El gusto

Posted by: Lotario de Segni

Gula 01 (01)

El trato que una persona se da en materia del gusto suele ser índice seguro de la altura de un alma en la vida del espíritu, pues aunque es una obligación el alimentar el cuerpo, no sólo para que no enferme ni se debilite demasiado, sino para que pueda realizar con facilidad su trabajo, sin embargo, bajo capa de conveniencia, pasa de contrabando la golosina refinada, y aun la misma glotonería. No se pueden dar normas, sino las muy generales anteriores, para todos. Lo que se ve bien en una persona en su hogar abundante puede considerarse quizá un auténtico desorden en un sacerdote o en un religioso. Se busca una perfección diversa.

Podemos afirmar que en los últimos, si cabe, el peligro es mayor, porque es el único placer a que pueden entregarse y es aquel en el que pueden encontrar más excusas sin llamar excesivamente la atención. La salud, el hacerse todo a todos, el no singularizarse, las conveniencias sociales, y hasta el mismo apostolado, con el ejemplo de Cristo a quien se acompaña solamente hasta
“el partir del pan”. A veces nos olvidamos que no todo lo que hizo Cristo es imitable para nosotros, ni Él lo realizó con tal fin.

Precisamente no suele ser este el mejor momento para dar consejos de virtud y menos de penitencia. Labios manchados de apetitosa salsa y cerebro sobreexcitado por fuertes licores no son los más autorizados para dar un consejo. La realidad se lo impide, pues uno de los defectos que naturalmente causa este desorden es producir cierta estupidez de espíritu, alegría desordenada, locuacidad excesiva, ordinariez, y un ambiente en plano inclinado hacia la sensualidad. La lujuria misma acecha detrás de las puertas de la gula.

La suma regla y norma de perfección en la mesa nos la da San Agustín:
“esto me has enseñado, Señor, a que tome los manjares como si fueran una medicina”. Se toma la cantidad necesaria y no más, prescindiendo de que esa medicina guste o no guste, pues solamente se mira a conseguir la salud.
Pero para conseguir el dominio perfecto no basta con no sobrepasarse; es menester, en ocasiones, saber negarse hasta en lo conveniente, como la Iglesia recomienda en la misma liturgia, por el ayuno.
Miremos el ejemplo de los santos, quienes, a pesar de todos sus trabajos apostólicos, no olvidaban el ejemplo del ayuno de Cristo.

Fuente: R.P. Pedro Martínez Cano, S.J., Espiritualidad de hoy, Editorial Razón y Fe, S.A., Madrid, 1961