La Cuaresma, un tiempo para acercarnos más al Señor

Posted by: Nycticorax

Jesús en la Cruz 01 (02b)

No podemos dejar pasar este día sin fomentar en nuestra alma un deseo profundo y eficaz de volver una vez más, como el hijo pródigo, para estar más cerca del Señor. San Pablo, en la Segunda lectura de la Misa, nos dice que este es un tiempo excelente que debemos aprovechar para una conversión: Os exhortamos, dice, a no echar en saco roto la gracia de Dios (...). Mirad: ahora es el tiempo de la gracia; ahora es el día de la salvación (2 Cor 5, 20-6, 2). Y el Señor nos repite a cada uno, en la intimidad del corazón: Convertíos. Volved a Mí de todo corazón.
Ahora se nos presenta un tiempo en el cual este recomenzar de nuevo en Cristo va a estar sostenido por una particular gracia de Dios, propia del tiempo litúrgico que hemos comenzado. Por eso, el mensaje de la Cuaresma está lleno de alegría y de esperanza, aunque sea un mensaje de penitencia y de mortificación.

«Cuando uno de nosotros reconoce que está triste, debe pensar: es que no estoy suficientemente cerca de Cristo. Cuando uno de nosotros reconoce en su vida, por ejemplo, la inclinación al mal humor, al mal genio, tiene que pensar eso; no echar la culpa a las cosas de alrededor, que es una manera de equivocarnos, es una manera de desorientar la búsqueda» (Ángel Mª García Dorronsoro). A veces, cierta apatía o tristeza espiritual puede estar motivada por el cansancio, por la enfermedad..., pero más frecuentemente se fragua por la falta de generosidad en lo que el Señor nos pide, en la poca lucha por mortificar los sentidos, en no preocuparse por los demás. En definitiva, por un estado de tibieza.
Junto a Cristo encontramos siempre el remedio a una posible tibieza y las fuerzas para vencer en aquellos defectos que de otra manera nos resultarían insuperables. «Cuando alguien diga: “Yo tengo una pereza irremediable, yo no soy tenaz, yo no puedo terminar las cosas que emprendo”, debería pensar (hoy): “Yo no estoy lo suficientemente cerca de Cristo”.
Por eso, aquello que cada uno de nosotros reconozca en su vida como defecto, como dolencia, debería ser inmediatamente referido a este examen íntimo y directo: “No tengo yo perseverancia, no estoy cerca de Cristo; no tengo alegría, no estoy cerca de Cristo”. Voy a dejar ya de pensar que la culpa es del trabajo, que la culpa es de la familia, de los padres o de los hijos... No. La culpa íntima es de que yo no estoy cerca de Cristo. Y Cristo me está diciendo: ¡Vuélvete! “Volveos a Mí de todo corazón!”.

(...) Tiempo para que cada uno se sienta urgido por Jesucristo. Para que los que alguna vez nos sentimos inclinados a aplazar esta decisión sepamos que ha llegado el momento. Para que los que tengan pesimismo, pensando que sus defectos no tienen remedio, sepan que ha llegado el momento. Comienza la Cuaresma; mirémosla como un tiempo de cambio y de esperanza.

Fuente: Francisco Fernández-Carvajal, Hablar con Dios, T. II

Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará (II)

Posted by: Thomas

Virgen de Fátima 04 (23)

LOS PASTORCITOS, LOS PREDILECTOS DE MARÍA SANTÍSIMA (primera parte)

Estimado amigo que lees estas publicaciones: hoy vamos a adentrarnos un poco en la vida de los pequeños niños que fueron favorecidos con la visión de la Virgen en Fátima.
Cuando se quiere profundizar en una aparición o manifestación sobrenatural, es necesario considerar todo el contexto en donde se realiza, los lugares donde ocurren los hechos, las circunstancias históricas, los videntes, etc. Para esto nos vamos a guiar con ese librito maravilloso, y tan lleno de candor, inocencia, y belleza, titulado
Memorias de la Hermana Lucía, elemental e insustituible para estudiar sobre las apariciones en Fátima.

LA PEQUEÑA LUCÍA: nos ubicamos en Aljustrel, pequeño pueblecito perteneciente a la parroquia de Fátima, de blancas casitas, gente sencilla, trabajadora y cristiana; pueblito rodeado de valles y montes tapizados de olivas, robles, pinos, encinas, etc.
Adentrándonos en el poblado podemos encontrar la casita de la familia de Lucía Dos Santos, casita blanca como las demás, con gran patio rodeado de almendros, olivos y castaños. Lucía es la menor de seis hermanos; nació el 22 de marzo de 1907, sus padres son Antonio Dos Santos Y María Rosa Marto.
En sus memorias, nuestra protagonista recuerda que la primera cosa que aprendió fue recitar el Ave María, puesto que la mamá se encargaba personalmente de la formación cristiana de sus hijos. Creció rodeada del cariño y “mimos” de toda la familia, puesto que al ser la menor, era la depositaria de la ternura de todos.

