El cristiano en el mundo

Posted by: Ioseph

San Isidro Labrador 01 (01)

“El fin propio e inmediato de la educación cristiana es cooperar con la gracia divina a formar al verdadero y perfecto cristiano: es decir, al mismo Cristo en los regenerados con el Bautismo (...). Ya que el verdadero cristiano debe vivir vida sobrenatural en Cristo, que es nuestra Vida, y manifestarla en todas sus operaciones: para que la vida de Cristo Jesús se manifieste asimismo en nuestra carne mortal.

Por esto precisamente la educación cristiana comprende todo el ámbito de la vida humana, sensible y espiritual, intelectual y moral, doméstica y social, no para menoscabarla en manera alguna, sino para elevarla, regularla y perfeccionarla según los ejemplos y la doctrina de Cristo. De suerte que el verdadero cristiano fruto de la educación cristiana, es el hombre sobrenatural, que piensa, juzga y obra constante y coherentemente, según la recta razón iluminada por la luz sobrenatural de los ejemplos y de la doctrina de Cristo: o por decirlo con el lenguaje ahora en uso, el verdadero y cumplido hombre de carácter (...).

Tal meta y término de la educación cristiana parece a los profanos como una abstracción, o más bien como cosa irrealizable, sin arrancar o menoscabar las facultades naturales y sin renunciar a las obras de la vida terrena; por tanto, ajena a la vida social y a la prosperidad temporal, contraria a todo progreso en las letras, en las ciencias, en las artes y en toda otra obra de civilización.

A semejante objeción movida por la ignorancia y el prejuicio de los paganos, aun eruditos, de otro tiempo –repetida, desgraciadamente, con más frecuencia e insistencia en los tiempos modernos– había ya respondido Tertuliano: “No vivimos fuera de este mundo; bien nos acordamos de que debemos agradecimiento a Dios nuestro Señor y Creador; no rechazamos fruto alguno de sus obras; solamente nos refrenamos para no usar de ellas desmesuradamente o viciosamente. Así que no habitamos en este mundo sin foro (sin plaza pública ni tribunales), sin mercado, sin vuestras ferias y demás tráfico. También nosotros navegamos y militamos con vosotros, cultivamos los campos y negociamos, y por eso trocamos nuestros trabajos y ponemos a vuestra disposición nuestras obras. Cómo podamos pareceros inútiles para vuestros negocios, con los cuales vivimos, francamente no lo veo”.

Por tanto, el verdadero cristiano, lejos de renunciar a las obras de la vida terrena o amenguar sus facultades naturales, más bien las desarrolla y perfecciona coordinándolas con la vida sobrenatural, hasta el punto de ennoblecer la misma vida natural y de procurarle un auxilio más eficaz no sólo de orden espiritual y eterno, sino también material y temporal”

Fuente: Pío XI, Encíclica “Divini Illius Magistri”