recién nacido; y, sin embargo, si hubiese creído en Él hubiera podido reinar tranquilo aquí en la tierra y para siempre en la otra vida.
¿Por qué temes, Herodes, al oír que ha nacido el Rey? Él no ha venido para destronarte, sino para vencer al diablo. Pero tú no lo entiendes y por esto te alteras y te llenas de furor; y, para perder al único niño que buscas, te conviertes en el cruel asesino de muchos.

Matas los cuerpos de los niños, porque a ti el temor te mata el corazón; y piensas que, si logras tu objetivo, podrás vivir por largo tiempo, cuando en realidad pretendes matar al que es la Vida en persona.
Aquel que es la fuente de la gracia, que es pequeño y grande a la vez, que está acostado en un pesebre, te hace temer por tu trono; por medio de ti, y sin que tú lo sepas, realiza sus designios y libra a las almas de la cautividad del demonio. A los que habían nacido en pecado los recibe en el número de sus hijos adoptivos.

Aquellos niños, sin saberlo, mueren por Cristo, y sus padres lloran la muerte de aquellos mártires; Cristo, cuando eran todavía incapaces de hablar, los convierte en idóneos testigos suyos. Así es el reinado de aquel que ha venido para ser Rey. Así libera aquel que ha venido a ser libertador, así salva aquel que ha venido a ser salvador. Pero tú, Herodes, ignorando todo esto, te alteras y te llenas furor, y, al llenarte de furor contra aquel niño, le prestas ya tu homenaje sin saberlo.

¡Cuán grande y gratuito es el don! ¿Qué merecimientos tenían aquellos niños para obtener la victoria? Aún no hablan y ya confiesan a Cristo. Sus cuerpos no tienen aún la fuerza suficiente para la lucha y han conseguido ya la palma de la victoria.

Fuente: San Quodvuldeo, obispo, Sermones, Oficio de Lecturas, Liturgia de las Horas

Hemos visto su estrella y venimos a adorarlo

Posted by: Laudem Gloriae

Pesebre 08 (27)

“Hemos visto su estrella en Oriente y venimos con dones a adorarle”.
En estas palabras del versículo del Aleluya sintetiza la misa de Epifanía la conducta de los Magos. Divisar la estrella y ponerse en camino, fue todo uno. No dudaron porque su fe era sólida, firme, maciza. No titubearon frente a la fatiga del largo viaje, porque su corazón era generoso. No lo dejaron para más tarde, porque tenían un ánimo decidido.
En el cielo de nuestras almas aparece también frecuentemente una estrella misteriosa: es la inspiración íntima y clara de Dios que nos pide algún acto de generosidad, de desasimiento, o que nos invita a una vida de mayor intimidad con Él. Si nosotros siguiéramos esa estrella con la misma fe, generosidad y prontitud de los Magos, ella nos conduciría hasta el Señor, haciéndonos encontrar al que buscamos.

Los Magos continuaron buscando al Niño aún durante el tiempo en que la estrella permaneció escondida a sus miradas; también nosotros debemos perseverar en la práctica de las buenas obras aún en medio de las más oscuras tinieblas interiores: es la prueba del espíritu, que solamente se puede superar con un intenso ejercicio de pura y desnuda fe.
Sé que Dios lo quiere, debemos repetirnos en esos instantes, sé que Dios me llama, y esto me basta: “Scio cui credidi et certus sum” (II Tim. 1, 12); sé muy bien en qué manos me he colocado y, a pesar de todo lo que pueda sucederme, no dudaré jamás de su bondad.
Animados con estas disposiciones, vayamos también nosotros con los Magos a la gruta de Belén:
“Y así como ellos en sus tesoros ofrecieron al Señor místicos dones, también del fondo de nuestros corazones se eleven ofrendas dignas de Dios” (Breviario Romano).

Tú me das a comprender, oh Jesús mío, que deseas mi colaboración para la venida de tu reino; tú quieres que yo ore, sufra y trabaje por la conversión de todos, vecinos y lejanos… Tú quieres que también yo lleve ante tu cuna los regalos de los Magos: el incienso de la oración, la mirra de la mortificación y del sufrimiento abrazado generosamente, y el oro del amor; un amor que convierta mi corazón en posesión exclusivamente tuya, y me incite a trabajar y a darme por completo en beneficio de los pecadores y de los infieles y para la mayor santificación de tus escogidos.
¡Oh dulcísimo Rey!, crea en mí un corazón de apóstol. ¡Con cuánta ilusión yo quisiera traer hoy a tus plantas las sinceras alabanzas y adoraciones de todos los hombres de la tierra!
¡Oh Jesús mío!, te suplico que, al mismo tiempo que te manifiestas al mundo, te des a conocer cada vez más a mi alma. Que brille hoy también para mí tu estrella y me enseñe el camino que conduce a ti; que el día de hoy sea también para mí una verdadera Epifanía, es decir, una nueva manifestación tuya a mi entendimiento y a mi corazón. Quién más te conoce más te ama, oh Señor; y yo deseo conocerte sólo para amarte y para darte a ti cada vez con mayor generosidad.

Fuente: Cf. P. Gabriel de S. M. Magdalena, o.c.d, Intimidad Divina