Nos ha dejado en sus escritos un hermoso relato que nos ejemplifica la vida familiar; es tan bello que lo transcribiremos textualmente:
“Después de la cena y del rezo que le seguía, dirigido por mi padre, se comenzaba a trabajar. Todos tenían qué hacer: mi hermana María iba al telar; mi padre llenaba las canillas; Teresa y Gloria iban a la costura; mi madre hilaba; Carolina y yo, después de arreglar la cocina, estábamos empleadas en quitar los hilvanes, coser botones, etc.; mi hermano, para despabilarnos del sueño, tocaba el acordeón, al son del cual cantábamos varias cosas. Los vecinos venían, no pocas veces, a hacernos compañía. A varias mujeres oí decir algunas veces a mi madre: ¡Qué feliz eres tú! ¡Qué encantos de hijos que Nuestro Señor te dio!”.
En este clima de fe, alegría y unión familiar, van pasando los años. Llega el tan ansiado día de la primera comunión de Lucía. La madre y las hermanas se encargaron de todos los detalles. Antes de partir para la Iglesia Doña María Rosa da las últimas recomendaciones a su hija, entre las que se destaca la siguiente:
“sobre todo, pide a nuestro Señor que te haga una santa”, estas palabras se grabaron tan profundamente en el corazón de la pequeña que fue lo primero que dijo apenas recibió la Eucaristía: “Señor hazme una santa, guarda mi corazón siempre puro, para Ti solo”, y cuenta Lucía que en el fondo del corazón sintió estas palabras: “La gracia que hoy te ha sido concedida, permanecerá viva en tu alma, produciendo frutos de vida eterna”. Sobre este hecho agrega: “Desde entonces, perdí el gusto y atractivo que empezaba a sentir por las cosas del mundo; y solamente me sentía bien en algún lugar solitario, donde pudiese, a solas, recordar las delicias de mi primera comunión”.

Hermoso testimonio que podemos imitar, recordar el día de nuestra primera comunión, el día que por misericordia del Buen Dios comenzamos a alimentarnos con su Sagrado Cuerpo. ¿Cuánto tiempo pasó?, ¿diez, veinte, cuarenta, cincuenta años?, ¿conservamos la pureza e inocencia de ese día?; ¿cumplimos los propósitos de ese día?; actualmente ¿recibo la Eucaristía con el mismo fervor y devoción?
Hasta la próxima entrega.

La Iglesia de Cristo se apoya en la firmeza de la fe de Pedro

Posted by: Thomas

Cátedra de San Pedro 01 (02b)

De entre todo el mundo, sólo Pedro es elegido para ser puesto al frente de la multitud de los llamados, de todos los apóstoles, de todos los Padres de la Iglesia, pues, aunque en el pueblo de Dios son muchos los sacerdotes, muchos los pastores, a todos los rige Pedro, bajo el Supremo gobierno de Cristo. Dios, amadísimos hermanos, se dignó conceder a este hombre una grande y admirable participación en su poder; y todo aquello que quiso que los demás jefes del pueblo tuvieran en común con él se lo otorgó a través de él.

El Señor pregunta a los apóstoles qué piensa la gente acerca de él, y su respuesta concuerda en cuanto que expresa la desorientación de la ignorancia de los hombres.
Pero tan pronto como interroga a sus discípulos sobre la convicción que ellos tienen, el primero entre ellos en dignidad es el primero también en confesar al Señor. Cuando Pedro hubo dicho a Jesús:
Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, Jesús le respondió: Bienaventurado eres tú, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Es decir: «Bienaventurado eres, porque mi Padre te ha instruido; no has sido engañado por las opiniones terrenas, sino que te ha iluminado la inspiración celestial; ni la carne ni la sangre te han proporcionado el conocimiento de mi persona, sino aquel de quien soy el Hijo único.»
Y yo -añade- te digo; esto es: «Así como mi Padre te ha revelado mi divinidad, así quiero yo a mi vez darte a conocer tu propia dignidad: Tú eres Pedro», esto es: Yo soy la piedra inquebrantable, yo soy la piedra angular que hago de los dos pueblos una sola cosa, yo soy el fundamento fuera del cual nadie puede edificar; pero también tú eres piedra, porque por mi virtud has adquirido tal firmeza, que tendrás juntamente conmigo, por participación, los poderes que yo tengo en propiedad.»

Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y los poderes del infierno no la derrotarán.
«Sobre esta piedra firme -quiere decir- edificaré un templo eterno, y la alta mole de mi Iglesia, llamada a penetrar en el cielo, se apoyará en la firmeza de esta fe.»
Los poderes del infierno no podrán impedir esta profesión de fe, los vínculos de la muerte no la sujetarán, porque estas palabras son palabras de vida. Ellas introducen en el cielo a los que las aceptan, hunden en el infierno a los que las niegan.
Por esto dice Jesús al bienaventurado Pedro:
Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares sobre la tierra será atado en el cielo, y todo lo que desatares sobre la tierra será desatado en el cielo.
Verdad es que este poder fue comunicado también a los demás apóstoles y que este decreto constitutivo concierne igualmente a todos los que rigen la Iglesia; pero, al confiar semejante prerrogativa, no sin razón se dirige el Señor a uno solo, aunque hable para todos. La autoridad queda confiada de un modo singular a Pedro, porque él es constituido cabeza de todos los pastores de la Iglesia.

Fuente: San León Magno, Sermones, Oficio de Lecturas del día, Liturgia de las Horas

La transfiguración

Posted by: Laudem Gloriae

Transfiguración 01 (04)
Transfiguración

¡Oh Jesús! Que tu gracia triunfe en mí, hasta hacerme digno de participar de tu gloriosa transfiguración.
El alma de Jesús, unida personalmente al Verbo, gozaba de la visión beatífica, cuyo efecto connatural es la glorificación del cuerpo. Este efecto no se manifestó en Jesús, porque quiso, a lo largo de sus años de vida terrena, asemejarse a nosotros lo más posible, revistiéndose de “una carne semejante a la del pecado” (Rom. 8, 3). Sin embargo, para robustecer la fe de los apóstoles turbados por el anuncio de su Pasión, Jesús permitió que por breves instantes en el Monte Tabor, algunos rayos de su alma beata se transparentasen en su cuerpo: entonces Pedro, Santiago y Juan lo vieron transfigurado: “su rostro resplandeció como el sol y sus vestidos eran blancos como la nieve”. Los tres quedaron extasiados; y eso que Jesús sólo les había dejado ver un rayo de su gloria, pues ninguna creatura humana habría podido soportar la visión completa.

La gloria es el fruto de la gracia: la gracia, que Jesús posee en medida infinita, redunda en una gloria infinita, que le transfigura totalmente. Un fenómeno semejante sucede también en nosotros: la gracia nos transforma, nos transfigura
“de gloria en gloria” (II Cor. 3, 18), hasta que un día en el cielo nos introduzca en la visión beatífica de Dios. Mientras la gracia transfigura, el pecado desfigura con su oscuridad a los que yacen víctimas de él.

El Evangelio de hoy destaca la relación íntima que existe entre la Transfiguración y la Pasión de Jesús. Moisés y Elías, que aparecieron en el Tabor al lado del Salvador, hablan con Él precisamente, según puntualiza San Lucas, de su próxima Pasión,
“de su muerte que había de cumplirse en Jerusalén” (Lc. 9, 31).
Con esto el Maestro divino quiere decir a sus discípulos que ni Él ni ellos podrán llegar a la gloria de la Transfiguración sin pasar por el dolor. Es la misma lección que más tarde dará a los discípulos de Emaús:
“¿No era preciso que el Mesías padeciera esto y entrase en su gloria?” (Lc. 24, 26). Lo que el pecado desfiguró no puede volver a su primitiva belleza sobrenatural, sino a través del dolor que purifica.

¡Oh Jesús! Destruye en mí el pecado, ese pecado que ha desfigurado tu Rostro, ese pecado que ha desfigurado mi alma, creada a tu imagen y semejanza. Pero para que se cumpla esta destrucción es necesario que yo participe de tu Calvario, de tu Cruz; dígnate, pues, Señor, unir a tu Pasión todos los sufrimientos pequeños y grandes de mi vida, para que, purificado a través de ellos, pueda subir de claridad en claridad hasta la total transfiguración en ti.
La luz y la gloria del Tabor me animan; gracias, Señor, por haberme concedido, aunque sea por breves instantes, el contemplar tu esplendor, el gozar de tus divinas consolaciones; así fortalecido y animado bajo del monte para seguirte
a ti solo hasta el Calvario.

