Domingo de Ramos

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Extractos tomados del Decreto General de 1955 que restaura la Liturgia de la Semana Santa:

“Que los fieles sean invitados a tomar parte en la Procesión de Ramos en gran número, lo cual rinde a Cristo Rey un testimonio público de amor y gratitud».

Las oraciones que siguen al Sanctus piden a Dios «bendice estos ramos de olivo… en cualquier parte adonde fueren llevados, allí descienda la gracia de su bendición… lo cual permita a la devota feligresía comprender el sentido místico de la ceremonia, que es que los ramos representan el triunfo por sobre el príncipe de la muerte… y allí donde se alcen, proclamen la grandeza de esa victoria y la riqueza de las misericordias de Dios”.

Las oraciones de la Bendición, las Antífonas que se cantan durante la Procesión y el Himno Glória laus nos ofrecen una de las más impresionantes ceremonias que se hallan en el año litúrgico. (Misal Diario Católico Apostólico Romano 1962)

Pocos domingos hay en el año más solemnes en la Iglesia que el domingo de Ramos, y ninguno tal vez en que la Religión se presente con más brillo, y en que la fe y la piedad de los fieles se hagan más sensible. La Iglesia ha creído que debía honrar con un culto particular la entrada triunfante que Jesucristo hizo en la ciudad de Jerusalén cinco días antes de su muerte, porque está persuadida que no carece de misterio. Así es que desde que la Iglesia se vio en libertad por la conversión de los emperadores a la fe de Jesucristo, instituyó esta festividad. La ceremonia de las palmas, o de los ramos benditos que la acompañó, no fue más que el símbolo de las disposiciones interiores con que los fieles deben celebrarla, y una justa representación de la entrada triunfante que hizo el Salvador en  Jerusalén, y que los santos Padres miran como una figura de su entrada triunfante en la Jerusalén celestial.

Puédese fácilmente concebir cuál ha sido el motivo que ha tenido la Iglesia en la institución de esta fiesta, y lo que se ha propuesto en la ceremonia de los ramos. Quiere, en primer lugar, honrar la brillante entrada de Jesucristo en Jerusalén entre las aclamaciones del pueblo; quiere por un culto verdaderamente religioso, y por un homenaje sincero de todos los corazones cristianos, suplir, por decirlo así, lo que faltaba a un tributo puramente exterior, seguido pocos días después de la más negra y de la más infame perfidia. Con este espíritu de religión deben recibirse y llevarse los ramos, y asistirse a todas las ceremonias de estos días, conformándose así con las intenciones de la Iglesia. Las mismas bocas que en este día clamaban: Salud, gloria y bendición al Hijo de David, que viene en el nombre del Señor, al Rey de Israel, al Mesías; gritaban cinco días después: Quítalo, quítalo de delante de nosotros; sea crucificado cual lo merece un malvado; sea clavado en una cruz, como si hubiese sido el más perverso de todos los hombres. Para reparar esta cruel impiedad quiere la Iglesia que todos sus hijos reciban en triunfo a su divino Salvador, y resarzan en alguna manera la superficial y falsa recepción de los pérfidos judíos.

Fuente: Cf. P. Juan Croisset, Año Cristiano o Ejercicios devotos para todos los Domingos