
Contexto histórico:
Crisanto y Daría vivieron en el siglo III, en la ciudad de Roma, durante la persecución contra los cristianos bajo el emperador Numeriano. En este tiempo, el Imperio Romano aún mantenía una postura pagana y el cristianismo estaba prohibido, siendo común que los cristianos fuesen perseguidos, encarcelados, torturados y, en muchos casos, martirizados.
Vida de San Crisanto:
Crisanto provenía de una familia pagana de alto rango en Alejandría, Egipto. Su padre, un noble llamado Polemio, era pagano y llevó a Crisanto a Roma cuando este era todavía joven. En Roma, Crisanto tuvo acceso a una educación de alto nivel y se distinguió por su inteligencia.
Fue allí, en Roma, donde Crisanto descubrió el cristianismo, al encontrarse con las Sagradas Escrituras y comenzar a estudiarlas en secreto. Fascinado por el mensaje de Cristo, buscó la compañía de otros cristianos y fue instruido en la fe por un sacerdote llamado Carpóforo. Una vez preparado, recibió el bautismo.
Conversión de Daría:
Preocupado por el cambio radical de Crisanto, su padre Polemio intentó disuadirlo de su nueva fe, primero utilizando razonamientos y luego con intentos más drásticos. Organizó su matrimonio con una joven vestal, Daría, una sacerdotisa del paganismo que pertenecía a la orden de las vírgenes vestales. Daría era conocida por su inteligencia y belleza, y Polemio esperaba que, al casarse con ella, Crisanto abandonara el cristianismo.
Sin embargo, el plan tuvo un efecto contrario. Crisanto, lejos de apartarse de su fe, persuadió a Daría de la verdad del Evangelio, y ella terminó convirtiéndose al cristianismo. Ambos decidieron llevar una vida de castidad y dedicarse a la predicación del mensaje cristiano. A pesar de estar casados, vivieron en perfecta continencia, como hermanos, dedicando sus energías a evangelizar entre los romanos paganos.
Su apostolado y martirio:
La predicación de Crisanto y Daría en Roma comenzó a atraer la atención, pues convertían a muchas personas al cristianismo, incluidos filósofos y ciudadanos de gran influencia. Esto provocó que fueran denunciados ante las autoridades romanas. Por orden del prefecto, Crisanto fue arrestado y sometido a crueles torturas, siendo azotado y encerrado en una oscura prisión. A pesar de los tormentos, su fe permaneció firme, y en la prisión convirtió a varios de los guardias.
Daría también fue arrestada y llevada a un burdel, como castigo por su rechazo al paganismo, pero Dios la protegió milagrosamente de ser ultrajada. Ante esta protección divina, muchos comenzaron a creer en Cristo, lo que irritó aún más a las autoridades.
Finalmente, Crisanto y Daría fueron condenados a muerte. Según la tradición, fueron enterrados vivos en una cantera, sellados en una cueva en el año 283. Este martirio cruento no fue el final de su legado, ya que su testimonio sirvió para fortalecer la fe de los cristianos de Roma y aumentar la veneración a sus nombres.
Culto y veneración:
Poco después de su muerte, el culto a Crisanto y Daría se propagó rápidamente. Sus reliquias fueron rescatadas y colocadas en un lugar de honor en una catacumba romana, que luego se conocería como la “Catacumba de los Santos Crisanto y Daría”, en la Vía Salaria. El papa San Dámaso I mandó inscribir una epígrafe en su honor. También se erigió una iglesia dedicada a ellos en Roma, lo cual muestra la gran veneración que se les tenía en la antigüedad.
A lo largo de los siglos, su ejemplo de valentía, fidelidad a Cristo y castidad ha sido fuente de inspiración para los fieles, especialmente para los esposos cristianos, ya que, a pesar de las circunstancias difíciles de su vida, supieron mantener la virtud y seguir el camino del Evangelio.
El martirio de Crisanto y Daría es conmemorado por la Iglesia el 25 de octubre, y se les invoca en particular para pedir su intercesión en la lucha por la pureza y la fidelidad a la fe.
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