San Hilario, Obispo y Doctor de la Iglesia

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Nació san Hilario en Aquitania, entre el año 310 y 320. Fue luego electo obispo de Poitiers, en 353. Perseguía entonces a los católicos el emperador Constancio. Opúsose Hilario con todas sus fuerzas a la herejía arriana, lo que le valió, en 356, el destierro a Frigia. Allí escribió sus doce libros sobre la Trinidad. En 360 se halla en Constantinopla pidiendo permiso al emperador para tener una disputa sobre la fe con los herejes. Estos, para desembarazarse de él, consiguen que se le envíe de nuevo a Poitiers. Gracias a sus desvelos, toda la Galia, condena en el concilio nacional de París, la herejía arriana el año 361. Muere en 368. El 29 de marzo de 1851, Pío IX le declaró Doctor de la Iglesia.

Razón tenía, pues, oh glorioso Hilario, la Iglesia de Poitiers, para dirigirte desde tiempos antiguos, ese magnífico elogio que dedica la Iglesia Romana a tu insigne discípulo Martín: “¡Oh bienaventurado Pontífice, que amaba a Cristo Rey con todas sus entrañas y no se doblegaba ante el peso del deber! ¡Oh alma santísima a quien la espada del perseguidor no separó del cuerpo, sin que por eso dejase de alcanzar la palma del martirio!” Si te faltó la palma, al menos tú no faltaste a la palma; a tu cabeza rodeada ya de la aureola de Doctor, le sienta perfectamente la corona de Mártir que ciñe la frente de tu hermano Eusebio. Tal es la gloria debida a tu valerosa confesión de ese Verbo divino cuyas humillaciones en la cuna honramos durante estos días. Como los Magos, tampoco tú temblaste en presencia de Herodes; y cuando fuiste desterrado a tierras extrañas por las órdenes del César, tu corazón se consolaba pensando en el destierro de Jesús en tierra de Egipto. Alcánzanos la gracia de que también nosotros comprendamos esos divinos misterios.

Vela por la fe de la Iglesia, y con tu poderosa intercesión conserva en ella el conocimiento y el amor del Emmanuel. Acuérdate de la Iglesia que gobernaste; aún se gloría de ser tu hija. Y ya que el ardor de tu celo se extendía a toda la Galia para defenderla contra sus enemigos, protege también a toda esa Francia cristiana.

Haz que conserve siempre el don de la fe; crea en su seno prelados, poderosos en palabras y obras, como Martín y como tú, profundos en su doctrina y fieles en la guarda del sagrado depósito.

Oración. Oh Dios, que pusiste a San Hilario al servicio de tu pueblo, para que lo guiase a la salvación eterna; concédenos que este maestro de vida en la tierra sea nuestro intercesor en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Fuente: Cf. Dom Prospero Guéranger, El Año Litúrgico