Encíclicas sobre el Sagrado Corazón (III)

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Esta fiesta nos coloca en el punto central de nuestra fe: la redención. Tiene relación con la del Jueves Santo y la de Corpus. Fue instituida en 1849 por Pío IX para conmemorar su regreso desde Gaeta a la Ciudad Eterna. La Santa Madre Iglesia ha elegido maravillosamente los textos y oraciones de esta fiesta, para recordarnos que la Sangre derramada en el sacrificio expiatorio de la Cruz ha sido el precio del rescate y redención de nuestras almas.

Omnipotente y sempiterno Dios, que constituiste a tu unigénito Hijo Redentor del mundo, y quisiste aplacarte con su Sangre: haz, te suplicamos, que veneremos con solemne culto el precio de nuestra salud, y que, por su virtud, seamos preservados en la tierra de los males de la presente vida, para que gocemos de su perpetuo fruto en los cielos.

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Fiesta del Santísimo Corazón de Nuestro Señor

Publicado por: Servus Cordis Iesu

El culto del Sagrado Corazón, escribió el Cardenal Pie, es la quintaesencia del cristianismo; el compendio y sumario de toda la religión. El cristianismo, obra de amor en su principio, en su progreso y consumación, con ninguna otra devoción se identificará tan absolutamente como con la del Sagrado Corazón.

El objeto de la devoción al Sagrado Corazón, es este mismo Corazón, abrasado en amor hacia Dios y los hombres. Desde la Encarnación, efectivamente, Nuestro Señor Jesucristo es el objeto de la adoración y amor de toda creatura, no sólo como Dios, sino también como Hombre-Dios. Hallándose unidas la divinidad y la humanidad en la única persona del Verbo divino, merece todos los honores de nuestro culto, tanto en cuanto hombre, como en cuanto Dios; y así como en Dios son adorables todas las perfecciones, todo es adorable también en Cristo: su Cuerpo, su Sangre, sus Llagas, su Corazón; y por esto ha querido la Iglesia exponer a nuestra adoración, estos objetos sagrados.

El día de hoy nos muestra de una manera especial el Corazón del Salvador y quiere que le honremos, ya lo consideremos en Sí mismo, o como el símbolo vivo de la caridad.

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La Misa es el más bello y precioso Tesoro

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Ni aún el mismo Dios puede hacer que haya en el mundo acción más grande que la celebración de una Misa.

Cuantos honores han tributado y tributarán a Dios todos los ángeles con sus homenajes y todos los hombres con sus obras, penitencias y martirios, nunca pudieron ni podrán jamás tributar a Dios tanta gloria como la que le tributa una sola Misa.

Los honores de las criaturas son limitados. El honor que Dios recibe en el altar es un honor infinito, porque en él se le ofrece una víctima de infinito precio. La Santa Misa tributa a Dios el más grande honor que puede tributársele. Es la obra que más abate las fuerzas del infierno. Procura el más poderoso sufragio a las almas del Purgatorio. La que más apacigua la encendida cólera de Dios en contra de los pecadores y la que proporciona a los hombres en la tierra mayor cúmulo de bienes.

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El Santo y grandioso Sábado

Publicado por: Servus Cordis Iesu

La noche ha pasado sobre el sepulcro en que descansa el cuerpo del Hombre-Dios. Pero si la muerte triunfa en el fondo de esta gruta silenciosa; si tiene entre sus lazos a Aquel que da la vida a todos los seres, su triunfo será muy corto; en vano velan los soldados a la entrada de la tumba; no podrá retener al divino cautivo cuando emprenda su vuelo. Los santos ángeles adoran con profundo respeto el cuerpo inanimado de Aquel cuya sangre va a “purificar al cielo y a la tierra”. Este cuerpo separado del alma durante un corto instante ha permanecido unido al Verbo; el alma que momentáneamente cesó de animarle, no perdió tampoco su unión con la persona del Hijo de Dios. La divinidad permanece unida incluso con la sangre derramada en el Calvario y que debe entrar de nuevo en las venas del Hombre-Dios, en el momento de su próxima resurrección.

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Viernes Santo de la Pasión y Muerte del Señor

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo

Este día es dedicado todo a la estación del Calvario, del cual conviene que no te apartes ni un punto; asiste a la sombra del árbol de la cruz, redención de la pérdida del árbol del Paraíso. Levanta los ojos a lo alto de la copa y verás aquel racimo de la viña de Engadí, pendiente de sus ramas, y a tu dulce Esposo entre dos ladrones, reputado por uno de ellos.

