El reino de Cristo está dentro de nosotros

Posted by: Nycticorax

CristoRey 04 (09)

Jesús declaró ante Pilatos que su reino no era de este mundo. Es decir, que no había venido a reinar con el objeto de procurarse riquezas y honores, que son los bienes de este mundo, y para darlos a sus vasallos. No; Él vino para revelarnos la verdad, para decirnos que por encima de estos bienes efímeros existe Dios y la vida eterna, en que hallarán plena satisfacción nuestros deseos de felicidad y de paz. Cristo vino a establecer en nosotros el reinado de la gracia y desterrar de nuestras almas la servidumbre del pecado.

Pues bien: en nuestra alma es donde está la gracia y donde puede estar el pecado. En el alma, pues, es donde debe reinar Jesucristo y donde reina muchas veces el demonio. Escucha lo que pasa en tu conciencia. ¿No es verdad que allí disputan Jesús y Satanás por establecer en tu alma su reinado? ¡Qué vacilación entre el vicio y la virtud! ¡Cuántas veces, seducido por la tentación, has abierto las puertas a Satanás por el pecado! ¡Cuántas veces le has cedido terreno con tus cobardías, inconstancias y recaídas en faltas veniales! ¡Cuántas veces te invita Jesús a más íntima unión con Él, y tú, por tu disipación, desatiendes sus llamadas y prefieres -exponiéndote a perder la amistad de Dios- los afectos peligrosos, las máximas mundanas y una vida más conforme a los respetos humanos que al respeto de Dios que vive dentro de tu alma.

No te olvides de que Jesucristo es Rey de Justicia y de Amor. No quiere, mientras vivas, reinar en ti sino por medio del amor, y deja la justicia para aquel tremendo juicio, del cual ya no se puede apelar.
¿Qué te dice la conciencia? ¿Que reina Jesús en tu alma sin disputa, con la plena posesión de sus potencias? ¿Es tu corazón como el de los mártires, las vírgenes, los penitentes inundados de los consuelos de la paz de la conciencia? ¿O es como el de los cobardes, los indecisos, que andan a medias sirviendo a Dios y al demonio, llenos de remordimiento e inquietudes?

¡Oh Jesús mío! Rey de mi alma. No me juzgues ni gobiernes con el rigor de tu justicia, sino con los procedimientos de tu amor y misericordia. Miserable de mí si no me aprovecho del régimen de bondad y amor con el que quieres reinar en mí. Me das como plazo, para reducirme a tu amoroso imperio, hasta la hora de mi muerte. Si no aprovecho para convertirme a ti ese último esfuerzo del amor, mi mal será irreparable. De tu justicia puedo apelar a tu amor; pero si tu amor despreciado me condena, ¿a quién apelaré?

Señor, quiero tomar estas resoluciones:
1ª, al pasar ante una iglesia o al entrar en ella, poner en mi saludo o genuflexión todo el amor y veneración que te debo por ser mi Rey;
2ª, repetir muchas veces con ferviente deseo interiormente:
“Venga a nosotros tu reino”, o bien, “Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera”.

Fuente: L. B. c.ss.r, Manual de Meditaciones