Santidad Argentina (III)

Posted by: Corim

Madre María Benita Arias 02 (02)

Madre María Benita Arias. Segunda parte.
 
En la entrega anterior hemos comenzado a recorrer la vida de la Madre Benita, desde su nacimiento, pasando por los hechos más relevantes, hasta llegar a su primer retiro espiritual ignaciano. Consideraremos un poco más algunas anotaciones que en dicho retiro hiciera la Madre María Benita:

Sobre la meditación de la muerte escribe:
“En aquel instante se acabarán las honras y los amigos...Todo, todo desaparecerá en el acto.”
“En aquel solo momento puedo condenarme, ¿qué sería de mí?... ¡Oh momento del que depende toda la eternidad!...”
 
Sobre el juicio particular:
“El examen será rigurosísimo; de todos los pensamientos, de todas las palabras, de todas las acciones; y todo muy por menudo. Me acusarán los demonios que me tentaron; las compañeras que yo escandalicé; mi misma conciencia que tantas veces me avisó con sus remordimientos.”
 
Sobre la Gloria:
“A la primera entrada en el cielo, ¿qué experimentaré?: Una repentina inundación y posesión de todos los bienes sin mezcla de mal alguno. Gozaré todos los contentos sin la menor pena. ¡Oh, qué consuelo tan grande será el mío!”
“Todas estas sumas felicidades las gozaré en compañía de mi Señor Jesucristo, quien por amor se hizo niño en el pesebre, murió crucificado en una cruz después de sufrir tantas afrentas y derramado su preciosa sangre en la pasión y muerte y haberse quedado sacramentado por nuestro amor hasta la consumación de los siglos. Gozaré de esta gloria con la Santísima Virgen y con los santos del cielo. ¡Oh, qué comunicación tan dichosa!”
“Las gozaré todas y por toda la eternidad sin susto, sin contingencia de perderlas jamás... ¡Oh, qué inefable bienaventuranza!”
“En cualquier pena que moleste o en cualquier deleite que me tiente, me diré a mi misma: “Cielo, cielo, gloria, bienaventuranza eterna”..., como dijo san Felipe Neri cuando le ofrecieron la púrpura (cardenalicia).”
“A la consideración de los bienes del Cielo, toda la tierra me parece nada.”
“Procuremos emplear este día con una santa codicia de aumentar en merecimientos con obras virtuosas, ejecutando cada acción por todos los santos motivos de que seríamos capaces.”


Luego de pasar estos días de retiro en la Santa Casa de Ejercicios de Buenos aires, Benita regresa a su pueblo de Salto. Allí volvió a las tareas de la casa: ayudar en la cocina, cuidar la ropa, regar el jardín, etc.; como así también colaborar con la parroquia en todo lo que el párroco necesitaba.
Sin embargo, algo cambió en su alma: ese primer toque de la Gracia Divina que Benita comprendió que era el llamado a la vida consagrada, ahora lo ve claro, y es que ve que Dios la llama a formar parte de la comunidad de Beatas de la Santa Casa de Ejercicios, que eran una fraternidad de laicas consagradas de vida común, que se dedicaban a alcanzar la santidad sirviendo a Cristo en el trabajo de la atención material y del cuidado de dicha casa, además de otras tareas de apostolado.

Durante este tiempo, su muy amada madre adoptiva enferma gravemente y muere rodeada por el amor y el cuidado de Benita.
En 1840, teniendo Benita 18 años, deja su casa natal, su queridísimo padre, su pueblo, sus amigos, y se dirige a Buenos Aires a formar parte del ejército de almas consagradas, que formó la Madre María Antonia de Paz y Figueroa. Es recibida por la entonces Superiora, Sor Carmen Puyal. María Benita va a pasar 30 años en la Santa Casa. Años que le han de servir para ir preparándose para el futuro que Dios le tenía reservado: ser fundadora de las Hermanas Siervas de Jesús Sacramentado.

En la próxima entrega, el día 4 de febrero, iremos recorriendo esos 30 años de labor silenciosa y de entrega a Dios en lo escondido por el bien de las almas.
Entretanto nos encomendamos a la intercesión de la Madre Benita, y ponemos en sus manos nuestras necesidades y las de nuestra Patria.