Fuente: Cf. P. Gabriel de S. M. Magdalena, o.c.d, Intimidad Divina

La perfección y el sacrificio (II)

Posted by: Ioseph

Santa Teresita 15 (28)
Familia Guerin - Santa Teresita

II. Mi aberración. - ¡Oh, cuán sencillamente me equivoco en este punto! A la menor idea de perfección que me asalta recurro al sacrificio, hasta el punto de que la idea de perfección se confunde casi, para mí, con la idea de privación y de sacrificio: apenas la concibo de otra manera. Cuando se apodera de mi corazón un fervor vehemente me lanzo por el camino de las penitencias y de las privaciones, creyendo que voy a encontrar luego en él la perfección. ¡Pobre extraviado! la perfección no se encuentra por ese camino.

Por lo común esos sacrificios son lo contrario de lo que se debe hacer. Porque mientras yo abrazo esas privaciones no pienso en enderezar mis caminos, continúo buscándome a mí mismo y el desorden persiste en el mismo estado. Con frecuencia también escojo esos sacrificios bajo la inspiración de mi capricho, de mis gustos del momento; hasta en su elección me busco a mí mismo. El acto mismo por el cual los escojo es, a menudo, acaso un desorden. Como actos satisfactorios pueden tener algún valor, pero para conducirnos a la perfección no tienen ninguno; por lo menos con mucha frecuencia.


III.
Mis fracasos. - Por otra parte, esos sacrificios por mí elegidos tienen muchas veces el inconveniente de ser superiores a mis fuerzas y de no responder a las necesidades presentes de mi alma. Porque, en tanto que yo no haga la rectificación de mis intenciones, no me encuentro a la altura de esos sacrificios, no tengo las fuerzas suficientes para soportarlos. Por lo demás, la gracia, que proporciona su acción a los progresos de mi alma, no me es dada para eso, y entonces ¿qué sucede? Que no produciendo esos ímpetus de generosidad los frutos que yo deseaba, no teniendo mi alma fuerzas para soportarlos me desaliento, vuelvo a caer más bajo de lo que antes estaba, y el resultado más lastimoso de este triste ensayo es que creo imposible la perfección: me parece que he hecho todo lo que estaba en mi mano, que no he retrocedido ante el sacrificio, ¡y sólo he logrado descender!...

No podía acaecer otra cosa: he hecho todo menos lo que era preciso hacer. ¿De qué sirve correr cuando no vamos por el camino que debemos seguir? Cuanto más aprisa se anda fuera del camino, más nos alejamos del término adónde vamos. ¿Por qué ir a buscar la perfección donde no está y no buscarla donde está?; ¿por qué ir a buscarla lejos cuando la tenemos cerca? En vez de sacrificar mi satisfacción, lo que debo hacer es enderezarla: ¡cuánto más sencillo es esto! Aquí es donde está la perfección.

Fuente: R. P. José Tissot, La vida interior

Del maravilloso efecto del Divino Amor (I)

Posted by: Laudem Gloriae

Virgen María 07 (19b)

¡Oh Señor Dios mío, Amador santo mío! Cuando tú vinieres a mi corazón, se alegrarán todas mis entrañas. Tú eres mi gloria y la alegría de mi corazón; tú eres mi esperanza y el refugio mío en el día de mi tribulación.
Mas porque aún soy débil en el amor, e imperfecto en la virtud, por eso tengo necesidad de ser fortalecido y consolado por ti. Por eso visítame, Señor, continuamente, e instrúyeme con santas doctrinas. Líbrame de mis malas pasiones y sana mi corazón de todos mis afectos desordenados; a fin de que sano y bien purificado en lo interior, sea apto para amarte, fuerte para sufrir y firme para perseverar.

Gran cosa es el amor y el mayor de todos los bienes. Él solo hace ligero todo lo pesado, y sufre con igualdad todo lo desigual, pues lleva la carga sin fatiga y hace dulce y sabroso todo lo amargo. El nobilísimo amor de Jesús nos anima a hacer grandes cosas y siempre nos mueve a desear lo más perfecto. El amor quiere estar en lo más alto, y no ser detenido en cosas bajas. El amor quiere ser libre y ajeno de toda afición mundana, para que no se impida su afecto interior, ni se embarace en ocupaciones de provecho temporal, ni caiga por algún daño o pérdida. No hay cosa más dulce que el amor, ni más fuerte, ni más alta, ni más espaciosa, ni más alegre, ni más cumplida ni mejor en el cielo ni en la tierra. Porque el amor nació de Dios y no puede descansar con nada de lo creado, sino con el mismo Dios.

