Las obras de misericordia espirituales (I)

Posted by: Nycticorax

San Juan Bosco 03 (30)

Las obras de misericordia espirituales son siete tradicionalmente:
1) Enseñar al que no sabe;
2) Dar buen consejo al que lo necesita;
3) Corregir al que yerra;
4) Perdonar las injurias;
5) Consolar al triste;
6) Sufrir con paciencia los defectos del prójimo, y
7) Rogar a Dios por los vivos y los muertos.

«Enseñar al que no sabe.» El intelecto humano es un don de Dios, y Él quiere que lo utilicemos. Toda verdad, tanto humana como sobrenatural, refleja la infinita perfección de Dios. En consecuencia, cualquiera que contribuya al desarrollo de la mente, formándola en la verdad, está haciendo una obra auténticamente cristiana, si se mueve por amor a Dios y al prójimo.
Aquí los padres tienen el papel más importante, seguidos inmediatamente de los maestros; también los que enseñan asignaturas profanas, porque
toda verdad es de Dios. No es difícil ver la razón que hace de la enseñanza tan noble vocación, una vocación que puede ser camino real a la santidad. Naturalmente los que dan clases de catecismo practican esta obra de misericordia en su forma más plena.

«Dar buen consejo al que lo necesita» apenas necesita comentario. A la mayoría de las personas les gusta dar su opinión. Estemos seguros, cuando tengamos que aconsejar, de que nuestro consejo es cien por cien sincero, desinteresado y basado en los principios de la fe. Estemos seguros de no escoger el camino fácil dando a quien nos escucha el consejo que quiere oír, sin tener en cuenta su valor; tampoco nos vayamos al extremo contrario, dando un consejo que esté basado en nuestros intereses egoístas.

«Corregir al que yerra» es un deber que recae principalmente en los padres, y sólo un poco menos en los maestros y demás educadores de la juventud. En esto, el ejemplo es siempre más convincente que las amonestaciones. Si en el hogar hay intemperancia, o una preocupación excesiva por el dinero o los éxitos mundanos; si hay murmuración maliciosa o los padres disputan delante de los hijos; si papá fanfarronea y mamá miente sin escrúpulo ante el teléfono, entonces, que Dios compadezca a estos hijos a quienes sus padres educan en el pecado.
Pero «Corregir al que yerra» es algo que nos atañe a todos. Es un deber que tenemos que ejercitar con prudencia e inteligencia. Sin embargo, prudencia no quiere decir cobardía. Si sé que un amigo mío usa anticonceptivos, o se permite infidelidades matrimoniales, o planea casarse fuera de la Iglesia, o de otro modo pone en peligro su salvación eterna, el amor de Dios me exige
que haga todo lo que esté en mi mano para disuadirle de su suicidio espiritual. Es una cobardía de la peor especie tratar de excusarse Si lo viera apuntándose a la sien con una pistola o poniéndose un cuchillo al cuello, ciertamente consideraría asunto mío el detenerle, por mucho que protestara por mi intromisión. Y está claro que su vida espiritual debe importarme más que su vida física.

Fuente: Cfr. Leo J. Trese, La fe explicada