Santidad Argentina (XV)

Posted by: Corim

Vble María Crescencia Pérez 02 (04)
María Angélica Pérez, antes de entrar
al Instituto de Hermanas del Huerto

HERMANA MARÍA CRESCENCIA PÉREZ. Tercera parte.
 
Hoy vamos a retomar la vida de María Crescencia luego de haber considerado, en la entrega anterior, lo que Dios nos quiere mostrar a cada argentino a través de estos compatriotas nuestros que están en camino a ser venerados en los altares.
 
Hemos visto en el primer capítulo sobre la vida de esta sierva de Dios, el ambiente familiar en el que vivió los primeros años de su vida, cómo el ejemplo de sus muy cristianos padres marcó en su vida la impronta de la santidad y cómo ella misma agradece a Dios los padres que Él en su providencia le otorgó.
 
Ya en año 1907, la vemos ingresar como pupila junto a su hermana Aída, en el Colegio que las Hermanas del Huerto dirigían en la Ciudad de Pergamino. Esto se debió a que sus padres querían que sus hijas adquirieran una educación adecuada para hacer frente a lo que el porvenir les deparara. Pero, sin ellos darse cuenta, es la misma Providencia Divina, que nada deja librado al azar, la que guía los pasos de María Crescencia hacia el Instituto Religioso en donde entrará, con el correr del tiempo, para consagrarse a Dios y ofrecer su vida como holocausto de Caridad.
Allí, María Angélica (así se llamaba María Crescencia antes de ser religiosa), cursó hasta cuarto grado, como era el régimen escolar de aquella época, y luego se graduó como maestra de labores.
 
De los años que pasó en el colegio se pueden obtener muchísimos testimonios que nos hablan de su caridad exquisita, de su piedad sincera, de la bondad con que se relacionaba con todas, ya sean religiosas o alumnas. Aún siendo ya Hermana de Nuestra Señora del Huerto, conservaba su serenidad, su amor hacia cada uno; tanto es así que varios le han puesto el apodo de
Sor Dulzura. Pero veamos algunos de los testimonios de las personas que la conocieron en los años del colegio. Algunos fueron tomados de las actas del proceso de Beatificación:
 
“María Angélica era muy buena, calladita, alegre. Era muy dócil y obediente con las hermanas. Obedecía con gusto. Con las compañeras era muy bondadosa, servicial, no creaba problemas. Siempre dispuesta a dar su ayuda a todas”.
“Había en María angélica una gran devoción, un gran amor a la Eucaristía...”
“Era una joven muy amable, muy bonita, que irradiaba una simpatía especial no sólo física sino espiritual. Por eso era particularmente atrayente. Se distinguía por un compañerismo realmente ejemplar: impregnaba una serena alegría”.
“En sus conversaciones, ella todo lo refería a Dios y era feliz hablando de las cosas de Dios.”
“Iba mucho a la Iglesia a rezar, a hacer meditación. En los recreos, muchas veces, mientras nosotras jugábamos, ella iba a rezar”
 
Y es en esta vida de oración, de entrega a la Voluntad de Dios, y de amor al prójimo en donde se comienza a oír la voz de Dios invitándola a una vida de mayor perfección de entrega, y se manifiesta claramente la vocación a la vida religiosa. Pide ser admitida en la Congregación de la Hermanas de Nuestra Señora del Huerto, es aceptada, y en los últimos días de diciembre del año 1915 deja su casa paterna para iniciar el postulantado de dicha Congregación y dar así inicio a su preparación como Hermana del huerto, que culminará el día dicho de la profesión de los votos perpetuos.
 
En la próxima entrega seguiremos acompañando a María Crescencia por este camino de santidad en lo escondido.
 
Concluiremos con un extracto de sus cartas:
“...no hay más que someterse resignados a la Divina Voluntad del Señor y esperar con paciencia su Misericordia que al fin es nuestro Padre. Él no nos abandonará, ¡confiemos! Y roguemos que remedie tantos males.” (19-02-1932).