El que ama vuela, corre, alégrase, es libre, y no es detenido; todas las cosas da por todo, y las tiene todas en todo, porque descansa en el único Sumo Bien sobre todas las cosas, del cual mana y procede todo bien. No mira a los dones, sino vuélvese al dador de ellos sobre todos los bienes. El amor muchas veces no sabe modo, mas se inflama sobre todo modo. El amor no siente carga, ni hace caso de los trabajos, antes desea más de lo que puede. No se queja que le manden lo imposible, porque cree que en Dios todo lo puede. Pues tiene poder para todo y muchas cosas ejecuta y pone por obra, en las cuales el que no ama desfallece y cae.

Fuente: Tomás de Kempis, Imitación de Cristo, L III, cap. 5

Convertirnos a Dios de todo corazón

Posted by: Laudem Gloriae

San Pablo 02 (09) Conversión
Conversión de San Pablo

¡Oh Señor, que me creaste para ti! Haz que con todas mis fuerzas yo tienda a ti, mi último fin.
Santo Tomás enseña que
“en el fin no hay que poner límites ni medida alguna” (II.-II., 184, 3); y, como la santidad es el fin de la vida espiritual, no debes proponértela bajo una forma reducida o empequeñecida, sino en toda su amplitud. Esta amplitud te habla de unión íntima con Dios, de una conformidad tan plena con su divina voluntad, que ésta sea el único motivo de todas tus acciones; esta amplitud te habla de una completa invasión de la gracia, porque, tan pronto como el alma se ha purificado de todo lo que es contrario a la voluntad de Dios, “le comunica Dios su ser sobrenatural de tal manera que parece el mismo Dios y tiene lo que tiene el mismo Dios” (San Juan de la Cruz). La santidad es plenitud de amor y de gracia, es transformación en Dios por amor, es deificación por gracia.

¿A qué grado de amor y de gracia llegarás? Esto depende, en primer lugar, de los designios de Dios sobre tu alma, y después, de tu colaboración personal. Ahora bien, por lo que a ti toca, el secreto para llegar a la meta está en no detenerse jamás, y esto por dos razones: primera, porque por más que crezcas en el amor, jamás llegarás a amar a Dios cuanto Él se merece; segunda, porque ignoras el grado de santidad a que Dios te llama. Además, el Señor no se dejará vencer en generosidad; por eso cuanto más te des a Él por el ejercicio de un amor intenso, tanto más se dará Él a ti por gracia.
La medida para amar a Dios es amarlo “sin medida”. Y si en el amor no has de poner medida, tampoco has de ponerla en tu conversión.
“Dice el Señor: convertíos a mí de todo corazón” (Jl. 2, 12); he aquí la condición indispensable para amar a Dios con todo el corazón. Es muy raro que esta conversión total se realice en un instante como efecto de un golpe particular de la gracia: lo más ordinario es que se llegue a ella a través de una larga y progresiva conversión. Y si bien en la conversión, como en toda la obra de santificación, la iniciativa es siempre de Dios, que te previene con su gracia, se requiere también tu colaboración; por eso cada día debes empeñarte con renovado propósito “en convertirte a Dios de todo corazón”. Sea éste tu programa de Cuaresma.

Concédeme, Oh Señor Jesús, por los méritos infinitos de tu Pasión, que me convierta a ti con todo mi corazón. No permitas que mi espíritu se abata ante el continuo rebrotar de mis tendencias egoístas y la lucha incesante que tengo que sostener contra ellas. Hazme comprender que, para convertirme totalmente a ti, no debo pactar con mis flaquezas, con mis defectos, con mi egoísmo, con mi amor propio. Hazme comprender que todo debe ser sacrificado a tu amor. Y cuando lo hubiera sacrificado todo, tendré todavía que exclamar: Soy siervo inútil, oh Señor, porque todo es nada en comparación del infinito amor que merece tu infinita amabilidad.

Fuente: Cf. P. Gabriel de S. M. Magdalena, o.c.d, Intimidad Divina

Que los negocios no impidan atender los intereses del alma

Posted by: Laudem Gloriae

Negocios 01 (01)

¡Oh Jesús! Te contemplo en el monte enseñando a las turbas el espíritu de pobreza. Yo también me acerco ansioso de escucharte.
“Y abriendo Jesús su boca les enseñaba diciendo. Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el reino de los cielos” (Mt. 5, 2-3).
Así comienza el sermón de la montaña. Después, en diversas ocasiones Jesús explica cómo debe entenderse la pobreza de espíritu.
“No alleguéis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín los consumen, y donde los ladrones lo desentierran y roban. Acumulad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín los consumen, y donde los ladrones no los desentierran ni roban. Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón” (Mt. 6, 19-21).

