La espiritualidad en San Luis María

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Durante sus estudios en San Sulpicio, San Luis María Griñón de Montfort, se asimiló cuantas obras contenía la biblioteca sobre la Santísima Virgen, en ellas se alimentó su piedad y desde el principio de su carrera apostólica, su predicación y sus escritos dan testimonio de una riqueza de doctrina sacada toda de la tradición, de los Padres y Doctores de la Iglesia. De ahí procede la seguridad de su doctrina reconocida por Pío X con ocasión de la encíclica “Ad illum diem” en que el Papa la hace suya. Esta doctrina vivida por un alma de fuego, predicada en numerosas misiones al pueblo, se halla condensada en el breve y maravilloso “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen”, escrito en la Rochela, en el verano de 1712, con mucha prisa, y sin ningún alarde literario, pero abundante de piedad filial; de ahí su inmensa popularidad que crece constantemente.

La base de su doctrina consiste en hacerse esclavo de María, para mejor serlo de Jesús: consecuencia lógica del papel asignado por Dios a María en la producción y distribución de la gracia. “María, dice, es la Madre, la Señora y la Dispensadora de todos los dones de Dios, el Trono de la Sabiduría. Sólo por mediación de María se puede obtener la Sabiduría eterna y encarnada. Pero como nuestro corazón está muy manchado es preciso para hacerle digno de Ella, hacer entrar, por decirlo así, a María en nuestra casa consagrándonos a Ella, sin reservas, como siervos y esclavos suyos”. Como es “imán sagrado” de la Sabiduría, la atraerá indudablemente a nosotros. Este es el medio “más seguro, más fácil, más corto y más santo” para unirse a Jesús. Si nos entregamos a María, “imagen de Jesús” Ella formará en nosotros a su divino Hijo.

Es necesario depender de María, y por María de Jesús “como hijos, como almas libres, libres de todo… por tanto esclavos, oh Dios, pero sólo de tu amor y de tu voluntad”, y esto viviendo por Ella: En sus deseos, guiándose en todo por su espíritu, que es el Espíritu de Jesús; para esto es necesario renunciar al espíritu propio y entregarse al espíritu de María; viviendo con Ella: en sus acciones, mirando a María como modelo acabado de toda virtud y perfección ejecutando cada acción como la ejecutaría ella si estuviese en nuestro lugar; examinando e imitando su fe viva, su profunda humildad, su pureza divina, en fin todas sus virtudes; viviendo para María: como esclavo, no tomándola como fin último de nuestros servicios, que sólo puede ser Jesucristo, sino como fin próximo y medio fácil para ir a Él. Es necesario apoyarnos en su protección, defender sus privilegios, mantener su gloria, atraer a todos a su devoción y no exigir de Ella, en recompensa de nuestros pequeños servicios, más que el honor de pertenecer a una Princesa tan amable y la dicha de estar unidos por Ella a Jesús, con un vínculo indisoluble por toda la eternidad: en fin, si es posible a fuerza de fidelidad; viviendo en María: morando en el hermoso interior de María, complaciéndose y descansando allí en paz, apoyándose con confianza, refugiándose con seguridad y perdiéndose en ella sin reserva, a fin de que en su seno virginal, el alma se alimente con la leche de la gracia, libre de preocupaciones viva allí segura contra todos y sus enemigos, el demonio, el mundo y el pecado, que jamás, entraron allí y que al fin sea formado en Jesucristo y Jesucristo formado en ella.

Pero más bien que una doctrina, este libro contiene una gracia, “a condición de leerle como fue escrito, con humildad y piedad, leer lentamente, con reflexión, y poner por obra lo que enseña; entonces experimentará gran alegría y se sacará mucho provecho”. Por eso, en “el Secreto de María”, resumen hecho por el mismo santo, a petición de una religiosa, quiere que no se lea antes de haber orado al Espíritu Santo y a María “para pedir a Dios la gracia de comprender y de gustar este divino misterio”. Y muchos lectores, por no haberlo hecho así, quedaron desconcertados por las exigencias del autor, o desanimados por el aire vulgar de algunas descripciones populares. Pero a los que han orado y perseverado se les ha manifestado una vida verdaderamente nueva que les ha transformado.

La piedad mariana de San Luis María se ha comunicado también por un poderoso apostolado por el Rosario del que se hizo apóstol infatigable en sus misiones por Bretaña y La Vendée, mostrando en esa devoción providencial la mejor realización práctica de la santa esclavitud, y el procedimiento más poderoso para atraer a nosotros el reino de Dios. Fue tal el éxito que obtuvo, que esta devoción, en especial bajo la forma del Rosario en familia, se arraigó en las favorecidas provincias por él evangelizadas, y ha contribuido a hacerlas profundamente cristianas.

Fuente: Dom Prospero Guéranger, El Año Litúrgico


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