La mirada a Cristo doliente

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Debemos gustar de meditar la Pasión, porque en ella es donde más resaltan las virtudes de Cristo. Cierto que posee todas las virtudes, pero la ocasión de manifestarlas se ofrece como nunca en su Pasión. Su amor inmenso hacia su Padre, su caridad para con los hombres, el odio al pecado, el perdón de las injurias, la paciencia, la suavidad, la fuerza, la obediencia a la autoridad legítima, la compasión, todas estas virtudes brillan de una forma heroica en estos días dolorosos.

Cuando contemplamos a Jesús en su Pasión, vemos al ejemplar de nuestra vida, al modelo, admirable, pero accesible a la vez, de estas virtudes de compunción, de abnegación, de paciencia, de resignación, de abandono, de caridad, de suavidad que debemos practicar para llegar a ser semejantes a nuestro divino Capitán: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz y sígame”.

Además, cuando fijamos nuestra mirada en los sufrimientos de Jesús, Él nos da, en proporción a nuestra fe, la gracia de practicar las virtudes que Él ha revelado en esas horas santas. ¿De qué manera? Cuando Cristo vivía en la tierra, una virtud omnipotente emanaba de su divina persona, que curaba los cuerpos, iluminaba los espíritus y vivificaba las almas. Algo parecido sucede, cuando por la fe nos ponemos en contacto con Jesús. A aquellos que con amor le seguían en el camino del Gólgota o asistían a su inmolación, sin duda les concedió Cristo gracias especiales. Aún ahora conserva Él este poder; y, cuando en espíritu de fe, por compadecer de sus sufrimientos e imitarle, le seguimos del pretorio al Calvario, y permanecemos al pie de su cruz, Él nos da estas mismas gracias, nos hace participar de los mismos favores.

Jamás olvidéis que Cristo Jesús no es un modelo muerto, inerte; antes está siempre vivo, y produce sobrenaturalmente en aquellos que se acercan con las disposiciones requeridas, la perfección que contempla en su Persona.

Durante algunos momentos, suspendiendo vuestros trabajos, abandonando vuestras preocupaciones, ahogando en vuestro corazón el rumor de las criaturas, acompañáis al Hombre-Dios camino del Calvario, con fe, con humildad, con amor y con verdadero deseo de imitar las virtudes que su Pasión nos predica, tened por seguro que vuestras almas recibirán gracias especiales, que han de transformarlas, poco a poco, a semejanza de Jesús, y de Jesús crucificado. ¿Pues qué, no se halla cifrada toda la santidad en esta semejanza?

Basta para recoger los muy sabrosos frutos de esta práctica, como para ganar las indulgencias numerosas con que la Iglesia la ha enriquecido, detenernos en cada estación y meditar allí en la Pasión del Salvador.

Fuente: Dom Columba Marmion, Jesucristo en sus Misterios