Considera que Jesús dirigió estas enseñanzas no sólo a los apóstoles, sino también a los discípulos y a toda la gente que le seguían. Esto demuestra que, si no todos tienen que hacer el voto de pobreza -la vida de familia no lo consiente-, todos están obligados a conseguir y practicar “el espíritu de pobreza”, es decir, el desprendimiento afectivo de los bienes de la tierra, no poniendo en ellos su tesoro ni buscándolos con avidez y espíritu de codicia. Quienes tienen el deber de administrar los bienes y acrecentarlos por medio de un honesto trabajo, como son los padres y madres de familia, deben hacerlo con orden, o sea, evitando que los negocios y los intereses materiales les impidan atender a los intereses del alma y a los deberes para con Dios.
“¿Qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo, si después pierde su alma?” (Mt. 16, 26). Y quien posee poco y vive en estrecheces materiales, debe aceptar serenamente y con paciencia la propia condición de la vida, viendo en ella una ocasión y un llamamiento para imitar más de cerca la vida de Jesús pobre.
Reflexiona además, que cuando el Divino Maestro dijo:
“Vende lo que tienes y dalo a los pobres”, quiso unir el ejercicio de la pobreza con la práctica de la caridad. El espíritu de pobreza, desprendiendo tu corazón de los bienes terrenos, debe hacerte generoso para con los necesitados.

Cúrame, Señor, de mi excesiva inquietud por las necesidades de la vida. En el silencio de mi corazón parece que resuena continuamente tu dulce reproche:
“Los gentiles se afanan por todas estas cosas. Pero bien sabe vuestro Padre celestial que de todas estas cosas tenéis necesidad” (Mt. 6, 32).
¡Oh Señor! Tú conoces mis necesidades y no eres para mí un extraño, sino un Padre, y como tal te has obligado a tener cuidado de mis necesidades. Fortifica, Señor, mi fe en tu palabra. Haz que mi confianza sea semejante a la de San Francisco de Asís, que se sentía tan seguro de ti, que no dudó en restituir a su padre no sólo el dinero, sino también los vestidos e irse desposeído de todo por el mundo, más contento y seguro en su pobreza, que los ricos en sus riquezas. ¡Oh dichosa pobreza, que tiene a Dios por servidor! Porque tú, Señor, no abandonas al que en ti confía, antes bien te complaces en ser generoso y liberal con el que ha abandonado todo por tu amor y se ha puesto por completo en manos de tu divina Providencia.

Fuente: Cf. P. Gabriel de S. M. Magdalena, o.c.d, Intimidad Divina

Sobre las tentaciones (II)

Posted by: Juan Sobiesky

Tentaciones de San Antonio 01 (01c)
Tentaciones de San Antonio

Para penetrar bien la necesidad de rechazar la tentación, preguntad a los cristianos condenados cuál es la causa de hallarse en el infierno, ellos que fueron creados para el cielo: todos os responderán que fue porque, al ser tentados, sucumbieron a la tentación. Id, además, a interrogar a todos los Santos que triunfan en el cielo, qué cosa les ha procurado aquella felicidad; y os contestarán todos: es que al ser tentados, con la gracia de Dios, resistimos a la tentación y despreciamos al tentador. Pero, me dirá tal vez alguno de vosotros, ¿qué cosa es ser tentado? Amigos míos, vedlo aquí, escuchad bien y vais a verlo y comprenderlo: cuando os sentís inducidos a hacer algo prohibido por Dios, o a omitir lo que Él os ordena o prescribe, es que el demonio os tienta. Dios quiere que por la mañana y por la noche practiquéis bien vuestras oraciones, arrodillados y con gran respeto. Dios quiere que empleéis santamente el domingo, dedicándolo a orar, es decir, a asistir a todas las funciones u oficios (1); que en tal día os abstengáis de toda clase de trabajos. Dios quiere que los hijos tengan un profundo respeto a sus padres y a sus madres; así como que los criados lo tengan a sus señores. Dios quiere que améis a todos, que hagáis bien a todos, sin preferencia alguna (2), sin excluir ni a los mismos enemigos; que no comáis carne los días prohibidos; que tengáis mucha diligencia en instruiros acerca de vuestros deberes; que perdonéis de todo corazón a los que os injuriaron. Dios quiere que no soltéis malas palabras, que no os dejéis llevar de la maledicencia, que no levantéis calumnias, que no digáis palabras torpes, que no cometáis jamás actos vergonzosos: todo esto se comprende fácilmente.

