Publicado por: Servus Cordis Iesu

La Epifanía participa con las fiestas de Navidad, Pascua, la Ascensión y Pentecostés del honor de ser calificada de día santísimo, en el canon de la Misa; se la considera como una de las fiestas cardinales, es decir, una de las fiestas sobre las que descansa la economía del Año litúrgico. De ella toma su nombre una serie de seis Domingos, lo mismo que otras toman el título de Domingos de Pascua o Domingos de Pentecostés. (Dom Guéranger, El Año Litúrgico)
Homilía de San Gregorio, Papa
Nacido el Rey del cielo, se turbó el rey de la tierra, porque la grandeza humana queda confundida cuando se manifiesta la excelsitud de la del cielo. ¿Por qué, habiendo nacido el Redentor, un Ángel se apareció a los pastores en Judea, mientras una estrella sirvió de guía a los Magos del Oriente para venir a adorarle? Porque los Judíos, como que se guiaban por la razón, debieron ser instruidos por una criatura racional, esto es, por un Ángel, pero los Gentiles, que no sabían valerse de la razón, debían ser guiados para conocer al Señor por señales. Dice San Pablo: “Las profecías han sido dadas a los fieles, no a los infieles; mas las señales se dan a los infieles, no a los fieles”. Y por esto a los primeros se les dieron las profecías, como fieles, no como infieles, y a los otros se dieron las señales, como infieles, no como fieles.
Cuando nuestro Redentor haya llegado a la edad perfecta, los Apóstoles lo anunciarán a esos mismos Gentiles, mientras que siendo aún infante, es anunciado a la Gentilidad por una estrella. Porque era justo que fuesen predicadores los que hablasen para darnos a conocer al Señor después que Él hubo hablado. Pero cuando Él aún no hablaba, le anunciasen los elementos mudos. Cuán grande fue la dureza de corazón de algunos Judíos, a los cuales ni las señales que se mostraron en el nacimiento y en la muerte del Señor, ni el don de las profecías, fueron suficientes para que le reconocieran.
Todos los elementos testificaron el advenimiento de su Autor. Los cielos le reconocieron por Dios, ya que al instante enviaron la estrella. El mar le reconoció, porque se dejó hollar por sus pies. La tierra le reconoció, porque al tiempo de su muerte se estremeció. Reconocióle el sol, porque en aquel momento escondió los rayos de su luz. Reconociéronle las peñas y los muros, pues muriendo Él, se hendieron. Le reconoció el infierno, restituyendo los muertos que albergaba. Y con todo, los corazones de los infieles judíos no le reconocen en manera alguna por Dios, y más duros que las peñas, no quieren abrirse a la penitencia.
Fuente: Lecturas 7, 8 y 9 de Maitines del Breviario Romano, tomadas de divinumofficium.com