Segundo Domingo después de Epifanía

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Introito

Adórete, oh Dios, toda la tierra, y salmodie en tu honor: diga un salmo a tu nombre, ¡oh, Altísimo! Salmo: Tierra toda, canta jubilosa a Dios, di un salmo a su nombre: dale gloria y alabanza. V. Gloria al Padre.

Oración

Omnipotente y eterno Dios, que gobiernas a un tiempo las cosas celestes y las terrenas: escucha clemente las súplicas de tu pueblo, y concede tu paz a nuestros tiempos. 

Epístola

Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Romanos (XII, 6-16)

Hermanos: Poseemos dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada: bien el don de profecía, conforme a la fe; bien el de ministerio, para ejercerlo en el ministerio; el de enseñanza para el que enseña: el de exhortación para el que exhorta; el de simplicidad para el que distribuye; el de solicitud para el que preside; el de alegría para el que ejerce la misericordia. Sea vuestro amor sin disimulo; odiad el mal, apegaos al bien; amaos mutuamente con fraternal caridad; preveníos con mutuo honor; no seáis perezosos en el cuidado; sed fervorosos de espíritu; servid al Señor; gozaos en la esperanza; sed sufridos en la tribulación; perseverad en la oración; asociaos a las necesidades de los santos; seguid la hospitalidad. Bendecid a los que os persigan; bendecid y no maldigáis. Alegráos con los que se alegren, llorad con los que lloren. Sentid todos lo mismo; no ambicionéis cosas altas, sino acomodáos a las humildes.

La paz que en el mundo de los santos es la característica de los hijos de Dios, es la que crea de igual modo la unidad de la Iglesia ya desde este mundo, pues sólo gracias a ella forma un solo cuerpo cuyos diversos miembros mantienen su multiplicidad bajo el influjo de la cabeza y de su jefe único, y cuyas funciones tan distintas, son todas ellas dirigidas, dentro de su variedad, por el amor de Cristo-Esposo. La Epístola que se nos acaba de leer no tiene más objeto que mostrarnos sometidas al imperio de la caridad, reina de las virtudes, muchas de las aplicaciones de esa paz esencial al cristianismo, especificar detalladamente sus formas y condiciones y adaptar su práctica a todos los estados sociales y a todas las circunstancias de la vida. Es tal para nuestra Santa Madre la Iglesia, la importancia de estas consideraciones, que volverá a tomar este tema, dentro de ocho días, el Domingo tercero después de Epifanía, continuando el texto, del Apóstol en el lugar en que hoy lo deja.

Ahora bien, antes de estas sagradas bodas, lejos de la vida divina y de la paz de Dios, que ellas traen al mundo, no había en él más que división y muerte.

Gradual

El Señor envió su Verbo y los sanó: y los libró de la muerte. V. Alaben al Señor sus misericordias: y sus maravillas con los hijos de los hombres.

Aleluya

Aleluya, aleluya. V. Alabad al Señor todos sus Ángeles: alabadle todos sus ejércitos. Aleluya.

Evangelio

Continuación del santo Evangelio según San Juan (II, 1-11)

En aquel tiempo se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la Madre de Jesús estaba allí. Y fue llamado también Jesús y sus discípulos a las bodas. Y, faltando el vino, le dijo la Madre de Jesús: No tienen vino. Y le dijo Jesús: ¿Qué nos importa a ti y a mí, mujer? Aún no ha llegado mi hora. Dijo su Madre a los servidores: Haced cuanto Él os diga. Y había allí seis tinajas de piedra, dispuestas para el lavado de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros. Díjoles Jesús: Llenad de agua las tinajas. Y las llenaron hasta el borde. Y díjoles Jesús: Sacad ahora y llevad al maestresala. Y llevaron. Y, cuando el maestresala saboreó el agua hecha vino, que no sabía de dónde procedía (peno sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua), llamó al esposo el maestresala, y le dijo: Todo hombre pone primero el vino bueno: y cuando se han saciado, entonces presenta el peor: mas, tú has guardado el buen vino hasta ahora. Este primer milagro hizo Jesús en Caná de Galilea: y manifestó su gloria, y creyeron en Él sus discípulos.

¡Oh suerte admirable la nuestra! Dios se ha dignado, como dice el Apóstol mostrar las riquezas de su gloria en vasos de misericordia (Rom. IX, 23.) Las tinajas de Caná, símbolos de nuestras almas, eran cosas inanimadas y de ningún modo merecían tal honor. Jesús manda a los criados que las llenen de agua; y el agua sirve para purificarlas; pero no cree haber concluido hasta que las ve llenas hasta arriba de aquel vino nuevo y celestial, que sólo en el reino de su Padre debía beberse. De modo semejante se nos comunica a nosotros la caridad divina, que reside en el Sacramento del amor; para no defraudar a su gloria, antes de desposarse con ellas, el divino Emmanuel eleva hasta sí nuestras almas. Dispongámonos, pues, para esta unión y según el consejo del Apóstol, hagámonos semejantes a la Virgen pura que está destinada a un Esposo inmaculado. (II, Cor. XI.)

Fuente: Dom Prospero Guéranger, El Año Litúrgico