Asociación de la Virgen a la obra redentora de su Hijo

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Es de Ella y de Ella sola, de quien Cristo tiene su naturaleza humana; es a Ella a quien debe el ser Hijo del Hombre; Ella es verdaderamente Madre de Dios. María ocupa, pues, de hecho, en el Cristianismo un lugar único, trascendente, esencial.

Tal es la inefable unión que existe entre Jesús y María; Ella es su madre y Él es su Hijo. Esta unión es indisoluble; y como Jesús es al mismo tiempo el Hijo de Dios venido para salvar al mundo, María está, de hecho, íntimamente vinculada al misterio vital de todo el Cristianismo. Este es el fundamento de todas sus grandezas: el privilegio especial de su maternidad divina.

Cristo, después de haber recibido de María la naturaleza humana, ha asociado a su Madre a todos sus misterios, desde la presentación en el templo hasta la inmolación en el Calvario.

Al nuevo Adán se le asocia María, como nueva Eva; pero Ella es con más razón que Eva, “madre de los vivientes”, madre de los que viven de la gracia de su Hijo.

Esta asociación no ha sido solamente exterior. Cristo, siendo Dios, el Verbo todopoderoso, creaba en el alma de su madre los sentimientos que Ella debía tener hacia aquellos que, naciendo de Ella y viviendo sus misterios quería fuesen sus hermanos; y de su parte, la Virgen, iluminada por la gracia que en Ella abundaba, respondía a este anhelo de Jesús por un Fiat en el cual su alma entera se dilataba sumisamente y en unión de espíritu con su divino Hijo. Dando su consentimiento a las divinas proposiciones de la Encarnación, Ella ha aceptado el tomar parte, con propiedad, en el plan de la redención; ha aceptado no solamente el ser madre de Jesús, sino también de asociarse a toda su misión de redentor. A cada uno de los misterios de Jesús, ha tenido que renovar aquel Fiat lleno de amor, hasta el momento en que pudo decir, después de haber ofrecido en el Calvario, para la salvación del mundo, a aquel Jesús, aquel Hijo, aquel Cuerpo que Ella había formado, aquella sangre que era la suya: “Todo está consumado”.

Cristo Jesús ha querido hacer tomar parte a su Madre en este misterio de una manera muy especial; María se ha unido tan plenamente a la voluntad de su Hijo Redentor, que participa verdaderamente con Él, guardando su categoría de simple criatura, de la gloria de habernos, en aquel momento, dado a luz a la vida de la gracia.

Y porque aquí en la tierra Ella se ha asociado así a todos los misterios de nuestra redención, Jesús la ha coronado en el cielo, no solamente de gloria, sino de poder; Él ha colocado a su Madre a su diestra, para que Ella pueda disponer, por su título único, como lo es de Madre de Dios, de los tesoros de la vida eterna. Es esto lo que expresa la piedad cristiana cuando proclama a la Madre de Jesús, “omnipotencia suplicante”.

Fuente: Dom Columba Marmion, Jesucristo, vida del alma