Fijemos siempre la mirada en Dios

Publicado por: Servus Cordis iesu

Si los defectos que vemos en los demás no se encuentran en nosotros, es siempre gracias a la misericordia de Dios: es un signo evidente de que nos protege y extiende su mano poderosa sobre nosotros, y todo esto sin mérito alguno por parte nuestra, ya que, si Él nos retirase su protección, podríamos llegar a ser peores que los demás, al ser también nosotros unos pobres mortales. Por eso, hemos de mantenernos siempre en el temor de Dios y rogar al Señor por quienes caminan fuera del recto sendero, para que los ilumine y se conviertan.

El camino seguro para todos nosotros consiste en cumplir siempre la voluntad de Dios, confiando en su ayuda para no caer, y mantenernos así en su gracia.

Nos quejamos a menudo, y es porque no queremos realizar fervientemente nuestra parte, mientras que Dios nuestro Señor, del cual hemos recibido todo nuestro ser, continúa haciendo su parte en nuestro favor, sin mérito nuestro alguno. ¿Qué más podría hacer Jesús por nosotros? Nos ha dado la Palabra de vida. Nos ha manifestado sus justos juicios. Nos ha mostrado sus santísimos caminos. Nos ha introducido en el misterio de su muy dolorosa pasión. Nos ha enseñado a despreciar las cosas caducas de la tierra. Nos ha revelado las maravillas de sus obras. ¿Y por qué permanecemos insensibles ante tantas muestras de amor? ¿Por qué no dedicamos todas nuestras fuerzas a servir, amar y glorificar en nosotros mismos y en los demás al Señor de infinita bondad? ¿De qué nos quejamos, entonces?

Quien ha recibido mucho, debe hacer también mucho por Jesús; en cambio, quien pretende realizar escasa labor y la hace con negligencia, merece que se le quite lo que se le ha dado. ¿Acaso no nos inquieta el severo reproche del amo al siervo holgazán?

Viviendo en la fe, busquemos siempre lo mejor, con la gracia de Dios, renunciando a nosotros mismos y pisoteando las míseras cosas de la tierra. Fijemos siempre nuestra mirada en Dios, pongamos toda nuestra felicidad en Él, el Sumo Bien, y no vayamos tras los efímeros fantasmas del mundo.

Escuchemos al apóstol Pablo, que nos dice: Hermanos, ambicionad los carismas mejores. Acojamos la invitación del Espíritu Santo, que de continuo nos inculca aquel sugestivo “exactamente” cuando nos recuerda que observemos sus mandamientos fielmente: Tú promulgas tus decretos para que se observen exactamente. “Exactamente”, por siempre, por amor del altísimo Señor; por siempre, con veneración interior y exterior; por siempre, con desapego de las vanidades terrenas; por siempre, en el temor de los santos juicios de Dios; por siempre, mortificándonos a nosotros mismos; por siempre, manteniéndonos cautos y vigilantes ante las astucias de Satanás.

Solos no podemos hacer nada, pero nos consuela la palabra del apóstol: Todo lo puedo en aquel que me conforta. Confía en el Señor y haz el bien, y él te dará lo que pide tu corazón.

Fuente: De las Cartas del Venerable Antonio Lucci, obispo