La Vista

Posted by: Lotario de Segni

David 02 (02)
El Rey David mirando a Betsabé

La vista, que es, sin duda, el regalo más bello y precioso que el Creador nos ha hecho, en el orden de los sentidos, constituye al mismo tiempo un peligro permanente para el hombre.
El mismo Señor se refiere varias veces al pecado o al peligro de los ojos mal dominados.
“El que mira a una mujer con malos deseos, ya ha adulterado en su corazón” (Mt. 5,28). “Si tus ojos te escandalizan, sácatelos y arrójalos fuera de ti” (Mt. 5, 29).

A los que quieren excusar con la buena intención y los buenos fines -quizá por ingenuidad más que por hipócrita malicia-, trayendo a cuenta la contemplación de la belleza, el goce estético y aún ¡la lucha contra los complejos patológicos y morbosos!, San Agustín les dice que desconfíen de sí mismos y de su sinceridad: “no claven su vista en la belleza del cuerpo ajeno, prestándose a una
simplicidad perversa”. Este es su verdadero nombre. Sino que los que son verdaderamente prudentes “reprimen la altanería de sus ojos…, no andan entre mujeres ajenas…, no dirigen ligeramente la vista a balcones ajenos”.

Aun suponiendo que la satisfacción de la curiosidad se quedara fuera del terreno del pecado, ¡de cuantos bienes espirituales se privan por no tener la suficiente fuerza de voluntad para reprimirse! El que todo lo ve y todo lo curiosea -aun bajo capa de cultura, formación, contacto con el mundo real-, desde luego que no aspira a los bienes de la contemplación, y quiera Dios que pueda ocuparse en una sencilla y laboriosa oración mental.
Tanto como la dispersión de la mente y de la imaginación, que ha de ser mucha y ha de impedir el necesario recogimiento y concentración para el trato con Dios, y aun para trabajos serios, hay que tener en cuenta la dispersión afectiva del corazón que ello lleva consigo. El mirar es por un agrado, por un apego del corazón, o al menos aquí suele terminar.

Aplicaciones prácticas las hay en el día de hoy muchas: cine, televisión y toda clase de espectáculos montados a base del conocimiento de la torcida inclinación humana. Si para seglares siempre tiene su peligro, aunque sea menos próximo, para personas que profesan la perfección, el desorden en este terreno es arrancar de cuajo la posibilidad de una vida espiritual robusta y aun simplemente sacrificada.

Fuente: R.P. Pedro Martínez Cano, S.J., Espiritualidad de hoy, Editorial Razón y Fe, S.A., Madrid, 1961