María y las distracciones (I)

Posted by: Ioseph

Virgen orando 01 (I anci)

Abordaremos hoy una de las dificultades que se nos presentan al momento de hacer oración: las distracciones. Lo haremos siguiendo el libro citado al pie.

Las distracciones se pueden dividir en dos clases: las que tienen su causa en una pasión o afección, y las que provienen de la sola movilidad de nuestro espíritu. Podríamos decir: las distracciones del corazón y las de la pura imaginación.

Las primeras, por ejemplo, tendrán por principio una herida de amor propio, un deseo cualquiera, la curiosidad, la actividad natural, un movimiento de afecto o antipatía, etc.
“Donde está vuestro tesoro, ahí está también vuestro corazón”; y podemos agregar: “allí están igualmente vuestros pensamientos”.
Es evidente que querer combatir las distracciones de este género sin alcanzar sus causas y solamente con la ayuda de pequeños procedimientos prácticos es hacer como el agricultor que, en lugar de arrancar de raíz las malezas, se limite a cortarlas a ras del suelo. Éstas rebrotarán inevitablemente.

Destruyamos sus raíces por la renuncia a la propia voluntad, sin lo cual nuestros esfuerzos serán vanos. Puesto que las criaturas nos cautivan y son un obstáculo, abandonémoslas para ir a Dios. No hay recogimiento verdadero e íntimo sin sacrificio. Y
puesto que no se puede rezar sin recogerse, ni recogerse sin renunciar a uno mismo, entonces la oración se convierte en un acto de inmolación.

Quien reza no sólo ofrece a Dios un acto interior de religión, sino que también renuncia a cosas exteriores y, más aún, a este pequeño mundo interior de los pensamientos, los deseos, la voluntad y los movimientos, donde vivimos y que nos son queridos más que otras cosas.
Considérese también que la dependencia con respecto a María nos facilita, por la perfecta renuncia, el estar por entero allí donde su voluntad nos llame, es decir, presentes en la oración. Piénsese también que al rezar por María, con Ella, en Ella y para Ella debemos abandonar, desde el punto de partida hasta el fin de nuestra acción, nuestras miras y nuestras disposiciones, para abrazar las de nuestra Madre. ¿Qué será más eficaz para arrancar del suelo las raíces del “yo” y hacer que se sequen al aire; y en consecuencia qué será más apropiado para disminuir nuestras distracciones?
“Todo lo que contribuye a aumentar en nosotros la pureza de intención nos ayuda también a volvernos señores de nuestras distracciones” (P. Faber).
Pero cuando esta renuncia no se hace solamente en la oración y se practica habitualmente en todas nuestras acciones, entonces debilita poderosamente las causas de nuestras distracciones, disciplina nuestras facultades a través de los buenos hábitos, que facilitan el recogimiento.
Si se espera a la oración para luchar contra las desviaciones del pensamiento y sin trabajar en ellas fuera de ese tiempo, jamás se llegará a librarse de ellas, dice con razón el citado P. Faber. Y agrega que mediante la verdadera devoción a la Santísima Virgen, por la que procuramos volver perfectas nuestras acciones ordinarias, “se camina en una atmósfera llena de luz a la que las ilusiones raramente vienen a oscurecer, y el dominio que adquirimos en nuestras distracciones crece en proporción a nuestra perseverancia en este saludable ejercicio”.
 
Sobre las distracciones de la pura imaginación hablaremos, Dios mediante, en un próximo artículo.

Fuente: R.P. Antonin Lhoumeau, La Vida Espiritual en la
escuela de San Luis María Grignion de Montfort