San León el Grande

Posted by: Nycticorax

San León I y Atila
San León I y Atila

 
Los males de la época
León nació entre los años 390 y 400 y recibió una esmerada educación en Roma, tanto en el campo de los estudios como en el de la vida cristiana. Como archidiácono, pronto se convirtió en hombre de confianza del papa Celestino I y hasta la corte imperial recurrió a él para llevar una misión de paz a las Galias. Allí se encontraba cuando le llegó la noticia de la muerte del papa y de su nombramiento como sucesor de Pedro. León regresó a Roma y fue consagrado obispo el 29 de septiembre de 440.
Corrían tiempos tumultuosos: los pueblos latinos se veían amenazados por las continuas
incursiones de los bárbaros que, como plaga de langosta, se abatían de repente sobre el imperio romano, saqueando ciudades, incendiando campos y esparciendo terror y muerte.
En el seno de la Iglesia la unidad de la fe estaba amenazada por tres
herejías principales: el maniqueísmo en África e incluso en Roma; el monofisismo en Oriente y el priscilianismo en España.
 
Obispo de Roma
León era un hombre sabio y positivo; afrontó los problemas de su tiempo con mente lúcida y corazón de pastor. Tenía un alto concepto de su misión como obispo de Roma y como pastor universal.
El primer deber del obispo era predicar, y él aprovechaba todas las fiestas para instruir al pueblo. Escribía sus prédicas en un estilo simple y digno, profundo por el contenido y comprensible en el lenguaje.
Logró extirpar el maniqueísmo y los residuos de prácticas paganas en Roma, convirtiéndolas en fiestas cristianas. Por ejemplo, la fiesta de la Cátedra de San Pedro sustituía a la fiesta pagana de los Juegos Apolíneos; la fiesta de las Colectas –una cuestación extraordinaria para ayudar a los pobres- reemplazaba a la
Cara Cognatio, fiesta pagana para recordar a los muertos.
 
Defensor de la ciudad y pastor universal
El obispo de Roma hubo de asumir responsabilidades que por su naturaleza competían al imperio, pero a causa del avance de los hunos la corte se sentía impotente.
El Papa fue a encontrarse personalmente con el terrible Atila en su camino hacia Roma. El encuentro tuvo lugar en Mantua y Atila aceptó retirarse más allá del Danubio: ¡un hecho extraordinario que hasta hoy asombra a los historiadores! Los hunos regresaron sobre sus pasos, Roma se salvó e Italia volvió a respirar.
León era consciente de su misión como pastor de toda la Iglesia. Para cumplirla necesitaba estar informado de la vida de todas las iglesias, de modo que nombró un Vicario Apostólico en cada región: el obispo de Arlés para las Galias y el de Tesalónica para Oriente.
A fin de mantener buenas relaciones con el emperador de Constantinopla envió a la corte un representante que más tarde tomó el nombre de
apocrisiario y que constituyó el germen de las nunciaturas apostólicas.
 
Cartas y herejías
Su intervención más famosa fue sin duda la carta llamada
Tomus ad Flavianum (Carta a Flaviano, obispo de Constantinopla). Para resolver la controversia de Eutiques  el Papa había aceptado realizar un concilio, de acuerdo con el emperador.
El concilio se reunió en Éfeso, pero el patriarca Dióscoro, nombrado en Alejandría por los monofisitas después de haber dado muerte al obispo legítimo, con el consentimiento del emperador tomó las riendas del concilio, hizo maltratar hasta la muerte al obispo de Constantinopla, impidió la lectura de la carta del papa y aprobó la doctrina de Eutiques.
León no reconoció el concilio, lo calificó
“latrocinio de Éfeso” afirmando que más que una reunión de obispos había sido un asalto de bandoleros.
Después de la muerte del emperador Teodosio II y del nombramiento del emperador Marciano fue posible reunir otra asamblea de obispos en Calcedonia donde se leyó
Tomus ad Flavianum y se trató la cuestión de Eutiques.
 
Doctor de la Iglesia
A su muerte, el 10 de noviembre del 461, la paz reinaba en toda la iglesia de Oriente y de Occidente. León dejaba a la posteridad un legado compuesto por sus sermones y sus cartas, un misal de liturgia, el Sacramentario Leoniano y, como constructor, la renovación de las basílicas de San Pedro y San Pablo, la edificación de otras iglesias, así como de obras de pública utilidad, pero sobre todo una Iglesia reunida en torno al sucesor de Pedro, en un momento histórico en el cual la autoridad civil no conseguía mantener unidos a los pueblos del antiguo imperio romano.

La historia le ha dado con justicia el título de Grande (o Magno), porque lo fue, por la santidad de su vida, la defensa de la verdadera fe, la sabia política ejecutada y por sus escritos. En 1170 Benedicto XIV le nombró doctor de la Iglesia.
Sepultado en el atrio de la basílica de San Pedro, se le otorgó otro título:
Janitor arcis, centinela puesto por Dios para vigilar el carisma de Pedro.

¡San León, ruega por el Romano Pontífice y por la Santa Iglesia Católica!

Fuente: Enrico Pepe, Vidas Santas y Ejemplares de Mártires,
Santos y Beatos,
Ed. Oceano