Quinto Domingo después de Epifanía

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Oración

Suplicámoste, Señor, custodies, a tu familia con tu continua piedad: para que, pues que sólo se apoya en la esperanza de la gracia celestial, sea siempre defendida con tu protección. 

Epístola

Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Colosenses (III, 12-17)

Hermanos: Revestíos, como elegidos de Dios, como santos y amados suyos, de entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de modestia y de paciencia, soportándoos mutuamente, y perdonándoos los unos a los otros, si alguien tuviere queja contra otro. Como el Señor os perdonó a vosotros, así debéis hacer vosotros. Mas, sobre todas estas cosas, tened caridad, porque ella es el vínculo de la perfección. Y la paz de Cristo salte gozosa en vuestros corazones, pues por ella habéis sido llamados a formar un solo Cuerpo. Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite copiosa en vosotros con toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos los unos a los otros con salmos, e himnos, y cánticos espirituales, cantando con gracia a Dios en vuestros corazones. Todo cuanto hagáis, de palabra o de obra, hacedlo en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, dando gracias a Dios y al Padre por Nuestro Señor Jesucristo.

Educado en la escuela del Hombre-Dios, que se ha dignado morar en nuestra tierra, el cristiano debe ejercitar la misericordia para con sus hermanos. El mundo, purificado por la presencia del Verbo Humanado, será para nosotros un asilo de paz, si es que sabemos merecer los títulos que nos da el Apóstol de elegidos de Dios, santos y amados suyos. Esta paz debe llenar el corazón del cristiano y hacerle vivir en continua alegría, deseosa de manifestarse en el canto de las alabanzas divinas. Es sobre todo el Domingo, cuando los fieles realizan este deber tan grato a su corazón, uniéndose a la Santa Iglesia con sus salmos y cánticos. Acordémonos también, en la práctica ordinaria de la vida, del consejo que nos da el Apóstol al final de esta Epístola, y pensemos en hacer todos nuestros actos en nombre de Jesucristo, con el fin de ser agradables en todo a nuestro Padre celestial.

Evangelio

Continuación del santo Evangelio según San Mateo (XIII, 24-30)

En aquel tiempo dijo Jesús a las turbas esta parábola: El reino de los cielos es comparable a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Mas, cuando dormían sus hombres, vino su enemigo y sembró cizaña encima, en medio del trigo y se fue. Y, cuando creció la semilla y produjo fruto, apareció también la cizaña. Acercándose entonces los siervos al padre de familias, le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo, pues, tiene cizaña? Y les dijo: El enemigo hizo eso. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres que vayamos y la recojamos? Y les dijo: No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis también el trigo. Dejad que crezcan ambas simientes hasta el tiempo de la siega, y entonces diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos, para quemarla: el trigo, en cambio, congregadlo en mi granero.

El reino de los cielos de que habla aquí el Salvador es su Iglesia militante, la sociedad de los que creen en Él. Con todo eso, el campo que con tanto esmero ha cultivado, está plagado de cizaña; las herejías se han infiltrado en él; multiplícanse los escándalos: ¿es esto motivo para dudar de la providencia de quien todo lo conoce, y sin cuyo consentimiento no sucede nada? Lejos de nosotros el creerlo, El mismo Maestro nos previene que debe ocurrir así. El hombre ha recibido libertad para el bien y para el mal; a él le corresponde, pues, usar de ella, y a Dios el dirigir todo a su mayor gloria. Por tanto, aunque crezca la herejía como planta maldita, sabemos que llegará el día en que sea arrancada; en más de una ocasión la veremos también secarse en su mismo tallo, sin esperar al día en que ha de ser arrancada y arrojada al fuego. ¿Dónde están hoy las herejías que asolaron a la Iglesia en sus primeros tiempos? Lo mismo sucederá con los escándalos que se dan en el seno de la Iglesia. La cizaña es una plaga; pero nos conviene ser probados. No quiere el Padre de familias que se arranque esa hierba parásita, por miedo a dañar al trigo verdadero. ¿Por qué? porque la mezcla de buenos y malos es una prueba útil para los primeros, pues les enseña a no confiar en el hombre sino a elevarse más arriba. ¿Por qué también? porque es tan grande la misericordia del Señor, que a veces, con su gracia, lo que era cizaña se puede convertir en trigo. Tengamos, pues, paciencia; pero ya que sabemos que el enemigo sólo siembra la cizaña mientras duermen los guardianes del campo, roguemos por los pastores, pidiendo para ellos a su divino Jefe, la vigilancia que es la primera garantía de la salud del rebaño, y su cualidad más importante, significada en el nombre que la Iglesia les ha impuesto.

Fuente: Dom Prospero Guéranger, El Año Litúrgico