Del amor que Dios nos tiene (VI)

Posted by: Nycticorax

Santa Teresa de Jesús 07 (33)

A todos estos argumentos y obras de tu amor añado, Señor, otra, que es ser Tú el mismo amor. Testigo de esto es tu evangelista, que dice: “Dios es amor, y por eso el que ama a Dios, está en Dios, y Dios con él” (I Jn 4, 16).
¡Oh cosa verdaderamente dulce y maravillosa tener un tal Dios, que Él todo sea amor, y que su misma naturaleza sea amor! Si es cosa hermosa ver el sol en su hermosura, ¿qué será ver un Dios todo encendido y todo hecho un fuego de amor? ¿Qué ha de hacer este fuego sino abrasar y quemar?

Según esto, te contemplo yo, Señor mío, en medio de esa corte soberana como un fuego infinito, o como un sol ardentísimo, que derrama sus llamas por todos los cielos y abrasa por doquiera que pasa todas las cosas, porque todas viven y se mueven por amor. Y así como este sol tiene más inflamados y quemados a los que moran más cerca de él, así ese divino sol tiene del todo abrasados y hechos fuego aquellos altísimos serafines, que así como están más cerca de este sol, así están más abrasados en su amor.
Pues si todas estas cosas tan claramente nos descubren la grandeza de tu amor, y el amor tiene tan grandes fuerzas para sacar amor, ¿cómo no te amaré yo, Dios mío, con todo mi corazón? ¿Cómo puedo resistir a tan grande fuerza de amor? ¿Cómo me hago sordo, cómo insensible a las voces de todas las criaturas, que me llaman a este amor? La piedra fría y dura da fuego si muchas veces la hieren con un eslabón. Y ¿será mi corazón tan duro que con los golpes de todas las criaturas del mundo no salga de él una centella de amor? Si no hay cosa en el mundo más poderosa para engendrar fuego, ¿por qué ese fuego de tu divino amor, siendo tan grande como lo es, no inflamará mi corazón?

Prueban los filósofos que el elemento del fuego no es cuerpo infinito, porque si lo fuera abrasara los otros elementos, y todo el mundo convirtiera en sí. Pues si Tú, Señor mío, eres un fuego de amor infinito, ¿cómo no se abrasa mi corazón estando presente a Ti? ¿Qué frialdad es ésta, que con tal fuego no se abrasa?
¡Oh Rey de Gloria, no consientas, Señor, tal monstruosidad en el mundo como es no arder quien se llega a este grande fuego! Abrasa, Señor, este corazón más frío que la nieve, más helado que el mismo hielo, para que te ame con todas sus fuerzas, de la manera que Tú mandas y mereces ser amado, y que este amor siempre arda y siempre se continúe en los siglos de los siglos. Amén.

Fuente: Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta