Inmaculado y Doloroso Corazón de María

Publicado por: Servus Cordis Iesu

El Calvario nos pone ante los ojos el doloroso Corazón crucificado de la Madre del Salvador durante la pasión de su Hijo.

¿Qué es el Calvario? Una montaña, la más considerable y digna de la Tierra santa. ¿Y qué es el Corazón de la Madre de Dios? ¿No es acaso una montaña, y la más ilustre, de esta tierra de bendición marcada por estas palabras: Bendijiste, Señor, tu tierra (Sal 85, 2), pues ella es la Virgen bendita, la parte más noble y elevada de su cuerpo y de su alma?

¿Qué es el Calvario? La montaña de Moria, en la que Dios ordenó a Abrahán que inmolara a su hijo. En efecto, en el lugar donde, según la lectura común del capítulo 22 de Génesis Dios dijo a Abrahán: Dirígete al monte de la visión, el texto hebreo dice: Dirígete al monte Moria. Es también el lugar donde el rey David levantó un altar y ofreció sacrificios a Dios para detener el curso de la peste que hacía estragos en su pueblo. Es el lugar donde Salomón construyó el templo de Jerusalén, pues el monte Sion donde este templo fue construido y la montaña de Moria, son lo mismo. Vimos ya cómo el verdadero Salomón construyó su primer templo y su más santo altar en el Corazón dignísimo de la hija de Abrahán y de David. En ese templo y en esa montaña fue donde ella inmoló, no solo de voluntad como Abrahán, sino efectivamente a su querido y adorado Isaac.

¿Qué es el Calvario? Un lugar regado con la sangre de Jesús. ¿Pero el Corazón de María la recibió acaso más bien en su interior por amor y compasión? Se llenó de ella, fue más penetrado y regado por ella que la tierra del Calvario. Así habla un excelente autor al explicar estas palabas del Cantar que el Espíritu Santo dirige a su divina Esposa, la santa Virgen: Los cabellos de tu cabeza son púrpura del rey (Cant. 7, 5). ¿Qué son esos cabellos de la cabeza sagrada de la Madre del Salvador? Son, al decir de este santo doctor, los pensamientos y los sentimientos dolorosos de que su Corazón rebosaba cuando su hijo estaba clavado en la cruz. ¿Qué es esa púrpura del rey? Es la carne adorable del redentor, que en ese momento estaba por entero enrojecida de su sangre. ¿En qué se parecen esos cabellos de la reina del cielo a la púrpura regia del Rey de reyes? En que, así como el cuerpo del Hijo estuvo bañado en su propia sangre, así el Corazón de la Madre estuvo sumergido en la misma sangre por la compasión muy dolorosa que ella experimentaba por su amadísimo Hijo: la carne del Hijo estaba enrojecida por la sangre de la pasión; el espíritu de la Madre estaba enrojecido con la sangre de la compasión.

Al decir del santo patriarca de Jerusalén, Sofronio: Cuantas heridas hubo en el cuerpo de Cristo, otras tantas hubo en el Corazón de la Madre; cuántas espinas punzantes, cuántos clavos transverberantes, cuántos golpes agobiantes, cuántas espadas hirientes destrozaron el Corazón de María. Todos los golpes que Jesús recibía en su cuerpo hacían penetrante eco en el Corazón de María.

Veo a mi Redentor crucificado, sufriente, agonizante, muriente y muerto en el Calvario. Contemplo todos sus dolores, sufrimientos, su agonía, y su muerte en el Corazón de su preciosa Madre. Mientras su Hijo vive, ella vive con él; cuando él muerte en la cruz, ella muere con él en la misma cruz. “El Hijo y la Madre fueron crucificados, el Hijo en su cuerpo y la Madre en su Corazón”.

Veo además en el Calvario al autor de la vida en el estado de la muerte y en las tinieblas de un sepulcro, pues el jardín de José de Arimatea donde se encuentra el sepulcro, hace parte de la montaña del Calvario. Pero veo además que él es sepultado más en el Corazón de su sacratísima Madre que en ese sepulcro. Ese Corazón maravilloso es una tumba viva y vivificante, pues como este santísimo Corazón cooperó en la encarnación del Hijo de Dios por el ardor de su amor, por el fervor de sus deseos y por el poder de sus oraciones, contribuyó también a su resurrección. Jesús resucitó en el sepulcro pero salió de él en el mismo instante. Resucitó en el Corazón de María y permaneció en él por siempre y eternamente. Por eso puede decirse de esa tumba que no es tumba de muerte. Su sepultura será gloriosa (Is 11, 10). Finalmente en el Calvario nuestro Redentor obró y perfeccionó nuestra salvación, y vimos ya cómo el Corazón de su bienaventurada Madre cooperó de múltiples maneras en el cumplimiento de esa gran obra.

¡Dichosos los que, después de Dios, ponen su confianza en la bondad inconcebible de su Corazón maternal! El cielo y la tierra se derrumbarían antes que Ella faltara en venir en socorro de los que la invocan de todo corazón en sus aflicciones.

Fuente: San Juan Eudes, El Corazón Admirable de la Sagrada Madre de Dios


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