Lleno del espíritu de todos los justos

Publicado por: Servus Cordis Iesu

¡Con qué veneración debemos acercarnos hoy a este hombre, de quien San Gregorio Magno escribió que “estuvo lleno del espíritu de todos los justos!”. Si consideramos sus virtudes, veremos que igualan a todo lo que los anales de la Iglesia nos dicen de los demás santos. La caridad de Dios y del prójimo, la humildad, el don de oración, el imperio sobre todas las pasiones, hacen de él una obra maestra de la gracia del Espíritu Santo. Obras milagrosas llenan toda su vida: curación de enfermedades humanas, poder sobre las fuerzas de la naturaleza, imperio sobre los demonios y hasta poder de resucitar a los muertos. El espíritu de profecía le descubre el porvenir y hasta los pensamientos más íntimos no escapan a los ojos de su espíritu. Estos rasgos sobrenaturales se encuentran realzados por dulce majestad, por grave severidad y misericordia caridad, que brillan en cada una de las páginas de su biografía, escrita por uno de sus discípulos, el Papa San Gregorio Magno, quien se encargó de transmitir a la posteridad todo lo que Dios se había dignado realizar en su siervo Benito.

Te saludamos con amor, ¡oh Benito! ¿Qué mortal ha sido escogido para obrar sobre la tierra tantas maravillas como tú? Cristo te ha coronado como uno de sus principales colaboradores en la obra de la salvación y de la santificación de los hombres. ¿Quién podrá contar los millares de almas que te deben la felicidad, bien sea que tu Regla los haya santificado en el claustro o que el celo de tus hijos haya sido para ellas el medio de conocer y servir al Señor que te eligió? A tu alrededor en la morada de la gloria un número inmenso de bienaventurados se reconoce deudor a ti, después de Dios, de la felicidad eterna; sobre la tierra, naciones enteras profesan la verdadera fe por haber sido evangelizadas por tus discípulos.

Sostén, oh Benito, la santa Iglesia con tu poderosa intercesión. Asiste a la Sede Apostólica, con tanta frecuencia ocupada por tus hijos. Padre de tantos pastores de pueblos, alcánzanos Obispos semejantes a los que ha formado tu Regla. Padre de tantos Apóstoles, demanda para los países infieles heraldos evangélicos que triunfen por la sangre y la palabra como todos los que salieron de tus claustros. Padre de tantos doctores, ruega a fin de que la ciencia de las sagradas letras renazca como una ayuda para la Iglesia y como confusión del error. Padre de tantos ascetas, activa el celo de la perfección cristiana que languidece en tantos cristianos modernos. Patriarca de la religión de Occidente, vivifica a todas las Órdenes religiosas que el Espíritu Santo ha dado a la Iglesia.

En fin, oh Benito, amigo de Dios, ruega por los fieles de Cristo, en estos días consagrados a los sentimientos y obras de penitencia. Reanima su valor con tus ejemplos y enseñanzas para que aprendan a dominar la carne y someterla al espíritu; busquen como tú el retiro para meditar los años eternos; alejen su corazón y sus pensamientos de las alegrías fugitivas de este mundo.

La piedad católica te invoca como uno de los patronos y modelos del cristiano que está para morir; se recuerda del espectáculo que ofreció tu tránsito, cuando de pie ante el altar, sostenido por los brazos de tus discípulos, apenas tocando la tierra con tus pies, entregaste tu alma a su criador en la sumisión y confianza; obtennos, oh Benito, una muerte tranquila como la tuya. Aparta de nosotros en ese momento supremo, todas las embestidas del enemigo; visítanos con tu presencia y no nos abandones hasta que hayamos depositado nuestra alma en el seno del Dios que te ha coronado.

Fuente: Dom Prospero Guéranger, El Año Litúrgico