Si, a pesar de que el demonio os haya tentado a hacer lo que Dios os tiene prohibido, no lo realizáis, entonces no caéis en la tentación; si, en cambio, lo realizáis, entonces sucumbís a la tentación. O, si queréis aun comprenderlo mejor, antes de consentir en lo que el demonio os quiere inducir a cometer, pensad si a la hora de la muerte querríais haberlo hecho, y veréis como vuestra conciencia clamará.

(1)
A todos los oficios, es decir a la santa Misa, según es de precepto; y a los demás oficios, como las vísperas, la oración de la noche, según es de consejo y muy provechoso para el cristiano.

(2) Se entiende de este modo: Con tal que en nuestra caridad no hagamos exclusión de los enemigos, Jesucristo no nos prohíbe tener ciertas preferencias justificadas por el parentesco o la amistad. ¿No manifestó el mismo Salvador preferencias de afecto ante San Pedro, Santiago y San Juan?

Fuente: San Juan Bta. Mª. Vianney (Cura de Ars), Sermones escogidos, T. I, Ed. Apostolado Mariano

Sobre las tentaciones (I)

Posted by: Juan Sobiesky

Tentaciones en el desierto 02 (14)

Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu Santo para ser allí tentado por el demonio. (Mt 4, 1).

Que Jesucristo, hermanos míos, escogiese el desierto para orar, es cosa que no ha de admirarnos, puesto que en la soledad hallaba todas sus delicias; que fuese conducido allí por el Espíritu Santo, aun debe sorprendernos menos, ya que el Hijo de Dios no podía tener otro conductor que el Espíritu Santo. Pero que sea tentado por el demonio, que sea llevado diferentes veces por ese espíritu de tinieblas, ¿quién se atrevería a creerlo, si no fuese el mismo Jesucristo quien nos lo dice por boca de San Mateo? Sin embargo, hermanos míos, lejos de extrañarnos de ello, hemos de alegrarnos y dar gracias a nuestro buen Salvador, que quiso ser tentado para merecernos la victoria que habíamos de alcanzar en nuestras tentaciones. ¡Dichosos nosotros, hermanos míos! ¡Desde que este dulce Salvador quiso ser tentado, no tenemos más que querer salir victoriosos para vencer! Tales son, hermanos míos, las grandes ventajas que sacamos de la tentación del Hijo de Dios.

¿Cuál es mi propósito? Aquí lo tenéis: es mostraros: 1º. que la tentación nos es muy necesaria para ayudarnos a conocer lo que somos; 2º. que hemos de temer en gran manera la tentación, pues el demonio es muy fino y astuto, y por una sola tentación, si tenemos la desgracia de sucumbir, podemos precipitarnos a lo más profundo del infierno; 3º. hemos de luchar valerosamente hasta el fin, ya que sólo mediante esta condición alcanzaremos el cielo.

Fuente: San Juan Bta. Mª. Vianney (Cura de Ars), Sermones escogidos, T. I, Ed. Apostolado Mariano

Obras de penitencia

Posted by: Nycticorax

Ermitaño 01 (01)
Ermitaño

Obras de penitencia: Confesión frecuente, mortificación, limosna...

La verdadera conversión se manifiesta en la conducta. Los deseos de mejorar se han de expresar en nuestro trabajo o estudio, en el comportamiento con la familia, en las pequeñas mortificaciones ofrecidas al Señor, que hacen más grata la convivencia a nuestro alrededor y más eficaz el trabajo; y además en la preparación y cuidado de la Confesión frecuente.
El Señor también nos pide hoy una mortificación un poco más especial, que ofrecemos con alegría: la abstinencia y el ayuno, que «fortifica el espíritu, mortificando la carne y su sensualidad; eleva el alma a Dios; abate la concupiscencia, dando fuerzas para vencer y amortiguar sus pasiones, y dispone al corazón para que no busque otra cosa distinta de agradar a Dios en todo».

