Primer Domingo de Cuaresma

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Este domingo primero de la Santa Cuaresma, es así mismo, uno de los más solemnes del año. Su privilegio consiste en no ceder el puesto a ninguna fiesta cualquiera, ni la del Patrono, titular de la iglesia o Predicación de la misma.

Aparece hoy la Cuaresma con todo su solemne atuendo. Viendo la Santa Madre Iglesia reunidos a sus hijos les dirige las palabras del oficio de maitines, sirviéndose del elocuente estilo de San León Magno. Carísimos hijos, les dice, debiendo anunciaros el ayuno sacrosanto y solemne de Cuaresma, ¿por ventura podré empezar más oportunamente mi plática que usando las palabras del Apóstol a quien Jesucristo habla y repitiendo lo que acaban de leeros: He aquí el tiempo favorable, he aquí los días de salvación? Porque, aun cuando no haya tiempo alguno durante el año, que no sea rico en dones celestiales y en que, por la gracia de Dios, no hallemos siempre abiertas las puertas de la misericordia divina, debemos, sin embargo, trabajar en este santo tiempo con mayor celo y excitarnos al progreso espiritual y animarnos de grande confianza. La Cuaresma en efecto, al ponernos a la vista el día sacro en que fuimos redimidos, nos invita a practicar todos los deberes de piedad cristiana a fin de disponernos para la purificación del cuerpo y alma a celebrar los misterios de la Pasión del Señor.

Tan gran misterio merecería de parte nuestra, respeto y devoción sin tasa y debiéramos estar siempre delante de Dios tales cuales quisiéramos el día de Pascua. Pero esta constancia no es caudal de muchos; la flaqueza de la carne nos fuerza a mitigar la austeridad del ayuno y los varios quehaceres de esta vida dividen y reclaman nuestras preocupaciones. Y sucede en consecuencia que los corazones religiosos están dispuestos a contaminarse en algo con el polvillo de este mundo. Con aventajado provecho nuestro se ha introducido esta divina institución que nos da cuarenta días para recobrar las fuerzas de nuestras almas expiando por la santidad de nuestras obras y el merecimiento de nuestros ayunos los deslices de todo el año.

Cada domingo de Cuaresma ofrece como objeto principal una lectura de los santos Evangelios, destinada a iniciar a los fieles en los sentimientos que la Iglesia quiere inspirarnos durante el día. Hoy nos da a meditar la tentación de Cristo en el desierto. No hay asunto más adecuado para esclarecernos y fortalecernos que ese capital relato. 

Somos pecadores, nos reconocemos y deseamos expiar nuestros pecados. Pero ¿cómo caímos en el mal? Nos tentó el Demonio, y no rechazamos la tentación. Pronto cedimos a la sugestión del adversario y se perpetró el mal. Tal es nuestra historia en el pasado y tal sería en el porvenir si no aprovechamos el ejemplo con que nos brinda hoy el Redentor. 

Declarándonos el Apóstol la misericordia del consolador divino de los hombres, insiste sobre las tentaciones que se dignó tolerar nuestro Señor. Esa muestra de abnegación sin límites no se nos ha negado y así contemplamos hoy la paciencia adorable del Santo de los Santos; no tiene recelo ni asco en dejarse se le acerque ese repulsivo enemigo de todo bien, para enseñarnos como debemos triunfar de él.

Fuente: Dom Prospero Guéranger, El Año Litúrgico


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