Siete consideraciones para cada día de la semana (I.a)

Posted by: Ioseph

Alegoría de la muerte 01 (01)
Alegoría de la muerte

l. Domingo: Fin del hombre.
2. Lunes: El pecado mortal.
3. Martes: La muerte.
4. Miércoles: El juicio.
5. Jueves: El infierno.
6. Viernes: La eternidad de las penas.
7. Sábado: El Paraíso.

Como deseo mucho, hijos míos, que todos los días tengáis un rato de lectura piadosa, os ofrezco una corta consideración para cada día de la semana, y espero que la leeréis atentamente, dado caso que no tengáis otro libro más apropiado para ello.
Después de haberos arrodillado decid lo siguiente:
Dios mío, me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; concededme la gracia de conocer bien las verdades que voy a meditar y abrasadme de amor a Vos. Virgen Santísima, Madre de Jesús, rogad por mí.


DOMINGO: Fin del hombre

1. Considera, hijo mío, que Dios te ha creado a su imagen, que te ha dado un alma y un cuerpo, sin el menor mérito de tu parte. Además, por el bautismo te ha hecho hijo suyo, te ha amado siempre, y te ama aún como tierno padre, y no te ha creado para otro fin que para amarle y servirle en este mundo y merecer así algún día ser eternamente feliz en el Paraíso.
No estás, pues, en este mundo sólo para divertirte, enriquecerte, comer, beber y dormir como los animales privados de razón: infinitamente más noble y más sublime es el fin para el cual fuiste creado, a saber: amar y servir a Dios y salvar así tu alma.
Si durante tu vida, tienes siempre presente este pensamiento, ¡qué consuelo experimentarás en la hora de la muerte! Pero si al contrario no piensas seriamente en servir a Dios, ¡qué remordimientos experimentarás en aquel instante en que conocerás claramente que las riquezas y los placeres de que has gozado en la tierra de nada sirven si no es para llenar de amargura tu corazón, y hacerte conocer el daño que has causado a tu alma!

Por eso, hijo mío, guárdate bien de ser de aquellos que sólo piensan en procurarse placeres y satisfacer sus pasiones; pues estos al fin de la vida se encontrarán en gran peligro de perderse eternamente.
El secretario de un rey de Inglaterra, moría exclamando:
"¡Desdichado de mí, he empleado tanto papel en escribir las cartas de mi señor, y no he sabido emplear una sola hoja para escribir mis pecados y hacer una buena confesión!"

2. Sube de punto la importancia de tu fin, si consideras que tu salvación eterna o tu eterna condenación depende de ella. Si salvas tu alma, todo te irá bien y serás feliz para siempre; pero si la pierdes, pierdes al mismo tiempo a Dios y el Paraíso, y te condenas por toda la eternidad.
No imites la locura de los desventurados que dicen:
"Cometo este pecado, y después me confesaré"; no te dejes engañar por estas palabras, porque el Señor maldice al que peca con la esperanza de obtener el perdón: Maledíctus homo qui péccat in spe. Acuérdate de que todos los condenados tenían la intención de convertirse más tarde, y a pesar de eso se han perdido por toda la eternidad. ¿Estás cierto, acaso, de tener tiempo para confesarte? ¿Quién te asegura, que no morirás inmediatamente después del pecado? Además, ¿no es una locura herirte gravemente con la esperanza de encontrar un médico que te cure?
Renuncia, pues, al pensamiento falaz de entregarte más tarde a la virtud y al servicio de Dios; hoy mismo detesta y abandona para siempre el pecado, que es el mayor de todos los males, y que alejándote de tu fin, te priva de todos los bienes.

Fuente: San Juan Bosco, La juventud instruida