He aquí que llega nuestra Redención

Publicado por: Servus Cordis Iesu

¿Quién libra de la muerte, sino el libre entre los muertos? Y ¿qué significa libre entre los muertos, sino sin pecado entre los pecadores? Ved venir, dice nuestro mismo Redentor; ved que viene el príncipe de este mundo, y ninguna cosa hallará en mí. Mantiene bajo su dominio a los que engañó, a los que sedujo, a los que llevó al pecado y a la muerte; pero en mí no hallará nada. Ven, pues, oh Señor; ven, que te conozca el esclavo, que huya el esclavizador; sé tú mi libertador.

Perdido me halló aquel a quien el diablo ninguna de las obras de la carne halló. Halló, sí, en Él carne el príncipe de este siglo; hallóla, pero ¿qué carne? Una carne mortal, crucificable, matable. Pero te engañas, ¡oh seductor!; no podrás engañar al Redentor: sí, estás en un error. Ves en el Señor carne mortal, pero no es carne de pecado; es una semejanza de la carne de pecado. Porque Dios envió a su Hijo en semejanza de carne de pecado. Carne verdadera, carne mortal; pero no carne de pecado.

¿Con qué fin? A fin de condenar en la carne el pecado por el pecado mismo, que, ciertamente, no existía en Él de ninguna manera. Pero si la carne de Cristo no era carne de pecado, sino semejante a la carne de pecado, ¿cómo pudo condenar en la carne al pecado por el pecado mismo? Dase ordinariamente a una imagen el nombre de lo que representa. Llamó pecado a la carne que tenía semejanza con la carne de pecado, para que fuese sacrificio por el pecado. El mismo Apóstol dice en otro lugar: Al que no conoció, por nosotros le hizo pecado; al mismo Cristo, aquel que ignoró el pecado, hízole Dios por nosotros pecado. ¿Qué significa esto, hermanos?

Los que tienen conocimiento de las Escrituras del Viejo Testamento comprenden este lenguaje. No una vez, en efecto, sino varias, muchísimas, se da en ellas nombre de pecado a los sacrificios por los pecados. Ofrecíase, por ejemplo, por el pecado un cabrito, un carnero, cualquier cosa, en fin; a la víctima misma ofrecida por el pecado se la denominaba pecado. Luego, al que no conoció pecado, hízole por nosotros pecado. Fue ofrecido el pecado, y el pecado fue borrado; fue derramada la sangre del Redentor, y se borró la caución del deudor. Esa es la Sangre que fue derramada para remisión de los pecados.

Fuente: De los sermones de San Agustín, obispo