Levanta los ojos y lee el título que tiene Cristo en la cruz: Jesús Nazareno, Rey de los judíos. Medita cada palabra de por sí: Jesús, que significa Salvador, y porque lo fue del mundo y tuyo, es condenado a tan acerba y afrentosa muerte. ¡Oh dulcísimo Bien mío, cuánto os costó mi salvación, cuánto hiciste por mí y cuán poco hago yo por Vos! 

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La Pasión de Cristo y la Santa Misa

Publicado por: Servus Cordis Iesu

La pasión de Cristo ocupa un lugar tan preferente en su vida, es de tal modo su obra, y tal la importancia que le dio, que quiso que su memoria se recordase entre los hombres, no sólo una vez al año, en los días de semana santa, sino todos los días. A este fin instituyó el mismo sacrificio que perpetuase, en el curso de los siglos, la memoria y los frutos de su oblación en el Calvario; es el sacrificio de la Misa.

Asistir a ese santo sacrificio y ofrecerlo con Cristo, es uno de los mejores y más eficaces medios de participar de su Pasión sacratísima.

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Inmaculado y Doloroso Corazón de María

Publicado por: Servus Cordis Iesu

El Calvario nos pone ante los ojos el doloroso Corazón crucificado de la Madre del Salvador durante la pasión de su Hijo.

¿Qué es el Calvario? Una montaña, la más considerable y digna de la Tierra santa. ¿Y qué es el Corazón de la Madre de Dios? ¿No es acaso una montaña, y la más ilustre, de esta tierra de bendición marcada por estas palabras: Bendijiste, Señor, tu tierra (Sal 85, 2), pues ella es la Virgen bendita, la parte más noble y elevada de su cuerpo y de su alma?

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Domingo de Ramos

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Extractos tomados del Decreto General de 1955 que restaura la Liturgia de la Semana Santa:

“Que los fieles sean invitados a tomar parte en la Procesión de Ramos en gran número, lo cual rinde a Cristo Rey un testimonio público de amor y gratitud».

Las oraciones que siguen al Sanctus piden a Dios «bendice estos ramos de olivo… en cualquier parte adonde fueren llevados, allí descienda la gracia de su bendición… lo cual permita a la devota feligresía comprender el sentido místico de la ceremonia, que es que los ramos representan el triunfo por sobre el príncipe de la muerte… y allí donde se alcen, proclamen la grandeza de esa victoria y la riqueza de las misericordias de Dios”.

Las oraciones de la Bendición, las Antífonas que se cantan durante la Procesión y el Himno Glória laus nos ofrecen una de las más impresionantes ceremonias que se hallan en el año litúrgico. (Misal Diario Católico Apostólico Romano 1962)

Pocos domingos hay en el año más solemnes en la Iglesia que el domingo de Ramos, y ninguno tal vez en que la Religión se presente con más brillo, y en que la fe y la piedad de los fieles se hagan más sensible. La Iglesia ha creído que debía honrar con un culto particular la entrada triunfante que Jesucristo hizo en la ciudad de Jerusalén cinco días antes de su muerte, porque está persuadida que no carece de misterio. Así es que desde que la Iglesia se vio en libertad por la conversión de los emperadores a la fe de Jesucristo, instituyó esta festividad. La ceremonia de las palmas, o de los ramos benditos que la acompañó, no fue más que el símbolo de las disposiciones interiores con que los fieles deben celebrarla, y una justa representación de la entrada triunfante que hizo el Salvador en  Jerusalén, y que los santos Padres miran como una figura de su entrada triunfante en la Jerusalén celestial.

