
Fragmento:
«Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.»
— Mateo 5, 8.
Reflexión:
La pureza no es solo limpieza del cuerpo, sino sobre todo del alma. Un corazón limpio ve a Dios en la fe y se prepara para verlo cara a cara en la eternidad. Hoy, pidamos la gracia de vivir con pureza en pensamientos, palabras y obras.
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