Eres la dispensadora y depositaria de las Gracias

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Lo que es verdad respecto a los medios generales de salvación, lo es también de cada gracia en particular. La Santísima Virgen, nos dice San Bernardo, y los Papas han hecho suya esta doctrina, interviene en la distribución de todos los dones sobrenaturales, es mediadora para cada uno y cada una de las circunstancias de nuestra vida, como una madre que se ocupa individualmente de cada uno de sus hijos. Para esto Dios le ha dado un conocimiento proporcionado a su papel maternal universal y mientras un fiel prosiga la obra de su santificación, María pondrá todo su poder y todo su amor a su favor para aplicarle los frutos de la redención.

Debemos, pues, dirigirnos con reconocimiento y confianza a quién y por quien recibimos todos los bienes sobrenaturales. Pero si la Virgen es dispensadora de los tesoros celestiales, si es la mediadora que nos da a Jesús, lo es también para conducirnos a Dios, para presentarle nuestras plegarias y nuestra misma vida. Sin duda Jesucristo es nuestro abogado y mediador ante el Padre, ¿pero tenemos suficiente grado de pureza para dirigirnos directamente a Él? Digamos con el bienaventurado Grignon de Monfort en su admirable librito de La verdadera devoción a la Santísima Virgen: «Tenemos necesidad de un mediador ante el mismo Mediador y para ello María es la más capaz de ejercer esta caritativa función. Por ella Jesús ha venido a nosotros y por ella debemos ir nosotros a Él. Si no nos atrevemos a ir directamente a Jesucristo-Dios debido a su infinita grandeza o a nuestra pequeñez o a nuestros pecados, imploremos la ayuda y la intercesión de María nuestra Madre; es buena y cariñosa; en ella no hay nada de austero, nada de demasiado sublime o demasiado brillante que nos impida acercarnos; viéndola a ella, contemplamos nuestra misma naturaleza… Es tan dadivosa que no rechaza a nadie, tan poderosa que no desoye las súplicas; sólo necesita presentarse ante su Hijo que no podrá negar nada a las instancias y súplicas de su amantísima Madre. Para ir a Jesús es necesario ir a María que es nuestra mediadora por su intercesión; para ir al Padre es necesario ir a Jesús, nuestro Mediador por la redención».

¡Oh excelsitud de nuestra raza, que tal mediadora ha conseguido! ¡Qué boca, aunque cante sin descanso himnos de alabanza, podrá darte, Señor, dignas acciones de gracias por este beneficio!, ¡Oh Madre divina, eres la dispensadora y depositaria de las gracias no para guardarlas para ti sola, sino para repartirlas a manos llenas sobre todas las criaturas. Como dispensadora de inagotables tesoros está encargada de su distribución; ¿cómo ha de guardar celosamente unas riquezas que no disminuyen nunca? Derrama, pues, con mano generosa sobre tu pueblo y tu herencia tus misericordias y tus gracias. Líbranos de los males que nos oprimen. Mira las múltiples y difíciles pruebas que nos pesan sobre nosotros: pruebas interiores y exteriores que vienen de hermanos y de extraños. Restablece con tu poder el orden y la paz. Reconcilia a los hermanos entre sí, expulsa lejos a los enemigos que nos rodean y atormentan como bestias feroces. Proporciona a nuestras miserias tu socorro y ayuda y concede a nuestras almas una gracia abundante con la que podamos triunfar de todo, a fin de que si no podemos avanzar lo logremos con ella. Concédenos, en fin, que fortificados y salvados por tantas misericordias podamos glorificar ahora y siempre por los siglos sin fin al Verbo eterno encarnado en ti por nosotros, junto con el Padre sin principio y el Espíritu Vivificador.

Fuente: Dom Prospero Guéranger, El Año Litúrgico