Puédese fácilmente concebir cuál ha sido el motivo que ha tenido la Iglesia en la institución de esta fiesta, y lo que se ha propuesto en la ceremonia de los ramos. Quiere, en primer lugar, honrar la brillante entrada de Jesucristo en Jerusalén entre las aclamaciones del pueblo; quiere por un culto verdaderamente religioso, y por un homenaje sincero de todos los corazones cristianos, suplir, por decirlo así, lo que faltaba a un tributo puramente exterior, seguido pocos días después de la más negra y de la más infame perfidia. Con este espíritu de religión deben recibirse y llevarse los ramos, y asistirse a todas las ceremonias de estos días, conformándose así con las intenciones de la Iglesia. Las mismas bocas que en este día clamaban: Salud, gloria y bendición al Hijo de David, que viene en el nombre del Señor, al Rey de Israel, al Mesías; gritaban cinco días después: Quítalo, quítalo de delante de nosotros; sea crucificado cual lo merece un malvado; sea clavado en una cruz, como si hubiese sido el más perverso de todos los hombres. Para reparar esta cruel impiedad quiere la Iglesia que todos sus hijos reciban en triunfo a su divino Salvador, y resarzan en alguna manera la superficial y falsa recepción de los pérfidos judíos.

Fuente: Cf. P. Juan Croisset, Año Cristiano o Ejercicios devotos para todos los Domingos

Los mismos efectos que los del Sacrificio de la Cruz

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Con ocasión del sacrificio eucarístico, la Iglesia misma cuidadosamente nos hace esta advertencia solemne; estamos en presencia de un “misterio de fe”: “mysterium fidei”

La inmolación de Cristo en el Calvario fue la expiación reparadora de todos los pecados del mundo, la fuente meritoria de todas las gracias de salvación y de nuestra felicidad eterna, el sacrificio de adoración, de acción de gracias y de ruego que procura a Dios una gloria infinita, y el supremo acto de nuestra redención.

Con su muerte en la cruz pasó ya para Cristo la hora del mérito y de la expiación; mas continúa en el sacrificio eucarístico para aplicarnos los méritos y las satisfacciones de su sacrificio redentor. Prosigue en él, también, de una manera siempre actual, la obra de glorificación de su Padre por una vida de adoración, de alabanza y de ruego, que constituye la esencia misma de la religión cristiana. Lo que corresponde a la Iglesia es unirse a la alabanza perpetua que, desde el alma de Cristo, sube sin cesar hacia Dios Trinidad. En el momento del santo sacrificio de la Misa, la Iglesia -identificada con el alma del Cristo del Gólgota- contempla lo que veía Jesús mismo desde lo alto de su cruz. Ella expía, adora, agradece y ruega a Dios, fija su mirada, como la de su Maestro, en los horizontes universales del mundo de la redención en perspectivas sin fin.

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El mismo Sacrificio que el de la Cruz

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Tocamos aquí el punto más misterioso y, a la vez, más consolador del misterio de la Misa: su identidad sustancial con el sacrificio de la Cruz, sin otra diferencia que la del modo de oblación; cruenta en el Calvario, sacramental e incruenta en el altar. Para explicar este problema, que sigue siendo un misterio, se ha recurrido a mil hipótesis diversas. Sin embargo la verdad es una. La Iglesia la busca tradicionalmente en el carácter representativo del sacrificio eucarístico con relación a la cruz. Habría llegado ya el tiempo de acallar todos esos esfuerzos de imaginación, a menudo ridículos, de los teólogos de la contrarreforma para tratar de encontrar en la inmolación eucarística los elementos de una inmolación real. Es precisamente el carácter propio del sacrificio eucarístico ser un sacrificio verdadero sin inmolación real: habiendo bastado y ampliamente, para la redención del mundo, la única oblación cruenta del Calvario. No hay por qué renovar esta muerte, ni buscar la equivalencia de un sacrificio de orden natural y de un nuevo martirio en la carne de Cristo. “El Cristo resucitado ya no muere más”. Su cuerpo en adelante impasible e inmortal, su vida bienaventurada y su estado de gloria opónense a todo lo que signifique disminución de grandeza o de gozo. El Cristo de la eternidad permanece presente ante la majestad del Padre en una felicidad beatifica y una gloria inamisible. Ahora bien, al Cristo del Cielo es a quien poseemos en la Hostia con todas sus propiedades gloriosas, al Cristo de la Hostia y al Cristo de la gloria en el mismo deslumbramiento de una vida sin fin, no es otro, pero de otra manera. No es pues directamente por el lado de la persona de Jesús que debemos buscar la solución del enigma eucarístico. Se ha de desechar en absoluto toda explicación por asimilación a un sacrificio de orden natural. Cristo eucarístico permanece invulnerable, inmortal e impasible. Sólo la luz del Evangelio puede hacernos entrar en este “misterio de fe”. Oblación e inmolación: todo acaece en el plano sacramental.

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