Papas Santos – Sotero y Cayo, Mártires

Publicado por: Servus Cordis Iesu

La Iglesia honra hoy a dos Papas.

San Sotero nació en Fundi, hermosa ciudad de la Campania, en el reino de Nápoles. Pronto destacó por su piedad y ciencia. Siguió la carrera eclesiástica, y en Roma se dio a conocer por su ilustrado talento y sólida sabiduría. Fue elevado al pontificado a la muerte del papa Aniceto. Los tiempos eran malos, muy malos para la Iglesia, San Sotero luchó con energía contra la herejía montanista que comenzaba a aparecer. Sotero visitaba las catacumbas, para animar y enfervorizar a los fieles. El tiempo nos ha robado el conocimiento de sus obras. Sólo un rasgo ha llegado hasta nosotros. Es un fragmento de una carta que el obispo de Corinto, Dionisio, escribió a los Romanos, en la que consigna que el Pontífice ha hecho grandes limosnas a las iglesias de diversas ciudades que padecían hambre. Hermoso testimonio de la solicitud universal del Pontífice de Roma, cuya caritativa influencia se extendía a las más alejadas iglesias. Una carta apostólica acompañaba a las limosnas, y afirma Dionisio que se leía en las reuniones de los fieles, junto con la que San Clemente dirigió a los Corintios el siglo anterior. Como se ve, la caridad de los Pontífices de Roma ha estado siempre unida al celo por la conservación del depósito de la fe. Dio algunos decretos referentes a disciplina eclesiástica, y declaró que no se debe guardar el juramento de cosa ilícita o mala. Derramó su sangre por Dios el 22 de abril de 175, y fue sepultado en el cementerio de San Calixto de la Vía Apia.

San Cayo era oriundo de Dalmacia y pariente del emperador Diocleciano. Fue sacerdote ejemplar en Roma, distinguiéndose por la pureza de costumbres y el celo apostólico, que le movía en toda ocasión. Ocupó la Silla de San Pedro el año 283, por muerte de San Eutiquiano. La persecución de Diocleciano, la más cruel de todas, obligaba a los cristianos a buscar refugio en las cavernas y en los montes; pero Cayo los iba buscando a todos, para prestarles el consuelo espiritual, junto con el alivio material. Durante su pontificado de doce años y algunos meses, dio varios decretos y escribió una epístola muy digna de loa, acerca de la Encarnación del Verbo Eterno. Fue martirizado el 22 de abril del año 296, y su cuerpo fue enterrado en el cementerio de San Calixto.

Santos Pontífices, vosotros sois de los que sufrieron la gran tribulación y de los que pasaron por el agua y por el fuego para llegar a las playas de la eternidad. El pensamiento de Jesús triunfador de la muerte, sostenía vuestro ánimo; sabíais que a las angustias de la Pasión sucedieron las glorias de la Resurrección. Con el ejemplo nos habéis enseñado que la vida y los intereses de este mundo no deben ser tenidos en nada, cuando se trata de confesar la fe; concedednos este valor. Por el bautismo fuimos alistados en la milicia de Cristo; la confirmación nos comunicó el Espíritu de fortaleza; debemos, por tanto, estar dispuestos a la lucha. Santos Pontífices, ignoramos si en nuestros días veremos expuesta la Iglesia a persecución sangrienta; pero aunque así no sea, tenemos que luchar contra nosotros mismos, contra el espíritu del mundo, contra el demonio; sostenednos con vuestra intercesión. Habéis sido los padres de la cristiandad; la caridad pastoral que os animó en esta vida vive constantemente en vuestros corazones. Protegednos y haced que seamos fieles a los deberes que nos unen al divino Maestro, cuya causa defendisteis. (Dom Guéranger, El Año Litúrgico)

Fuente: Cf. El Santo de cada día, por Edelvives