Durante la Cuaresma, nos pide la Iglesia esas muestras de penitencia (la abstinencia de carne a partir de los 14 años, y el ayuno entre los 18 y los 59 cumplidos), que nos acercan al Señor y dan al alma una especial alegría; también la limosna que, ofrecida con corazón misericordioso, desea llevar un poco de consuelo al que está pasando una necesidad o contribuir según nuestros medios en una obra apostólica para bien de las almas. «Todos los cristianos pueden ejercitarse en la limosna, no solo los ricos y pudientes, sino incluso los de posición media y aun los pobres; de este modo, quienes son desiguales por su capacidad de hacer limosna son semejantes en el amor y afecto con que la hacen».
El desprendimiento de lo material, la mortificación y la abstinencia purifican nuestros pecados y nos ayudan a encontrar al Señor en nuestro quehacer diario. Porque
«quien a Dios busca queriendo continuar con sus gustos, lo busca de noche y, de noche, no lo encontrará» (San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, 3, 3).

La fuente de esta mortificación estará principalmente en la labor diaria: en el orden, en la puntualidad al comenzar el trabajo, en la intensidad con que lo realizamos, etc.; en la convivencia con los demás encontraremos ocasiones de mortificar nuestro egoísmo y de contribuir a crear un clima más grato en nuestro entorno. «Y la mejor mortificación es la que combate –en pequeños detalles, durante todo el día– la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida. Mortificaciones que no mortifiquen a los demás, que nos vuelvan más delicados, más comprensivos, más abiertos a todos. Tú no serás mortificado si eres susceptible, si estás pendiente solo de tus egoísmos, si avasallas a los otros, si no sabes privarte de lo superfluo y, a veces, de lo necesario; si te entristeces, cuando las cosas no salen según las habías previsto. En cambio, eres mortificado si sabes hacerte 
todo para todos, para ganar a todos (1 Cor 9, 22)». Cada uno debe hacerse un plan concreto de mortificaciones que ofrecer al Señor diariamente en esta Cuaresma.

Fuente: Francisco Fernández-Carvajal, Hablar con Dios, T. II

Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará (I)

Posted by: Thomas

Inmaculado Corazón 04 (12)

INTRODUCCIÓN.

Hoy comenzamos esta serie de publicaciones en las que trataremos de transmitir un mensaje del cielo, el mensaje que la Santísima Virgen nos ha traído a todos nosotros en la lejana Fátima, en Portugal.
Como así también, meditaremos las apariciones de Pontevedra y Tuy, lugares donde la Virgen completó el mensaje de Fátima.

Los hechos principales transcurrieron durante el año 1917. Europa se encontraba en plena guerra mundial, durante la cual el hambre, la muerte, el odio, la miseria, se extendían por doquier, todos los pueblos clamaban al Cielo pidiendo Paz y Misericordia. Junto a este panorama desolador, se suma la situación catastrófica de Rusia, en la que la caída del Zar da inicio a un período de oscuridad con el régimen comunista, que luego se “esparcirá por todo el mundo”, como lo anunció la Santísima Virgen, sembrando el odio a Dios, y a Su Iglesia.
Ya el año anterior Portugal se une al conflicto mundial y muchos de sus hijos marchan al campo de batalla. Es entonces cuando el llanto de las madres portuguesas se une al de las madres de otros países que ven a sus hijos en peligro de muerte o que caen abatidos por el fuego enemigo.
A este dolor se suma el de otra Madre, nuestra Madre del cielo, que ve morir a muchos de sus hijos, no ya en la guerra, sino en la condenación eterna. Esta amorosa Madre ve muchas almas que se pierden y se perderán eternamente en el fuego del infierno, como les mostrará a los pequeños pastorcitos. Durante las apariciones la ven triste, y en su dolor Ella les pide que hagan penitencia para evitar la pérdida eterna de sus pequeños hijos a causa del pecado. Para evitar esto, Dios nos pide la devoción al Corazón Inmaculado de María. Ella es el camino seguro, la vía directa para alcanzar la salud del alma y la vida eterna.

Este es el tiempo indicado, el momento oportuno para abrazar esta devoción fundamental en la vida del cristiano, pues por Voluntad Divina debe reinar el Corazón de María en cada ser humano, en cada familia, en cada pueblo, en cada nación, en el mundo entero; porque hoy, aunque no estemos en guerra como en 1917, nos sentimos amenazados y perseguidos, vemos que el mal y la oscuridad se van extendiendo en todos los ámbitos. Entonces como en aquellos años sube nuestra oración: RUEGA POR NOSOTROS SANTA MADRE DE DIOS, sólo en vos se encuentra la Paz, sólo en Vos se encuentra la salud del cuerpo y del alma, sólo en Vos se encuentra la esperanza, sólo en Vos y por Vos encontramos a Jesús.
Iniciamos pues este camino, lo recorreremos con corazón humilde y sencillo, pues el verdadero SECRETO que encierra, sólo lo pueden comprender los pobres y humildes, los que son como niños.