El Santo Día de Pascua

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Continuación del Santo Evangelio según San Marcos (XVI, 1-7)

En aquel tiempo María Magdalena y María, madre de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a ungir a Jesús. Y muy de mañana, al día siguiente del sábado, fueron al monumento salido ya el sol. Y decían entre sí: ¿Quién nos separará la piedra de la puerta del sepulcro? Y, mirando, vieron separada la piedra, que era muy grande. Y, entrando en el sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con traje blanco, y se asustaron. Pero él les dijo: No os asustéis: buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado; ha resucitado, no está aquí, he ahí el sitio donde le pusieron. Pero id, decid a sus discípulos y a Pedro, que os precederá en Galilea; allí le veréis, como os lo dijo.

“Resucitó, ya no está aquí”: un muerto que manos piadosas habían colocado allí, sobre aquella losa, en aquella gruta; se ha levantado, y aun sin quitar la piedra que cerraba la entrada, ha resucitado a una vida que ya nunca tendrá fin. Nadie le prestó ayuda; ningún profeta, ningún enviado de Dios se inclinó sobre su cadáver para volverle a la vida. Él mismo fue quien, por su propia virtud, se resucitó. Para Él la muerte no fue una necesidad; la padeció porque quiso; la aniquiló cuando quiso. ¡Oh Jesús, tú juegas con la muerte, tú, que eres el Señor, Nuestro Dios! Nos postramos de rodillas ante ese sepulcro vacío, que, por haber tú morado en él algunas horas has hecho sagrado para siempre. “He ahí el lugar en que te colocaron”. ¡He ahí los lienzos, las vendas, que no te pudieron retener y dan fe de tu paso voluntario por el yugo de la muerte!

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El Santo y grandioso Sábado

Publicado por: Servus Cordis Iesu

La noche ha pasado sobre el sepulcro en que descansa el cuerpo del Hombre-Dios. Pero si la muerte triunfa en el fondo de esta gruta silenciosa; si tiene entre sus lazos a Aquel que da la vida a todos los seres, su triunfo será muy corto; en vano velan los soldados a la entrada de la tumba; no podrá retener al divino cautivo cuando emprenda su vuelo. Los santos ángeles adoran con profundo respeto el cuerpo inanimado de Aquel cuya sangre va a “purificar al cielo y a la tierra”. Este cuerpo separado del alma durante un corto instante ha permanecido unido al Verbo; el alma que momentáneamente cesó de animarle, no perdió tampoco su unión con la persona del Hijo de Dios. La divinidad permanece unida incluso con la sangre derramada en el Calvario y que debe entrar de nuevo en las venas del Hombre-Dios, en el momento de su próxima resurrección.

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Lleno del espíritu de todos los justos

Publicado por: Servus Cordis Iesu

¡Con qué veneración debemos acercarnos hoy a este hombre, de quien San Gregorio Magno escribió que “estuvo lleno del espíritu de todos los justos!”. Si consideramos sus virtudes, veremos que igualan a todo lo que los anales de la Iglesia nos dicen de los demás santos. La caridad de Dios y del prójimo, la humildad, el don de oración, el imperio sobre todas las pasiones, hacen de él una obra maestra de la gracia del Espíritu Santo. Obras milagrosas llenan toda su vida: curación de enfermedades humanas, poder sobre las fuerzas de la naturaleza, imperio sobre los demonios y hasta poder de resucitar a los muertos. El espíritu de profecía le descubre el porvenir y hasta los pensamientos más íntimos no escapan a los ojos de su espíritu. Estos rasgos sobrenaturales se encuentran realzados por dulce majestad, por grave severidad y misericordia caridad, que brillan en cada una de las páginas de su biografía, escrita por uno de sus discípulos, el Papa San Gregorio Magno, quien se encargó de transmitir a la posteridad todo lo que Dios se había dignado realizar en su siervo Benito.

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